Ser padres del futuro

Miguel de Unamuno es el escritor vasco más representativo de la generación del 98 español. De alguna forma se considera el maestro de algunos otros representantes de ese momento literario especialmente fecundo. 

En 1898 España perdió sus últimas colonias y fue evidente que como sociedad tenía que replantearse un futuro distinto y su rol en el mundo. Fue una época de reflexión y a ella corresponde una de las frases notables de Unamuno:

Procuremos ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.

Hoy podemos interpretarla como una llamada a no quedarnos presos de algo que ya fue, que se extinguió y ante lo que hay que abrirse con los menores lastres posibles para traer un futuro nuevo en el que seamos protagonistas sin nostalgia.

Vivir un presente con aroma a futuro

Sobre el futuro se han dicho y escrito muchas otras frases, precisamente porque es siempre incierto, pero como diría el profesor de management y consultor estratégico austriaco Peter Drucker mucho después, si queremos predecir el futuro, lo mejor es crearlo. No quedarnos cruzados de brazos, anticiparnos a partir de escuchar las señales que la vida en el presente nos da.

Hoy vivimos un presente con aroma de futuro. Quiero decir que vivimos en un presente desde modelos del pasado, asistiendo a transformaciones que percibimos como amenazas. Aventuro que la mente anclada debe sentir en su subconsciente que vive en un tiempo que la ha sobrepasado, al que aún no llega, a pesar de estar viviéndolo. ¿Será esa una de las causas de la proliferación de las enfermedades mentales? ¿Vivir con la sensación de que no llegamos a capturar la esencia del momento, o aún peor, que no estamos a la altura de un tiempo que no logramos abarcar?

Cuando miro al futuro como el espacio que está por venir, aún me preocupa más esa brecha de velocidad y esa sensación de estar ante lo irremediable. Por eso, es importante tener la consciencia de que a pesar de las brechas que podamos presumir, siempre podemos escuchar los signos que configuran o pueden configurar ese futuro. Allí la frase del austríaco Peter Drucker cobra un especial sentido y nos invita a poner atención, a que la intención y la atención se fusionen en una voluntad decidida a no ser arrollados por un vendaval incontrolable.

¿Por qué ese especial sentido? Porque, sin duda cuando, hablamos del observador que somos prevalece la idea de esa manera de mirar basada en nuestra historia, en las creencias que se formaron como las estalactitas y las estalagmitas de las cuevas en las que habitamos en un tiempo pretérito.

 
 

El observador que demanda el siglo XXI

Hoy el mundo requiere de un observador que se arroje a nuevos escenarios; que acepte la incertidumbre como su espacio de aprendizaje; que resignifique el verbo “aprender”; que escuche el futuro que emerge a través de las señales que lo anticipen. 

Hace muchos años, cuando empecé a estudiar lo que llamamos “gestión de entornos”, tuve la idea de que el entorno estaba enmarcado en unos límites establecidos como si fueran el globo terráqueo de nuestro planeta. El dinamismo estaba dentro, pero el marco era una realidad estática

La técnica de diseño de escenarios para operar en ese marco me subyugó. Hoy no pienso lo mismo. Los encuadres se mueven, los actores no son los mismos. Se multiplican y se subdividen. Lo exponencial se impone a lo lineal, pero eso no evita que podamos seguir imaginando escenarios y resulta más subyugante aún.

Es cierto que la velocidad nos puede marear. Es cierto que la multidimensionalidad nos puede producir un vértigo metafísico y que la tecnología puede llegar a tener la ambición oculta de ser un fin, en vez de un poderoso medio. Pero me consta que, por encima del deseo de querer parar el mundo para bajarnos prevalece el amor de padres de nuestros hijos: los que tenemos hoy, los que están naciendo y los que nacerán mañana.

Al final el desafío es no perder el pensamiento colectivo y el pensamiento crítico. Cambiar de opinión no es un delito, al contrario, puede ser un nuevo comienzo.

 
 

Círculo de lectura y Pensamiento

Narrativas con la que formar el futuro

 
Juan VeraComentario