La esperanza nace de la desesperanza

Artículos Articulados

Coautores de este artículo: Juan Vera y Alejandro Marchesán

 

Alejandro y Juan pertenecen al mundo del coaching y habían coincidido en algunos de los proyectos de Coaching Global, tal vez también en algún congreso, pero sin conocerse personalmente. Eran, el uno para el otro, apenas un nombre.

En la preparación de uno de los capítulos del programa Motivos para la esperanza, que Juan realiza cada dos meses junto a Elena Espinal, ella sugirió el nombre de Alejandro como invitado, dado que acababa de publicar su libro Sentido existencial y que su módulo III llevaba por título La esperanza para el Homo complexus, haciendo un guiño referencial a Edgar Morin.

Juan aceptó, haciendo notar que en este caso habría que modificar la estructura habitual del programa, ya que no se trataría de invitar a alguien cuya vida y circunstancias fueran en sí mismas un motivo para la esperanza, sino a alguien que había desarrollado una teoría sobre ella. Elena estuvo de acuerdo y pensaron en un formato más cercano a una entrevista.

Y así, el 3 de julio de este 2025, Alejandro y Juan se conocieron virtualmente. Elena comenzó con una pregunta. La respuesta de Alejandro estuvo profundamente relacionada con las teorías desarrolladas en Motivos para la esperanza. Todo parecía bien encaminado. La primera pregunta de Juan fue:

- Alejandro tú te refieres en alguna de las entrevistas que te han hecho que tu visión de la esperanza y especialmente el sentido de tu libro es profundamente humanizante ¿Qué re-humanización requiere la sociedad?, ¿cuáles son los signos que ves de deshumanización?

Y a partir de ahí se produjo una sensación muy especial: los tres estaban sumergidos en un círculo virtuoso. Un círculo de respeto, de compasión y de sincronía. Durante toda la entrevista, Elena, Alejandro y Juan permanecieron en esa sintonía, como si nadie más estuviera en el programa y el único sentido fuese conocerse y reconocerse.

Al terminar el programa, Alejandro escribió inmediatamente a Juan para expresarle su profundo agradecimiento y compartir que esperaba que ese fuera el primero de muchos encuentros, con la ilusión de construir una amistad. Eso ocurría a las 20:50. A las 20:53, Juan, tras agradecerle a Elena por su anfitrionazgo, le respondió: Pues así será, Alejandro. Estoy profundamente conmovido, la verdad (...) Hoy se ha creado un vínculo entre nosotros. He salido de la reunión diciéndome: “tengo un amigo que construir.”

Desde ese momento han estado en contacto. Alejandro propuso que se vieran cuanto antes y se intercambiaran sus libros dedicados. De inmediato, se ofreció a hacer un viaje relámpago a Santiago. Eso ocurrirá dentro de pocos días, antes de que este artículo articulado salga a la luz, porque evidentemente Juan invitó a Alejandro a que lo escribieran juntos.

Por eso, y como siempre, Juan hace la primera pregunta:

Juan Vera (J.V.):— Gracias Alejandro por aceptar mi invitación y vuelvo a este tema que permitió que coincidiésemos ¿Puedes sintetizarnos el mensaje que quieres enviar en ese módulo III de tu libro Sentido Existencial?, ¿por qué hablas del homo complexus?

Alejandro Marchesán (A.M.):— ¿Cómo avanzar sobre tus preguntas querido Juan, sin antes, expresar gratitud por el regalo de nuestro encuentro en esta estación de la vida y devenir existencial? Como expresa Josep M. Esquirol, ese encuentro ocurre cuando dos almas se tocan. Por eso, gracias de corazón por el toque y también sincronía de nuestras almas y por la invitación a compartir estas líneas y palabras.

El mensaje del módulo III de Sentido Existencial, refiere a la necesidad de esperanza en el homo de época y también en las sociedades de época. Vivimos y convivimos en una crisis que quizás, no encontremos antecedentes respecto de la profundidad y magnitud que hoy experimentamos como especie. Una crisis de sentido existencial.

Una crisis de sentido en tres dimensiones que expresa su complejidad y multicausalidad. Sentido en tanto “significado”, Sentido en tanto “dirección” y Sentido en tanto “sentir”. Crisis de significado, dirección y sentir existencial. Una crisis de sentido existencial que precariza el rasgo humanizante de individuos y sociedad que deja, la sensación de angustia de ser humanos menos humanos antes que humanos más humanos.

Este homo de época que mencionamos, lo distinguimos desde la antropología de Edgar Morin que reúne en uno, su rasgo sapiens con su rasgo demens o, en otras palabras, la combinación compleja de su capacidad racional y cognitiva con su trasfondo y composición emocional. Pensar al ser humano, exclusivamente desde el pensamiento y la racionalidad (a diferencia de otros seres vivos) como homo sapiens, sin integrar su composición emocional y pasional de su existir, nos ha llevado a una discapacidad ontológica a la hora de tratar con el homo de época, el homo complexus.

El homo complexus está rodeado y atraviesa una crisis de sentido existencial donde se hace indispensable la necesaria esperanza para que, sin dejar de reconocer y aceptar la crisis que observamos en múltiples y variados indicadores, sea capaz de poner los pies en la realidad y mantener los ojos en la posibilidad.

La crisis de sentido, sin esperanza, es la experiencia desgarradora de una desesperanza marcada por el pesimismo, el escepticismo y un oscuro nihilismo.

Es allí, en medio de ese cielo nublado por la desesperanza, donde nace la esperanza. Y lo hace con una voz clara, firme y convocante, capaz de generar responsabilidad, compromiso y confianza. Una esperanza que promueve ese encuentro del corazón con el sentido existencial, incluso cuando “todo” parece no tenerlo.

Ese es, entonces, el mensaje del Módulo III: la necesaria esperanza en y para el ser humano de esta época, para el homo complexus, para ti, para mí... para nosotros.

Juan Vera - Artículo articulado - La esperanza nace de la desesperanza - Alejandro Marchesán
 
 

Juan, al continuar con la reflexión y sensibilidad sobre la necesaria esperanza ante la angustia e incertidumbre que genera la desesperanza ¿qué responsabilidad recae sobre el liderazgo para promover la esperanza? Al reconocer que el homo complexus vive y convive en sociedades complejas, ¿cómo podríamos reconstruir la esperanza social?

J.V.:— Desde luego abordo tu pregunta, querido Alejandro, pero desde el pensamiento de que me gustaría tener la respuesta correcta, en el caso de que exista. 

A lo largo de los años en los que he dado clase de liderazgo he ido cambiando mi comprensión del fenómeno de liderar y, por ello, cambiando los referentes que cito. Uno de ellos, sin embargo, permanece invariable: Gilles Pajou. Y su frase: Liderar es generar un mundo al que las personas quieran pertenecer.

Creo, por lo tanto, que el liderazgo positivo es el que induce a la pertenencia, a querer estar, a tener un propósito y eso significa abrirse a la acción y tener sentido de futuro. Significa querer vivir y eso conlleva esperanza. Y verás que pongo el adjetivo positivo, porque quiero establecer desde el principio que cuando desde una concepción ontológica, independiente de la ética, se plantea que al líder lo constituyen sus seguidores, se abre la posibilidad, que también encarnan Hitler, Mussolini, Chávez, Trump y tantos otros, de lograr un seguimiento en contra de algo o por un mero instinto de supervivencia.

Es por eso que me gusta especialmente el giro de tu segunda pregunta: ¿Cómo podríamos reconstruir la esperanza social? Porque la esperanza social va más allá de la esperanza individual de los miembros de una comunidad del nivel que sea. Implica reconstruir el sentido de sociedad y de comunidad a la que queremos pertenecer, porque tenemos derechos y obligaciones sociales que nos permiten desarrollar la convivencia, el deseo de vivir con otros y de establecer los principios que lo permitan en paz y armonía.

Por eso, en paralelo a pensar la respuesta a tu pregunta, escribí un podcast en el que distinguí liberalismo de libertarismo, respondiendo la consulta de un amigo preguntón. El libertarismo no crea sociedad, no defiende derechos sociales sino la libertad sin límites de individuos y de soledades que buscan su acomodo. El individualismo no es amigo de la esperanza. Byung-Chul Han, en su libro El espíritu de la esperanza (2024), afirma: "Quien tiene esperanza no consume". Al final del consumismo está el deseo de una satisfacción personal. No hay sociedad. La esperanza social a la que te refieres se sustituye por la defensa del metro cuadrado.

La responsabilidad del liderazgo se centra en evitar la nostalgia que nos lleva al regreso y promover el entusiasmo por la acción que crea futuro. El resurgir de los nacionalismos tiene que ver con la nostalgia de una patria que ya no existe sino en el pasado. Sabemos que es imposible ese regreso y a la vez que se estimula, perdidos en la niebla, se acumula una dosis de vacío. 

La nostalgia por la niñez perdida impide un presente que pueda construir madurez. Necesitamos volver a tener un sueño de país, un sueño de ser humano. Sin esperanza no hay política, sino una cierta administración de una realidad llena de riesgos y temores. 

Por eso vuelvo a preguntarte ¿Cómo relacionas la esperanza con la confianza?, ¿podemos seguir viviendo en un mundo en el que todos desconfían de todos?

A.M.:— Tu pregunta sobre la relación esperanza-confianza, es de suma importancia Juan, ya que, la esperanza es una de las emociones más poderosas del tejido emocional de los seres humanos. ¿Debido a qué? A qué, sencillamente, conforma un bucle con la emoción por excelencia que hace al devenir con sentido del homo complexus: la confianza. Esta emoción por excelencia que la vemos (o no) en uno mismo, con otros y en relación con los objetivos propuestos.

Como anticipamos, podemos encontrar personas con esperanza, aunque sin optimismo, pero jamás sin confianza. Podríamos arriesgar en la reflexión que la desesperanza es, a priori o en el frente, la falta de esperanza que inclusive puede llegar a la desesperación, y, sin embargo, en el fondo, esconde una crisis de confianza. La confianza es aliada indivisible de la esperanza: establecen una dinámica recursiva, donde una se nutre emocionalmente de la otra y se potencian recursivamente.

La esperanza es un fenómeno complejo, a diferencia de la actitud simplista que promueve el optimismo. En palabras del ensayista Sergio Sinay, refiriéndose a la esperanza:

“Es oportuno recordarla y afirmarla en tiempos de optimismos infantiles que llevan a callejones sin salida, o de desalientos que inmovilizan y cierran puertas hacia el porvenir.”

La esperanza es un activo sociológico para una convivencia sustentable, digna de ser vivida y convivida, por lo que, su ausencia o, peor aún, la desconfianza generalizada que propone tu segunda pregunta no anticipa menos que la profundización del desgarro del tejido social y la fragmentación que observamos de la especie humana.

Vale considerar que, estamos quizás, más cerca de la extinción como especie por la falta de esperanza en un bucle dinámico e indivisible con la confianza que por la irrupción de un virus como lo fue el Covid 19, u otros que ocurra.

Es la esperanza en unión indivisible con la confianza, que nace de la desesperanza, el sendero de posibilidad que nos haga humanos más humanos y así, superar la trampa promovida por la narrativa del “sálvese quien pueda y como sea”. La falta de esperanza con confianza nos arrincona en el ostracismo de la soledad y el aislamiento esclavizante que enferma y encuentra sentido en el sinsentido de la nada, dado que ya nada tiene sentido.

Desde una ontología de la responsabilidad, se escucha una voz que evoca en nosotros y nos convoca a ser puentes para pasar de sitios y climas de desesperanza a la utopía de una tierra de dignidad y posibilidad humanizante, promovida por la esperanza de los que hacen.

Por esto mismo querido Juan y pensando en esa utopía, apreciaría preguntarte:
¿Identificas a priori, cualidades que se distingan en una utopía social promovida por la esperanza que hoy carecemos? 

Y también: ¿cuál sería el lenguaje y conversaciones necesarias que promueva y habilite esa utopía?

J.V.:— De nuevo, Alejandro, tengo que detenerme y pensar en un jardín de adelfas, desde el que pensar con la pureza con la que lo hacía cuando veraneaba en ese pueblo que en mis escritos llamé Montenegro del Prado. Y esto, porque voy a darle la vuelta a tu pregunta y empezar por la segunda parte.

En esa permanente tensión entre el fondo y la forma, quiero darle importancia a la forma. Con frecuencia lo desgarrador no se encuentra en las discrepancias de fondo, que incluso pueden ser estimulantes para que las partes busquen argumentos y propuestas. En toda búsqueda habita la esperanza. Nos damos cuenta de que no estamos de acuerdo, pero seguimos queriendo comprendernos.

Cuando la forma se convierte en abrupta y aparece la descalificación y el insulto, cuando la emoción pasa de la curiosidad del explorador que busca, a la indiferencia de quien no aprecia, el lenguaje se convierte, efectivamente, en un obstáculo e incluso en una amenaza.

El lenguaje de la esperanza es poético porque lo poético es generativo. Hace unas semanas escribí el texto para uno de los podcast que subo todos los lunes a las redes sociales. Empezaba así:

Una de las interesantes conversaciones que recuerdo en mi formación sobre la Ontología del Lenguaje fue al encontrarme con la distinción entre lenguaje descriptivo y lenguaje generativo. Describimos lo que es, el mundo o la realidad que vemos. Es decir, primero es el mundo y luego el lenguaje que lo describe. Distinto es cuando en nuestro conversar generamos nuevas realidades, situaciones, proyectos o vínculos, algo que no existía antes. Ese es el lenguaje generativo. Ya su nombre indica poder, la capacidad de ser creadores de nuevas realidades. Entonces la secuencia es: primero es el lenguaje y después el mundo.

Por eso te respondo empezando por el lenguaje, porque las conversaciones que requerimos para lo que llamas utopía deben surgir de alguna forma de la ternura y de lo que Josep María Esquirol denomina la no-indiferencia.

Juan Vera - Artículo articulado - La esperanza nace de la desesperanza - Alejandro Marchesán
 
 

Y ahora sí, esas cualidades a las que te refieres tienen que ver con la aceptación de lo nuevo. Si el desencuentro ha ocurrido en el pasado, requeriremos una nueva conversación que no reproduzca lo que sabemos que no contribuye a la construcción.

Debe apostar por la inclusión de los distintos, porque regresemos tras los fracasos a un nivel de humildad digna y aceptemos la validez del desacuerdo como parte del vivir juntos. ¿Acaso no estamos muchas veces en desacuerdo con nosotros mismos?

Y llega mi última pregunta para ti, tras conocerte más quiero saber qué te da esperanza en tu vida ¿Cuáles son las fuentes?, ¿Cuáles son los mensajes?

A.M.:— Querido Juan… aquí me sumerjo en tu pregunta, no sin antes celebrar nuestro encuentro, esta danza de almas y lenguaje de esperanza. 

Voy a evitar caer en una narrativa profusa y, al tiempo, difusa, al pensar y decir que… muchas cosas, ya que, si ese fuese el camino, tendría que, responsablemente, “restarle” aquellas que me generan angustia, tristeza… en el final, desesperanza; y no sería sorpresa llegar a una suma cero cuando hablamos de esperanza.

Al responder la inquietud sobre la esperanza, distingo la necesidad de hacerlo en consciencia de que la esperanza, cual o cuales sean, nacen —del título de este bello artículo articulado— de la desesperanza que habita en el mundo y nos habita, como individuos y sociedad, de manera casi inexorable. Cada día, al despertar o antes de culminar el día y yendo a descansar, somos abrumados por mensajes de desesperanza antes que de esperanza y posibilidad. Será por eso, quizás, que la esperanza, aunque en apariencia esencial, a menudo —tanto personal como compartida— se debilita como discurso y desaparece como práctica.

En este marco de la realidad, que en el decir de Morin “es compleja como compleja es la realidad”, me da esperanza que podamos seguir conversando sobre la necesaria esperanza… que mañana volverá a salir el sol, y debajo de ese sol seguirá habiendo posibilidad de encontrarnos y escuchar a esos (haciendo uso de tu maravillosa distinción) “articuladores de lo posible” y, agrego, de la necesaria esperanza. Esa esperanza de aquellas personas que hacen y no solo esperan, esas mujeres y hombres esperanzados en distintos lugares del quehacer social.

Me da esperanza que esas personas esperanzadas no abandonen, sabiendo que los que ganan nunca abandonan y los que abandonan nunca ganan. ¿Qué sería ganar? Quizás haya quienes piensen que ganar sería “cambiar el mundo”. En lo personal, considero que querer cambiar el mundo es un juego perdido antes siquiera de jugarlo. ¿Entonces? Si ganar fuera la esperanza por la cual no abandonar, diría que ganar es tratar de que el mundo sea un poquito mejor donde sea que estemos, con un mensaje de esperanza, compromiso, posibilidad y confianza.

Una de las fuentes que distingo y elijo en el devenir existencial trata con el “encuentro”, con la otredad, con la valoración de una relación, de las relaciones, ya que sin otro es inexistente la esperanza para uno, así como para otro desvanece la esperanza si no existe uno. La esperanza es un fenómeno social y, por tanto, se evapora en el individualismo. Como expresaría J. Lacan: “el otro es indispensable para la realización de uno mismo”. Me esperanza que al amanecer habrá “otro”, con sus luces y sombras —como las mías— y que, en ese encuentro, podamos construir y compartir un mensaje de vida y convivencia con sentido existencial.

Sin individualismo, pero con individuos valorados que se encuentran. Esa maravillosa paradoja del “yosotros”, ese neologismo que puede hacerse cargo, en el lenguaje y como mensaje, del compromiso con la utopía de una sociedad sustentada en una esperanza compartida, desde la dignidad y autonomía del individuo, digna entonces de ser vivida como un “yo auténtico” y convivida en un “yo compartido”.

Me encantó tu última pregunta, y entonces me digo: ¿qué mejor cierre que escucharte, disfrutar tu reflexión y compartir desde la misma invitación? Entonces: ¿Qué te da esperanza en tu vida? ¿Cuáles son las fuentes? ¿Cuáles, los mensajes?

J.V.:— Voy a ello, entonces. Mi primera línea de esperanza es menos conceptual, quiero decir que no surge de mi mente, sino de mis sentidos. Me hace sentir esperanza que tras el invierno llegue la primavera, me afianza la idea de que nada es definitivo y a la vez que todo puede ser, que hay un ciclo que se repite, que se abran las flores y se cierren y el jardín permanezca en esa continua variación. 

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, escribió el poeta español Antonio Machado. Pero en vez de considerar que somos fugaces añadió Pasar haciendo caminos porque tenemos intenciones mientras caminamos.

Me da esperanza que las orugas puedan ser mariposas y seguir teniendo sueños y propósitos, aunque vayan cambiando. Me esperanzo cuando en la calle veo a alguien que vuelve la vista para mirar a los ojos al hombre o la mujer que duerme en los soportales de un Banco. No estamos condenados a la indiferencia. 

Me da esperanza cuando miro las leyes de hace 100 años en cualquiera de los países en los que me muevo y veo las de hoy. Puede llenarme de incomodidad y enojo la lentitud, pero reconozco que hay avances que son el resultado de nuevas intenciones llevadas a la acción social. 

Me da esperanza saber que el mal, como cualquier planeta, es un punto negro en el universo, por mucho daño que me/nos haga. Y en ese pensamiento me constituyo en un astronauta. Uno entre muchos para acercarnos a mezclar ese mal con polvo de estrellas.  

Cuando recuerdo a mi madre, su generosidad y su entrega. Una mujer entre millones que también las tienen. Cuando recuerdo a mi padre y su idealismo caduco, pero honesto. Un hombre entre millones que también lo son. Cuando veo el desprendimiento de Angélica y su disposición para ponerse al servicio de cualquiera que la necesite a su alrededor. Cuando descubro la alegría en los ojos de mis hijos y mi nieta. Cuando me doy cuenta de que no soy único, que soy como tantos otros.

La fuente no está solo en libros y teorías, sino en la vida misma que vivo. Ciertamente hay basura y lodo. Y también es cierto que existen las fuentes cristalinas y el desierto florido. 

El mensaje es ¿Qué eliges mirar?
Mi respuesta es: aquello donde reside la posibilidad. 

El mensaje es ¿Qué vas a hacer?
Mi respuesta es: Seguir caminando. 

Para eso sirve la utopía, nos dijo Eduardo Galeano.

Gracias nuevo amigo caminante, por haber aceptado la invitación a escribir este artículo articulado que hemos mezclado con muchas horas de conversación.

***

Alejandro y Juan se levantan del café Millefleur en Casa Costanera de Santiago y se van caminando. Están de acuerdo en que haberse encontrado es un signo de esperanza. Recuerdan a Elena Espinal y sus gestos, que han sido siempre faros luminosos para ambos.

Recuerdan que Paul Celan describe la esperanza como una fiel compañía. Y caminan, y siguen conversando en esta mañana de verano en un mes de invierno. Se graban un video mirando la torre más alta de Latinoamérica, que les lleva a pensar que si nos elevamos llegamos a ver un mundo abierto en el que nada se contrapone, porque forma parte del mismo todo.

Se volverán a ver. Construirán otro encuentro. Escribirán otra página. Han decidido esa esperanza. Se abrazan.

 
 

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