Artículos Articulados

¿Hacia una nueva educación?

Juan Vera - Artículo articulado - ¿Hacia una nueva educación? - Bernardita Jensen

Coautores de este artículo:  Bernardita Jensen y Juan Vera

Bernardita y Juan se conocieron el 20 de julio del 2018. La fecha es tan precisa porque ese día Juan comenzaba la asignatura Coaching y Acompañamiento del Magister de Habilidades directivas del que es profesor. 

Bernardita fue la primera en llegar a la clase. Juan supo que era rectora del colegio Pucalán Montessori y eso, unido a la serenidad de su presencia, propició que tuvieran conversaciones frecuentes. Bernardita, además, terminó con la nota más alta del curso.

Terminado el programa, Juan invitó a Bernardita a participar en el grupo Conversaciones 21 que organizó en Gestacción Consultores, empresa de la que es socio. Más tarde, Bernardita participó en los Círculos de Lectura y Pensamiento organizados por Juan.

A su vez, en la etapa en la que Bernardita estuvo colaborando con la Fundación Mustakis, invitó un par de veces a Juan a dar alguna conferencia y a participar en conversaciones sobre la educación.

Conversar es fácil para ambos. Observar los cambios que se están produciendo en la sociedad, en la política, en la salud mental y en muchos de los temas que han pasado por estos Artículos articulados forma parte de su mundo de preocupaciones. Por ello también Juan sugirió a Bernardita acercarse al movimiento 3xi y ahora la ha invitado a este diálogo escrito y le plantea la primera pregunta.

Juan Vera (J.V.):— Querida Bernardita, gracias por aceptar mi invitación. Aunque podríamos hablar de muchas otras cosas, quiero centrar esta conversación en el ámbito que más habitas y que para mí es la palanca más importante para que los seres humanos seamos capaces de hacer las transformaciones que nuestro momento requiere.

Escuchamos repetir que la educación sigue anclada en paradigmas de otro siglo. ¿Compartes ese juicio? ¿Cuál es en tu opinión el punto más débil de nuestros sistemas educativos? 

Bernardita Jensen (B.J.):— Gracias por esta linda invitación, querido Juan.Y que buena sincronía la de ese 20 de julio del 2018. Atesoro todo lo que provocaste en ese curso. Y sí, podríamos hablar de tanto, pero nos unimos en comprender la profunda urgencia y relevancia del tema de la educación en nuestros tiempos.

Comparto el juicio, la educación está anclada a otro tiempo. Anclada a un paradigma que no da más y que junto con ser de gran ineficiencia, genera dolor y acrecienta enfermedades emocionales y mentales. Otro juicio que daría para mucho su justificación.

Pienso que el punto de mayor debilidad del sistema es como una moneda con sus dos caras. Una explicando la otra en un movimiento recursivo. Por una parte, la mirada que tenemos como sociedad, de la infancia, niñez y adolescencia. Se subestima el potencial de las edades más importantes del desarrollo humano en una lógica de obediencia y de un aprendizaje aún centrado en memorias sin mayor significado. La rapidez acrecienta muchas veces el sin sentido de espacios educativos arraigados afanosamente en una lógica productiva, masificando o intentando masificar a los seres humanos para “pasar contenidos” y mantener lo que hay como mundo valórico y en un mismo estado de consciencia. Queda fuera de esta lógica aquello más relevante de cultivar: la voluntad, la libertad, la autonomía, la colaboración. En esencia, todo lo que constituye lo humano y es en esa profundidad donde habita el ser creativo. La porfía del sistema de creer que técnicas o algunas nuevas estrategias podrán revertir esta situación hace que perdamos más el tiempo.

Si queremos de verdad un cambio, sabemos que la educación es el camino principal y que debe centrarse en la integralidad del ser humano: en sus dimensiones corporal, emocional, mental y espiritual, apuntando a un desarrollo consciente en un espacio que dista mucho de la rigidez de la escuela actual, que, aunque no queramos, se vacía de amorosidad en las relaciones y de libertad en el aprendizaje.

Se entreteje con el punto de debilidad anterior, como la otra cara de esta moneda, la mirada de la educación como un sistema al servicio del mercado, desde una mirada materialista y mecánica. Nada más disonante con lo que es en esencia el período por excelencia para aprender. Aprender con mayúscula.

La subestimación de estas edades y la ceguera frente a su potencial se explica, entonces, por el reduccionismo que impone un paradigma que fragmenta al ser humano y lo reduce a aquello productivo y competitivo. Bastante vaciado del ser, de alma, de misterio, de grandeza. Por mucho que se declare lo contrario, la educación así concebida le teme a la libertad y al cultivo de la interioridad. Aquí radica la gran expresión de la enorme debilidad de nuestro sistema. Y aquí mismo radica el punto de partida para un cambio de paradigma acorde con una experiencia educativa de una cualidad y raíz muy distinta a la actual.

 
 

Y me gustaría preguntarte, Juan, desde tu enorme experiencia con seres humanos en tan diversos contextos, y si es que compartes lo que planteo, ¿por qué llegamos hasta acá? Sobre todo en los sistemas educativos o en cómo se concibe hoy educar.¿Qué nos trajo a este punto en que a ratos no se ve retorno o renuevo?

J.V.:— Ya solo con esta respuesta estoy feliz de haberte invitado a esta conversación. Gracias por ello. Creo que la causa se desprende de tus palabras. Tiene que ver con plantear la educación con el objetivo principal de formar para el empleo y no para ser humanos., Más humanos para la vida en sociedad. 

No está pensado para educar a ciudadanos conscientes ni para elegir formas de vivir distintas a las de una sociedad regida por principios económicos. Solo eso justifica que en los últimos años se hayan retirado de los planes de estudio la filosofía, la historia o las materias relacionadas con el arte, o que hayan perdido relevancia.

En un momento en el que el aporte humano a lo que llamamos trabajo va a variar sustantivamente, esto constituye un error muy significativo. Filósofos como Byung-Chul han expresado con claridad el impacto que puede tener en el bienestar y en la salud mental la autoexplotación y la autoexigencia desmedida como única forma de ser parte de una sociedad del rendimiento.

De hecho, hablar de una sociedad del rendimiento es hablar de una sociedad no social, donde no hay tiempo para lo colectivo ni para crear relaciones de calidad. Esas relaciones, que en los estudios expertos que se han hecho sobre la longevidad y el bienvivir aparecen como necesarias para que ambas cosas se produzcan.

Y, como siempre, las creencias generan las prácticas y desde la concepción utilitaria y funcional de las personas. El hacer se sobrepone al ser, pero quien tiene depresión no es el actor que tiene un rol, sino el ser humano que se siente perdido sin una idea atractiva del futuro y sin el soporte de relaciones humanas basadas en la confianza y el amor.

Por otra parte, cuando el rol formador pasa a segundo término, se devalúa su valoración social y ser profesor no resulta atractivo para generaciones que consideran que el dinero es un factor clave para la felicidad en la medida en que los Estados de bienestar están en decadencia. 

En el círculo de lectura que dirijo en este momento estamos leyendo el último libre de Andrés Oppenheimer: ¡Cómo salir del pozo! (2023). En él hay un capítulo titulado “La felicidad en Finlandia, Noruega y Suecia” en el que relata su conversación con Tarja Halonen, la presidenta de Finlandia (que como bien sabes ha sido un modelo de calidad de educación desde hace años) y a la pregunta sobre el motivo de por qué Finlandia se ha mantenido durante años como primera en los rankings de bienestar y éxito económico, social y político. Ella respondió con tres razones: educación, educación y educación. Y para ello hay que tener buenos maestros y considerar que su formación debe ser un objetivo central y, en consecuencia, lograr que tengan un alto reconocimiento social y estén tan bien pagados como los mejores profesionales.

Maestros para enseñar a vivir, para enseñar valores, para enseñar a ser. Porque es más compleja el alma humana que construir una central nuclear o una nave especial. El alma puede ser más explosiva o volar más alto.

Y te pregunto a ti como experta, ¿cuáles serían las bases de un plan de estudios para un siglo XXI mejor?

B.J.:— Gracias, Juan. Recibo tu respuesta con gratitud por tu claridad y con asombro por tu profundidad. Y aunque podemos disentir en esta danza, no podría estar más de acuerdo contigo.

En cuanto a tu gran pregunta, me gustaría comenzar a responderte, con algunas reflexiones previas.Y es que, por una parte, sabemos mucho de lo humano, de lo que significa ser Ser Humano, pero por otra, seguimos con harta ignorancia y pereza que lleva a repetir y no crear.

En un mundo donde la palabra “innovación” cobra tanto estatus –y no creo que esté mal– se nos olvida que innovar significa hacer nuevo, renovar, en un viaje primero interior o “desde dentro”. Esto se aprende desde los dos años en una trayectoria educativa que debiera tener al centro y como pilar o eje al autoconocimiento para que seamos capaces de ir respondiendo a través de los años y la madurez que da la vida vivida dos preguntas que nos han acompañado desde los orígenes: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi responsabilidad acá? Tal vez en tantos años liderando contextos educativos con un enfoque holístico, una de las más maravillosas declaraciones que escuché de un adolescente que acompañamos por 16 años fue: “¡Gracias! Acá aprendí a ser quien soy”.

Y aprendemos a ir sabiendo quienes somos cuando nos relacionamos con el medio y con nosotros mismos, desde el alma o la profunda interioridad, desde nuestro cuerpo sintiente, desde nuestra mente-emoción que no disocia el pensar del sentir. Desde mi perspectiva, este es el punto central o la columna vertebral de todo proceso de desarrollo y aprendizaje.

Ahora bien, desde esta base sólida, luego se dibuja un plan de formación y estudios. Todo debe ser coherente con la declaración inicial.

Me gusta expresarlo, Juan, de la siguiente forma: stoy ahora escribiendo un libro a propósito de tu pregunta. Y le llamo a este enfoque educativo.”Potenciando los atributos del Ser”.

En primer lugar, cultivar el ser como “custodios de la vida y de la tierra”. En este eje, sería necesario aprender de sistemas y sus interrelaciones, es decir, es clavela formación de un pensamiento sistémico, poniendo al centro las ciencias físicas, biológicas, matemáticas y la ética como bases de una “malla” curricular. La naturaleza como educadora maestra.

En segundo lugar, y no lo describo en orden de importancia, todo está a un mismo nivel. El de “cultivar la creatividad y el pensar fuera de la caja”. Vinculándose en este eje, las artes, en toda su riqueza, las artes literarias, plásticas, escénicas, musicales, corporales, en un diálogo transversal con el mundo de las ciencias.

Al tercer eje le llamo simbólicamente: “Ligero de equipaje”. Asociando a este núcleo de aprendizaje está el trabajo espiritual profundo y el desarrollo emocional con una lógica de autoconocimiento, vinculando, también, los conocimientos de neurociencias y aprendiendo profundamente filosofía con prácticas de atención plena, como ejercicios cotidianos.

Y un último eje, sería: “Oficios”. Por ejemplo, aprender a hacer fuego y entender desde esta experiencia la historia de los orígenes de la humanidad, cultivar, construir. En fin, el mundo del hacer. La tecnología está al servicio de los cuatro ejes.

Y te pregunto Juan, ¿Qué signos de esperanza ves para que avancemos desde esta policrisis, en palabras de Otto Scharmer, a una sociedad más consciente?, ¿hay hoy signos de esperanza?

J.V.:— Tu pregunta me lleva al programa que desde hace unos años hago cada dos meses con Elena Espinal y que llamamos “Motivos para la esperanza” para mostrar que sigue habiendo causas y personas que con su actitud nos dan motivos para seguir teniéndola.

Iba a empezar diciéndote la manida frase de que “la esperanza es lo último que se pierde”, pero al escribirla me percato de que en sí misma contiene la declaración de que se pierde, de que desaparece, aunque sea en último lugar. Y yo soy un activista de la esperanza sin ingenuidad.

Hace pocos días Gino Cortez, secretario ejecutivo de la Agencia de la Calidad de Chile, me envió los resultados de la encuesta Pisa (la más reputada del mundo, como bien sabes) sobre pensamiento creativo. Los resultados de Chile fueron esperanzadores, el más alto de los países latinoamericanos en lo que se refiere a la “generación, evaluación y mejora de ideas que pueden dar como resultado soluciones originales y efectivas, avances en el conocimiento y expresiones impactantes de la imaginación”. Así es como define Pisa al pensamiento creativo.

Solo encontramos soluciones originales cuando estamos abiertos a dejar atrás lo conocido y ponemos atención al mundo que nos rodea. Por eso, sentí esperanza, porque, aunque se esté lejos de un resultado magnífico, puedan estar las semillas de la innovación cayendo en tierra fértil. A veces hay que tocar fondo para que haya un momento de rebote.

Concretamente en el ámbito de la consciencia fue muy remecedor el encuentro “Juventudes 2024” organizado por el movimiento 3xi, al que lamentablemente no pudiste asistir por tus compromisos de ese día. La participación de los jóvenes fue realmente esperanzadora. Por ejemplo, en una de las conversaciones de grupos intergeneracionales había que identificar los tres temas más relevantes que afectaban a la sociedad actual.Para ello se dio una lista predeterminada de 13 opciones, pudiendo incluir alguna otra, si es que los temas propuestos no les parecían suficientes. Los temas fueron estos:

  • Individualismo y participación

  • Diversidad y lenguaje inclusivo

  • Vida personal y realización laboral

  • Rol del dinero en la vida

  • Consumo y disposición para experimentar

  • Rol de la mujer y feminismo

  • Familia y natalidad

  • Emociones y salud mental

  • Validación de la autoridad y jerarquía

  • Sexualidad y vínculos sexoafectivos

  • Medioambiente y cambio climático

  • Estigmatización del cuerpo ajeno

  • Impacto de las tecnologías e inteligencia artificial

La principal sorpresa para mí en los grupos que facilité fue que los únicos que añadieron en sus elecciones otros temas fueron los más jóvenes. Como, por ejemplo: culturas originarias, educación para la vida, derecho de los animales, la longevidad y sus nuevos impactos, y renta universal.

Creo, Bernardita, que estamos en una difícil encrucijada en la que la palanca es la revisión profunda del sistema indicado: empezar por los niños y confío en que lo evidente no sea pasado por alto por los nuevos políticos. 

 
 

Mi última pregunta para ti es: ¿Cuáles serían tus primeras medidas si te nombrasen ministra de Educación? No me refiero solo a los cambios en el contenido de los planes.

B.J.:— Gracias, Juan, por contestar con esperanza y mostrando semillas prometedoras, que están, así observo también, en nuevas generaciones que portan un grado mayor de consciencia.Y me desafía la pregunta que me haces. Porque la educación toca el corazón de un pueblo. Acá se trata de qué tan activada tenemos la inteligencia del corazón, que es hoy motivo de estudios y análisis de neurocientíficos de avanzada.Y sin duda, antes que pensar en planes de estudios, hay muchas conversaciones o condiciones previas que provocar.

Lo primero es que realmente la educación sea un tema de Estado, un compromiso transversal, un diseño a mediano y largo plazo, pero partiendo ahora, sumando esas semillas de esperanza que tímidamente comienzan a asomar. Desmarcándose de la estrecha cancha de las posturas políticas, la educación no puede reducirse a esa conversación, porque toca el alma del pueblo y eso hay que repetirlo. La educación como prioridad sentida en el corazón de cada chileno y chilena y que sea motivo de orgullo nacional.

Si no somos capaces de unirnos por la niñez, la infancia y la adolescencia, no sé qué otra cosa podrá convocarnos en acuerdos que son sagrados. Por esto, requieren de tiempo, reflexión y arrojo. Educación como sello distintivo de la nación, así como mencionabas lo que ocurre en Finlandia y en la acción de sus liderazgos. Que Chile sea conocido, más allá que por las maravillas naturales, el cobre y el buen vino, por ser ese país que cuida y procura la mejor educación para la niñez y la infancia. Y sin distinción alguna.

Detrás o delante de una verdadera reforma educativa, hay una reforma valórica y moral y que exista una visión que apela al mayor potencial de un pueblo. ¿Y qué mejor y más inteligente que focalizarse en las etapas primeras de la vida, donde está todo por hacer?

Abundan los discursos desalineados. Queremos ser un país desarrollado entendiendo, así espero, el desarrollo como un proceso de justicia, fraternidad, junto con riqueza y abundancia. Cuatro cosas que no pueden disociarse. El punto de partida estratégico es esa niñez, esa infancia que no se ha puesto realmente al centro del centro y en un escenario de escuela muy distinto al que es servil al paradigma actual, que, además, poco los escucha en una lógica que se distancia abismantemente de lo que realmente significa un ser humano en estos períodos y las necesidades que manifiesta para poder desarrollar humanidad y máximo potencial.

Esta sería, sin duda, la primera tarea: crear consciencia, crear acuerdos basados en una ética que pone primero la consciencia y su desarrollo y desde aquí se ordena el presupuesto, la energía del dinero y todo lo demás.

Recuerdo que hace ya varios años, tuve la oportunidad de conocer en Nueva Zelanda el proyecto educativo del país. Pude recorrer escuelas magníficas, universidades bellas, orgullo de esa nación. Allí se habla de “una educación que se exporta”. No lo recorrí a través de carreteras muy modernas en casi ninguna parte del país. Al preguntar por esto, pensando que estaba en uno de los países con mayores índices de desarrollo del mundo, la respuesta fue: ”Invertimos en buenos caminos y carreteras, pero, por sobre todo, invertimos en educación. Maneje con precaución”.

Y, en segundo lugar, veo un arduo trabajo en la formación de maestros para el siglo presente y venideros. La maestría se logra con el trabajo profundo e interno, con el mejor conocimiento técnico, con creatvidad, con intuición. Transformándonos en la convivencia como nos recuerda Humberto Maturana. Atesorando la creatividad de Chile y aprendiendo de otros que van en buenos pasos.

También crearía un nuevo ministerio, Juan, junto con el Ministerio de Educación: el Ministerio de la Infancia, Niñez y Adolescencia.

Y te pregunto, Juan, ¿cómo observas la política?, ¿cómo ves el escenario para estos procesos fundamentales que no pueden esperar más?, ¿qué es necesario, qué falta o qué orientación puedes aconsejar?, ¿O tal vez acá ya no hay mucha esperanza?

J.V.:— Esta es una pregunta a la que varias veces me he tenido que enfrentar y la respuesta es tan compleja que se puede resolver en pocas palabras. Desde el paradigma de la confrontación permanente no se puede resolver, porque la educación se convierte en un elemento más para la permanencia en el poder de quienes gobiernan, es decir, como una forma de educar para mantener la propia visión de mundo de los gobernantes de turno.

Tú planteaste que la educación debería ser una cuestión de Estado y eso supone que su centro sean los valores para la convivencia, el respeto, el desarrollo humano, la paz interior y la salud del cuerpo y la mente.

Me preguntas qué es necesario. Yo diría que una profunda generosidad, a partir de reconocer el derecho de todos los ciudadanos del país, con independencia de sus orígenes y sus puntos de vista. Eso hoy no está cerca de las posiciones que observamos.

Yo sé que es difícil importar soluciones de otros contextos porque para que funcionen primero es necesario trabajar en el propio contexto. Por eso, observo a la política ausente de asumir que las transformaciones que estamos teniendo son muy rápidas y que la educación es el punto esencial para ser capaces de construir un futuro mejor. 

Reconozco que gobernar es difícil y que los programas son absorbidos por una dinámica cotidiana en la que múltiples intereses se superponen y llenan las agendas, los días y las noches. El tiempo pasa y los frenos, las urgencias y las mezquindades dejan los programas en el baúl de los recuerdos de campaña.

Mi esperanza es que volvamos a entender la política y la democracia como el intercambio entre actores sociales y que empiece a haber una nueva consciencia y una nueva conciencia que vayan más allá de los meros votos individuales para establecer una demanda legitimada. No creo que la forma representativa actual de la democracia dé para más. Necesitamos que los actores sociales que están cerca de esta realidad educacional que se nos desdibuja pongan la agenda.

Para avanzar y construir se hace necesario derribar un ensamblaje que ya no funciona, que obstruye y se apodera de lo más valioso para lograrlo cuando tenemos un propósito y es el tiempo.

Te doy sinceramente las gracias por aceptar esta conversación en la que he tenido que volver a pensar en un tema que está en mi corazón.

***

Bernardita y Juan se despiden. Caminan sin dejar de conversar. Juan quisiera que Bernardita se animara a ser una actora política, además de la gran mujer de la educación que ya es. Bernardita sonríe con su expresión permanente de serenidad y espera que Juan siga creando espacios en los que surjan nuevas actividades e ideas con libertad, porque, como dijo María de Montessori: “La libertad es actividad y la actividad es la base de la vida”.

No se dicen adiós porque se seguirán viendo en las actividades que comparten sin poder remediarlo.

 

¿Lo que leemos expande nuestra mirada y nos permite ver más allá?

Juan VeraComentario