La democracia es un edificio que empieza en su acceso

Juan Vera - Artículo - La democracia es un edificio que empieza en su acceso
 

En el estudio del poder distinguimos tres fases: el acceso al poder, el ejercicio del poder y la entrega del poder. La democracia es una de las formas del poder político que está sujeta a estas mismas tres fases y donde tenemos todo tipo de ejemplos de cómo llevarlas a cabo con impecabilidad, pero también rompiendo su espíritu en añicos. 

Suele ser motivo de comentarios y estudios el caso en el que se accede legítimamente al poder, pero al llegar a él aparece la tentación de capturarlo y deslegitimar los contrapesos, para vivir una tiranía en un escenario de parodia democrática. Es decir, ejercer el poder autocráticamente, después de haberlo adquirido por vía democrática. Se aceptaron las normas de entrada, para, una vez dentro cambiar las reglas de juego. Una villanía.

Entre la desinformación y la exclusión

Una consecuencia lógica posterior es la de suprimir la fase de entrega del poder. ¿Para qué, si ya este es mi juego?, piensan los depredadores de la democracia. La presa ya está muerta, ha perdido su vida libre. Ahora yo soy el poder.

Quiero referirme, sin embargo, al acceso al digno edificio de la democracia construido después de siglos de defender la convivencia y la libertad, los derechos sociales y los derechos individuales.

La forma más burda de alterar el acceso es la de impedir que los competidores se puedan presentar, y recientemente hemos podido ver ejemplos de ello, complementados con la alteración de los resultados, cuando no han podido sacarlos del camino. Esto ocurre especialmente cuando se trata de reelecciones, donde uno de los competidores ya tiene el control del sistema electoral.

Hoy a la "forma burda" podemos añadirle la forma tecnológica de incidir en la información para producir desinformación. La tecnología maximiza, es decir añade velocidad o intensidad o amplitud o las tres cosas a la vez.

En un reciente artículo escrito a dos manos con Isaquino Benadof sobre la creación de opinión pública, en la respuesta a una de sus preguntas expresé:

Permíteme sumar un punto que se deriva de tu mención a los “trillones de datos”: eso nos ubica en el terreno de la sobreinformación. Tan peligrosa puede ser la falta de información como un exceso inmanejable. En el primer caso, la dominación proviene de quienes —bajo la premisa de que “la información es poder”— se la apropian. En el segundo, la dominación se relaciona con la propagación deliberada de información falsa, diseñada para generar confusión, desorientación y una dispersión de la atención. A esto se suma el uso de algoritmos que pueden amplificar ciertos mensajes según intereses que suelen ser opacos.

Este es el caso que acabamos de vivir en la precampaña electoral a las elecciones presidenciales de Chile con el caso bots. Mensajes descalificadores de las dos candidatas, enviadas por bots que tras la investigación correspondiente resultaron no corresponder a individuos aislados insidiosos, sino a una estrategia electoral planificada.

Es fácil convertir esto en una anécdota más, de un mundo en conflicto entre la IA y los humanos, pero en realidad es la vulneración del derecho a la veracidad y la ruptura del verdadero espíritu democrático.

 
 
Juan Vera - Artículo - La democracia es un edificio que empieza en su acceso
 
 

¿Cómo será el gobierno de alguien que, en la etapa en la que los candidatos muestran su mejor cara y sus virtudes, se atreve a ejercer la antidemocracia? Pero más allá de eso, ¿qué puede hacer la democracia para defenderse?, ¿simplemente mostrar la verdad o es necesario que haya leyes más contundentes que inhabiliten a quienes tengan prácticas como esta?

A pesar de la regulación puesta en marcha en la Unión Europea, se ha podido comprobar que son insuficientes las multas porque las ganancias suelen ser muy superiores, de forma que la multa se puede considerar de antemano como un gasto más de la explotación. 

Cuando alguien vulnera las reglas democráticas debería ser expulsado del terreno de juego. Lo contrario permite seguir manteniendo la teoría maquiavélica de que lo importante es el fin y no los medios.

Mientras que no optemos por una regulación más severa estaremos permitiendo algo más que el engaño, como es perder la soberanía ciudadana. A eso estamos llegando, a entregar nuestra soberanía en un mundo en el que el miedo, el agravio y la mentira empiezan a estar normalizados.

 
 
 

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