Infancia
Artículos Articulados
Coautores de este artículo: Juan Vera y Mari Feli Moreno
Mari Feli y Juan se conocieron cuando ellos mismos se estaban conociendo. Quiero decir que eran muy niños y vivían en la misma calle, en el barrio de Salamanca de Madrid y a pocos metros de distancia. Juan es 23 días mayor que Mari Feli. Iban a jugar con Cande, la hermana de Juan a la calle Pedro de Valdivia. Con el cubo y la pala removían la tierra, saltaban, se contaban cuentos, jugaban a tula y empezaban a soñar en hacerse mayores. Eso sí, sin ninguna prisa.
Crecieron y fueron adolescentes en la misma pandilla. Cande y sus amigas íntimas, Mari Feli y Marí Carmen junto a Juan y sus amigos Miguel Ángel y Juan Pastor nuclearon un grupo que organizaba en el fin de semana los guateques propios de aquella época. Se hicieron siempre en la casa de Juan y cande y allí aprendieron a bailar y a vivir la aventura de ser jóvenes. Juan y Mari Feli eran los más entusiastas de la poesía y el cine. Mari Feli era bastante más religiosa que Juan, eso sí.
La vida fue pasando, pero siempre tuvieron contacto. Mari Feli empezó a ser Feli. Por eso Juan se compromete a solo llamarla Mari Feli cuando se refiera a la infancia y los primeros años de la juventud. Y eso, porque no puede remediarlo. El chalet de Cande volvió a ser el lugar de encuentro donde iban los fines de semana con los hijos pequeños de sus respectivos matrimonios.
Juan se hizo joven empresario y Feli, ya con su nuevo nombre, empezó a hacerse experta en medicina alternativa y convirtió parte de su casa en clínica de tratamientos. Juan publicó una novela corta al comenzar los 80 y un día Feli envío a Juan la colección de poemas que pensaba publicar. Y poesía sigue escribiendo hasta hoy. En alguno de sus viajes de Juan a Madrid ha ido a escuchar recitales de Feli.
Por eso Juan, aprovechando su preocupación por un mundo sin infancia, como plantea el psicólogo norteamericano Jonathan Haidt, ha invitado a Feli a escribir juntos este Artículo articulado para hablar de la infancia, de “estos días azules y este sol de la infancia” como escribió Antonio Machado, un poeta admirado por ambos.
Como acostumbra, Juan lanza la primera pregunta.
Juan Vera (J.V.):— Querida Mari Feli. Perdón, Feli. Este narrador omnisciente ya ha revelado que fuimos niños juntos, aunque le falten muchas etapas y detalles. Quiero preguntarte cómo recuerdas tu infancia, qué símbolos mantienes de ese tiempo, qué lugar ocupa en tu corazón.
Feli Moreno (F.M.):— Mi querido y admirado Juan, en efecto hay muchas etapas y detalles de los años de infancia compartidos.
Con respecto a cómo recuerdo mi infancia, siempre aflora la gratitud a mis padres, a mi familia y especialmente a ti y a tu hermana Cande, mis grandes amigos, con los que sigo en contacto. Como bien sabes, la música y la alegría estaban presentes en nuestra infancia desde bien pequeños. En mi caso recuerdo que, tras estar siempre cantando con mi madre y mi abuela, mi ilusión era poder ir algún día a la radio a cantar. Esa radio que nos convocaba cada tarde a reunirnos en torno a ella, al menos en mi casa, y escuchar las canciones, las novelas y los consultorios de esa época.
Tuve el privilegio de ir con mi madre en persona y por primera vez, siendo muy pequeña a Radio Intercontinental. En la actualidad, sigo siendo invitada a varios programas y emisoras.
Recuerdo también mis juegos en la calle, tan divertidos y más aún si eran con los chicos, siempre bajo la mirada de mi abuela. Recuerdo la parte espiritual y religiosa de mis padres y el colegio. La inocencia, la creatividad, al hacerme mis propias muñecas. La amistad y la importancia de compartir.
Los símbolos que mantengo de mi infancia son el amor, la música, el esfuerzo y la constancia, la pasión por los libros y la poesía desde los 8 años. Los viajes a otros lugares, en especial a Egipto, el juego con mis amigos y nuestros primeros guateques.
También el cine es un recuerdo precioso. Recuerdo que tú y yo de adolescentes teníamos nuestro cuaderno de registro de las películas que veíamos. Ese tiempo de infancia ocupa un lugar muy importante y querido en mi corazón. Sigo agradeciendo a mis padres, a mi hermano, a toda mi familia y amigos que hicieron que mi infancia y adolescencia fuera tan feliz.
Y ahora quiero preguntarte cómo recuerdas tu infancia y si algún acontecimiento en esa época tuvo una incidencia especial para ti, qué hechos recuerdas o guardas en tu corazón y también si hay algo remarcado que mantienes de ese tiempo y qué lugar ocupan en tu memoria.
J.V.:— Gracias Feli, volver a ese tiempo a través de tus palabras ya es una experiencia luminosa y el paladar se me llena de nostalgia. Me aparece de nuevo Antonio Machado y la música que Joan Manuel Serrat puso a sus versos:
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero.
En mi época cantora, ya en la adolescencia, cambie la letra para empezar diciendo: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Jumilla”, el pueblo de mi familia materna, pero en realidad, Jumilla fue preadolescencia. La infancia me lleva a recuerdos alrededor de la calle de Lagasca y sí, hay momentos guardados en mi corazón. Mi madre, esa mujer fuerte y valerosa, cantando coplas españolas mientras cocinaba o limpiaba la casa. El canto empieza con ella como una actitud ante la vida, por muy adversa que esta sea.
Mi padre está ligado a las fábulas, a su contar pasajes de la mitología griega. Me levanto del escritorio mientras te escribo y voy a los anaqueles de mi biblioteca donde están los libros de historia y traigo Historia universal en lecturas amenas (1931) de Alberto Llano que él a veces usaba para preguntarme sobre los dioses griegos en su nomenclatura latina y griega. Zeus es Júpiter. Hera es Juno. Palas Atenea, Minerva y yo me aprendía aquellos nombres y sus historias. Y volvíamos una y otra vez a la guerra de Troya y el rapto de Helena, versionada por él y su voz grave.
Guardo el recuerdo magnífico del día que descubrí que sabía leer y que eso me abría posibilidades fantásticas. Estaba solo en un cuarto del piso familiar, juntaba sílabas y, de pronto, al escucharme a mí mismo, me di cuenta de que tenía sentido, que leía. Ese es uno de los recuerdos que más he contado y que más determinó el niño que fui. Un niño lector y ansioso por saber, por entender los misterios del mundo; porque siempre tuve la sensación de que junto a la luz había misterios. La propia vida de mi padre, el eco de nombres como el de Almería, la ciudad donde él nació.
Mantengo en mi memoria una imagen del comedor donde estaba el reloj de los abuelos que hoy está en mi comedor de Chile. Era verano, la persiana estaba bajada para evitar el calor. Entraban los rayos de sol por las rendijas de sus lamas, generando un efecto luminoso especial. En el suelo había un botijo blanco para enfriar el agua. No sé lo que significa, Feli, pero es una imagen grabada como si tuviera un mensaje para mí.
Y, claro, estaba Candelitas, mi hermana, alegre, reidora, traviesa, bonita y también la tata, seria, triste con un rictus de amargura. Luz y sombra en la misma habitación y la sensación de que ambas me amaban y yo las amaba a ellas. Allí estaba la vida. El juego estaba en aquella calle en la que nos encontrábamos para divertirnos.
Como imaginas podría llenar páginas y páginas, pero quiero pasar a preguntarte algo más conceptual. ¿Cuál crees que es el rol de la infancia en la vida? Sin pensar en la nuestra, ¿cómo definirías esa etapa del crecimiento humano?
F.M.:— En efecto, querido Juan, son muchas las páginas que podemos escribir de nuestros recuerdos comunes y de nuestras familias, tan cercanas para ambos.
Paso a tu pregunta y respondo. Como bien sabes, desde hace 35 años en que abrí mi consulta profesional, como Naturópata, Terapeuta Transpersonal, Formadora y creadora de dos Técnicas de sanación, la T.I.M. (c) Terapia Integrada Multidimensional y Técnica Metamórfica Integrada. Esta última nos permite trabajar sobre todo el periodo prenatal, concepción, post-concepción, pre-nacimiento y nacimiento. Todo ello me permitió ver y estudiar la importancia que tenía este periodo y todo lo que a nivel subconsciente se grababa en el plano mental, emocional y energético.
Es decir, estas vivencias y experiencias intrauterinas, serían punto de partida para formar parte de las características, actitudes y recuerdos de nuestra primera infancia.
La infancia, y cómo se viva cada una de las etapas que la componen, es la base que dará soporte a la estructura del pensamiento, a cómo hemos aprendido a expresar nuestras necesidades y nuestras emociones. Donde se conforman las creencias, el carácter y las aptitudes que se irán desarrollando. Las diferentes formas de aprendizaje, la creatividad, la personalidad y la autoestima.
En la infancia también se desarrolla la autoconfianza, el amor, el intercambio, el juego, el saber perder, la confianza, el respeto, el compartir con los demás, el valor de la familia. La alegría y las habilidades musicales, la poesía, la pintura, todas las bellas artes y el deporte. Con todos estos enunciados y potenciales, creo que la infancia es una etapa crucial en el desarrollo humano, no solo a nivel físico y cognitivo, sino en la formación de la personalidad, el carácter, como antes mencioné, y la salud mental.
Destaco el desarrollo cognitivo: los niños aprenden a pensar, razonar, resolver problemas y usar el lenguaje de manera más compleja. También el desarrollo socioemocional, porque la infancia es el momento en que los niños aprenden a relacionarse con los demás, a manejar sus emociones, a construir su identidad y a entender el mundo que les rodea.
En la infancia los niños aprenden valores, normas sociales y a desarrollar su propia identidad y la forma de relacionarse con el mundo. También es importante el crecimiento personal en este periodo de descubrimiento, exploración y aprendizaje que moldea la forma en que los niños se relacionan con los otros y consigo mismos.
La infancia sienta las bases para el desarrollo emocional, social y cognitivo de la persona, así como su bienestar general en la edad adulta.
Con todo lo que te he comentado creo y siento dejar claro que la infancia es una etapa importante y fundamental en el desarrollo y crecimiento del ser humano, clave para una buena salud mental y emocional y también para un desarrollo consciencial.
Juan, como ves a mí también me pasa algo similar, que estaría escribiendo folios sobre la infancia y los procesos cognitivos. Ahora quiero dejarte una pregunta con una interrogante constante. ¿Cómo podemos ayudar a los padres, formadores y orientadores para que la infancia sea atendida de la forma más adecuada e integrativa en las próximas generaciones?
J.V.:— Creo que esa es una pregunta central, Feli. Hace poco, en el Círculo de lectura y pensamiento que dirijo, leímos La generación ansiosa (2024) de Jonathan Haidt, el psicólogo norteamericano, que está estudiando a las nuevas generaciones de este momento del mundo. Ya en la portada de su libro, como un largo subtítulo, explica: “Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes”.
Es decir, el inicio de tu pregunta “cómo podemos ayudar a los padres…” ya es muy acertada, porque de alguna manera hay una voz de alarma. El capítulo 12 de ese libro se titula precisamente “Qué pueden hacer ya los padres”. Ese “ya” muestra la urgencia. Nos estamos quedando en un mundo sin infancia, con niños que desde la cuna están asidos a un smartphone, teléfonos celulares en Latinoamérica, móviles en España. Niños que encuentran las respuestas a su curiosidad en una máquina y no en la vida. No en la calle de Pedro de Valdivia, como nosotros, o en los jardines de cualquier pueblo.
Al grupo de lectores que me acompañan les entro la urgencia por hacer conversaciones en los colegios y con los padres para decirles que nos convertimos en quienes somos a través de conversaciones y juegos.
“¡Qué buenecito es el niño que se pasa toda la tarde jugando con su teléfono sin hacer ruido!”. Esa frase contiene dos errores graves. 1. El niño no está siendo niño. 2. No está jugando. Está encontrándose con algo que dirige su mirada, que le enseña a obtener respuestas sin esfuerzo y gratificación solo exhibiéndose.
Cuando la gratificación la reciben de una máquina, su idea del amor puede estar profundamente sesgada. No es la familia el cobijo y el centro del cariño. No hay hogar. Con el tiempo los padres serán meros proveedores de un preadolescente con escasas capacidades de sociabilización. No es extraño lo que las estadísticas de las enfermedades mentales nos muestran.
Y centrándome en la pregunta, me imagino la ayuda:
Mostrando los datos que hoy se poseen sobre los desequilibrios que la compañía de los teléfonos produce cuando aún el niño no ha formado su idea del lugar que ocupa en el mundo.
Teniendo conocimientos claros del proceso en el que la tecnología es un medio o un recurso valioso y los momentos y usos en los que puede ser una amenaza que les impida florecer.
Invitándoles a jugar. El juego nos enseña a conocer frente a frente a otros niños, a aceptar que, a veces se gana y a veces se pierde. Sin que lo primero nos haga sentir únicos y lo segundo un desdoro que nos lleve a considerarnos insignificantes.
A empujar a la calle, al riesgo controlado que es la vida y no a la superprotección que termina generando adultos dependientes.
Llego hasta aquí, como un resumen de lo que pienso. Haidt escribe 340 páginas para explicarlo. Imagínate, todo lo que puedo contarte cuando nos encontremos de nuevo en Madrid.
Y va mi última pregunta, querida Feli. Puede parecerte escabrosa, pero desde tus conocimientos sobre el tema, ¿cómo será un mundo sin infancia?
F.M.:— Respondo a ésta, tu última pregunta, no sin antes comentarte que me parecieron valiosas todas tus reflexiones y citas, ya que, en efecto, todo empieza por los padres y las familias. No obstante, por lo que veo en mis nietos, desde muy temprana edad, ya estudian con sus tablets y hacen sus trabajos en clase. Independientemente de esto, ellos no tienen móvil y hacen todo tipo de deportes.
Retomando tu pregunta, que abre interrogantes movedizos, ¿cómo será un mundo sin infancia? Tristemente, en casi todos los países en guerra la infancia es una experiencia muy dura y de gran impotencia al ver esos niños / niñas y bebés desprotegidos y solos. En la mayoría de los casos o tal vez con solo uno de sus padres, en otras ocasiones.
Ya son millones de niños sin infancia y sin hogar por guerras, por casamientos acordados, por mutilaciones ancestrales, por abusos y violaciones. Esos niños crecen con unas heridas muy profundas. Esa interrogante, de jovencita, me hacía pensar en ir a las misiones para cuidar a los niños y adolescentes. Y como sabes, no me fui, pero si ayudé a montar y sostener el Club de Juventud Santo. Domingo en los bajos del edificio donde se daban las clases del Centro de Estudios Universitarios (CEU), sito en la calle Claudio Coello de Madrid, a unos metros de nuestras casas familiares. Donde estuve varios años formando parte del coro, organizando el famoso Cine fórum, las excursiones, el apoyo al estudio y posteriormente en la grabación de varios LP y el grupo de teatro. Todo ello, necesario para el desarrollo intelectual, social y emocional. En definitiva, lo que da sentido a esa adolescencia y juventud y que se apoya en una infancia con amor, alegría, creatividad, protección, seguridad y dignidad.
Como co-creadores que somos, siento que una nueva consciencia de solidaridad ya está emergiendo y esa nueva INFANCIA se abre camino con todo el respeto y el amor de los adultos despiertos y conscientes de su poder y sus derechos a vivir en paz y libertad, al igual que las generaciones venideras.
Gracias, Juan por esta oportunidad, que me ha permitido hacer el recorrido de parte de nuestra infancia a través de este Artículo articulado. Ese es el poder de la palabra compartida. Yo quiero hacerte la misma pregunta a ti: ¿Cómo será un mundo sin infancia?
J.V.:— Yo no soy tan optimista como tú, querida Feli. Es cierto que han regresado las guerras, que pensábamos que estaban en retroceso y que han continuado las tradiciones más oscuras y los abusos abominables que truncan miles o millones de infancias. Pero eso ha pasado siempre.
Mi sensación cuando te hablo de un mundo sin infancia es que estamos entrando en una era en la que se está rompiendo bruscamente un ciclo de la vida que gozaba de la lentitud del aprendizaje, de la sociabilidad pausada, del juego, del tiempo para la imaginación y para acercarnos a las cosas sin ser dirigidos por algoritmos predeterminados. No hay nada más oscuro que la dominación encubierta de que somos nosotros quienes elegimos. A eso me empezaba a referir en mi respuesta anterior.
Cuando los niños dejan de salir a la calle y a relacionarse con libertad, cuando están focalizados en un teléfono que les da las respuestas, su nivel de sociabilización decrece. Pueden saber mucho y ser enormemente hábiles con la tecnología, pero también ser más retraídos y menos afines a lo colectivo. La amistad no tiene mucho que ver con tener muchos amigos en las redes. Esos amigos son contactos de los que no conocen el brillo de sus ojos.
Y quiero dejar claro que yo siempre he creído en la tecnología, cuando es un medio, como las tablets de tus nietos que ya no son niños de 3 años, pero creo que la adicción a las redes en esa primera edad en la que se produce la conformación de nuestro cerebro puede llevarnos a seres humanos desconocidos. No es diferente a que no se deba tomar alcohol o fumar en la infancia. Si no tomamos medidas urgentes podemos encontrarnos con generaciones que pueden no creer en los valores que han construido la mejor sociedad que habíamos conocido.
Alguien podría decir que nuestra sociedad es la que se ha conducido a sí misma hasta esta situación. Eso es cierto, pero creo que no somos suficientemente conscientes de hacia donde la estamos dirigiendo. Siempre hay tiempo de rectificar, pero aún no veo que los gobiernos del mundo y los grupos de poder tengan la consciencia a la que te refieres.
Para mí, un mundo sin infancia, entendiéndola como el tiempo cuidadoso en el que se echan raíces en valores y criterios, en la que se funda la identidad, en la que empezamos a gestionar nuestras emociones y a relacionarnos con el mundo, entendiéndola como esa fase de la vida en la que empezamos a confiar y a abrirnos a los otros, puede llevarnos a una sociedad árida, más egoísta, en la que podremos coexistir más que convivir. Yo sé que suena áspero, por eso trato de alertar que tomemos conciencia de ello.
Y ahora déjame que te agradezca y aunque sea volver al pasado, te lo diré así: Gracias, Mari Feli, mi habladora amiga, compañera de juegos, de canciones y de risas.
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Juan y Mari Feli pueden fácilmente imaginarse en una calle de Lagasca con pocos autos aparcados, pudiendo cruzar María de Molina, por donde ya hoy no podrían cruzar porque hay un paso subterráneo y llegar a López de Hoyos. Conversando si se verán en la misa del domingo en la iglesia de los dominicos o en la de los jesuitas. Si prefieren los tercetos o los cuartetos. Se los acaban de explicar en el colegio.
Tal vez Mari Feli le hable de la letra de una canción para su abuela o Juan del soneto que ha escrito para el Día de la Madre. No se imaginan que 65 años después escribirán un artículo articulado ¿Qué es eso?
Colección Artículos articulados
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