De la innovación a la originalidad

Artículos Articulados

Juan Vera - Artículo articulado - De la innovación a la originalidad - Marynella Salvador

Coautores de este artículo: Juan Vera y Marynella Salvador

 

Marynella es ecuatoriana y Juan español, ambos viven en Santiago de Chile. Se conocieron en mayo del 2018. Fue en el programa “Consultoría XXI” que Juan organizó en Gestacción consultores para reunir a personas de distintos mundos y abrir conversaciones de temas que les ayudaran a comprender mejor el contexto del momento. 

Arianna Martínez, entonces consultora de Gestacción, la propuso como una posible integrante y ella se incorporó en el encuentro de ese mes, en el que el expositor fue Claudio Orrego. La reunión se realizaba mensualmente y Marynella fue una asidua asistente.

En junio del 2020, virtualmente por el efecto de la pandemia por Covid-19, Marynella fue la expositora. El tema fue “Emprendimiento, ¿y ahora qué?”. Ella dirigía el Centro de Negocios Sercotec de Santiago y se consideraba una tejedora de redes.

Después de esa experiencia, que continúo durante un tiempo, Marynella y Juan se encontraron a través de reuniones de los amigos comunes. Últimamente, y a partir de su amistad con Eduardo Rommel, estuvieron juntos en la visita a una casa de acogida de mujeres vulnerables en situación de calle, a las que Eduardo y Juan prestaron apoyo y, también, en la presentación del libro de Rafael Calbet en Chile.

Descubrieron el interés de ambos por el arte, la fotografía y la búsqueda de nuevas formas de conversación. Por eso, Juan la invitó a la edición de Biolibros de Humanidad que empezó hace unos días y a escribir juntos un Artículo articulado sobre la apertura a ideas nuevas.

Como acostumbra, Juan lanza la primera pregunta.

Juan Vera (J.V.):— Querida Marynella, hablar de innovación es casi un lugar común. Yo he propuesto en el título de este artículo la palabra originalidad. ¿Cómo relacionas tú estas palabras?, ¿cómo se puede hablar de innovación en la era de la inteligencia artificial?

Marynella Salvador (M.S.):— Juan querido, en primer lugar agradezco esta generosa invitación para articular dos palabras tan fascinantes como “innovación” y “originalidad”, que habitan en las personas, que marcan nuestra historia y que forman parte de esa estirpe de individuos diferentes y creativos.

Comparto tu sentir: hablar de innovación se ha vuelto un lugar común, paradójicamente distante y ajeno para muchos. Urge un quiebre cultural y social para que los preceptos de la disrupción, la tecnología de punta o la ciencia pura, trasciendan a las cosas simples de la vida, donde la originalidad pueda manifestarse de manera natural. En su esencia más pura, la originalidad debería ser la simiente de la innovación, cultivada desde las primeras etapas de la vida.

Como hemos aprendido, la innovación busca generar impacto y valor tangible, mientras que la originalidad se centra en la singularidad intrínseca de la creación. Si bien una idea original no siempre se traduce en una innovación práctica y exitosa, y viceversa, la sinergia más poderosa se produce cuando la originalidad nutre la innovación. El resultado son soluciones que no solo son novedosas y funcionales, sino que también portan la impronta inconfundible de una visión única.

No obstante, es crucial desmitificar la idea de que innovar requiere ser un ingeniero de la NASA o un científico con múltiples doctorados. La innovación puede florecer en las acciones más cotidianas: una nueva perspectiva para abordar un problema simple, una actitud diferente frente a un desafío, una reinterpretación personal de una receta familiar, la manera en que iniciamos nuestro día, la forma en que proponemos un proyecto o incluso la inspiración que nos impulsa a escribir un poema. Basta con incorporar una dosis de originalidad y una pizca de creatividad para diferenciarnos y generar valor significativo, ya sea ofreciendo una solución eficaz o abordando un problema existente en cualquier ámbito: empresarial, cultural, político y/o social.

En un mundo cada vez más saturado de información y tendencias, la Inteligencia Artificial (IA) ofrece un amplio abanico de herramientas y posibilidades. Sin embargo, por su propia naturaleza, la IA difícilmente puede ser considerada “original” en el sentido humano del término. Si bien genera patrones, analiza datos y propone soluciones, la verdadera originalidad emana de la persona, de la intuición, de la pasión, de la capacidad de establecer conexiones inesperadas y de la creación de redes de pensamiento improbables, donde la humanidad emerge en su autenticidad, libre de artificios.

Como expresó Albert Einstein, “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”. La IA, en su lógica fría y algorítmica, carece de esa capacidad lúdica, de ese impulso intrínseco por explorar lo desconocido por el puro goce de hacerlo. La IA nos inspira y nos desafía, pero no nos define. La originalidad es un sello distintivo de nuestra condición humana, la habilidad de trascender lo meramente funcional y crear algo que resuene profundamente con nuestra esencia, la destreza para cultivar la curiosidad insaciable, la apertura a nuevas experiencias enriquecedoras y la capacidad de conectar genuinamente con nuestras emociones. La IA puede ser una herramienta poderosa, pero la originalidad auténtica brota de nuestra capacidad inherente para pensar de forma crítica, creativa y, fundamentalmente, compasiva.

Juan Vera - Artículo articulado - De la innovación a la originalidad - Marynella Salvador
 
 

Llegados a este punto, la pregunta que me resuena con fuerza es: ¿Cómo podemos traducir esa capacidad de generar originalidad, que reside en la esencia humana, en soluciones innovadoras que aborden de manera efectiva los desafíos sociales de nuestro tiempo?

J.V.:— ¡Ay, Marynella! He tenido que dejar pasar unas horas para abordar tu pregunta. En realidad, permitirme responderla me parece un acto de presunción. Si tuviera certeza de cómo lograrlo saldría en las portadas de las revistas especializadas, si es que siguen existiendo. Pero, al menos, voy a pasearme alrededor de algunas ideas que me surgen para ponerle lenguaje a mis intuiciones. Antes te agradezco la claridad rotunda de tu primera respuesta. Nuestro diálogo promete.

Tal como yo la entiendo, la originalidad no es solamente el ser los primeros en pensar algo o en implementar anticipadamente aquello que ya fue pensado, debe concurrir el que no sea el resultado de la mera lógica, porque de ser así hablaríamos de racionalidad o de alta capacidad deductiva. Sería algo que potencialmente existe ya, pero que no ha sido usado.

En ese sentido, concuerdo en que no podemos considerar originales las capacidades de la IA, porque son el resultado de una superlativa y veloz capacidad de cruce de informaciones y datos que, aunque superen ampliamente la capacidad humana, no entran en el espacio de lo impensable.

Dando un salto al mundo de la poesía —el lenguaje más cercano a la originalidad— usaría los versos del poeta chileno Armando Uribe: “Yo soy el eco. Tú eres la palabra”. El eco multiplica el sonido para que llegue a más lugares y pueda causar mayor impacto, pero la originalidad solo puede estar en la palabra. Una palabra que no surja del hilo verbal conocido, que busque lo impredecible, que inicie un camino nuevo.

Y será innovación en la forma en que lo planteas, siempre que tenga utilidad para algo, aunque ese algo no se mida en términos pragmáticos. Quiero decir que podríamos hablar de una utilidad estética o espiritual en la medida en que abra caminos ignotos y resultados cualitativamente superiores.

En este punto quiero abrir el propio concepto de utilidad, porque en el mundo en el que estamos, cuando la tecnología invade y se apropia del espacio de lo que llamamos útil, tendríamos que reflexionar sobre el sentido humano de la inutilidad. Oscar Wilde en el prólogo de El retrato de Dorian Gray (1890) declara: “Todo arte es inútil”. Muchos otros autores han exaltado precisamente que el valor del arte está en su inutilidad, pero si lo inútil tiene valor es porque da respuesta a necesidades interiores de los seres humanos y las sociedades que conforman y nos encontramos ante la paradoja de una inutilidad necesaria y, por tanto, útil.

Por eso, prefiero quedarme con la mirada de Heidegger cuando considera que el arte abre nuevos mundos, porque con su capacidad de asombro nos permite ver lo que no veíamos, sentir lo no sentido y pensar lo impensado. Ahí estamos más cerca de la originalidad pura.

Volviendo a tu pregunta, los desafíos sociales de nuestro tiempo parecen requerir otro modelo de pensamiento y por eso creo que no están habiendo respuestas suficientemente creativas para los desafíos de un mundo en el que la razón convencional no será el centro de las nuevas soluciones, donde el pensamiento lateral y la creatividad permitirá despejarnos el camino para romper una linealidad que puede convertirnos en meros ecos de palabras antiguas o dictadas por algoritmos sin conciencia y peor aún, ecos de la gestión de problemas que no tienen que ver con el futuro que se acerca vertiginosamente.

Y entonces te pregunto, ¿crees en la innovación social, más allá de productos y servicios?, ¿cómo te la imaginas?, ¿a qué le llamaríamos innovación social?

M.S.:— Querido Juan, me encanta como me desafías a pensar, repensar, aprender y des-aprender e investigar. Tras reflexionar sobre su concepto e implicancias, con la ayuda de la IA y mi humana originalidad, me aproximo a una visión que trasciende la mera provisión de bienes y servicios.

Entiendo por innovación social el desarrollo e implementación de ideas, servicios y modelos que abordan de manera más efectiva los desafíos sociales existentes (soluciones), modifican las causas raíz de los problemas (cambio sistémico), movilizan la inteligencia de las comunidades afectadas (participación) y redefinen el valor incorporando dimensiones sociales, ambientales y éticas.  

La innovación social busca generar soluciones de valor para transformaciones concretas en estructuras sociales, relaciones de poder, normas culturales y modelos de pensamiento, imaginando formas más justas y eficientes de organización económico-político-social. Hablar de innovación social, va más allá, como digo, de la creación de nuevos productos o servicios, me la imagino como una manera de hacer más justos y eficientes los modelos económico-político-sociales vigentes.

Si bien creo en el mercado y en un modelo neoliberal “refrescado”, no creo en la mano invisible de Adam Smith, ante la existencia, entre otros, de asimetrías de información y externalidades negativas. Creo en un Estado presente pero no en un obeso aparato burocrático. Es, en estos espacios, donde la innovación social puede ser de gran aporte, y un medio para desafiar e imaginar futuros alternativos y más felices. La innovación social invitaría a la “humanización” del mercado con modelos de negocio que integren distintas perspectivas, que corrijan las fallas del mercado, con propósito, con el fortalecimiento de la gobernanza y la participación, con la colaboración y empoderamiento ciudadano; podría desempeñar un papel catalizador y transformador, introduciendo nuevas lógicas y formas de convivencia que desafían las limitaciones de los enfoques basados únicamente en el mercado y la maximización de beneficios. 

Finalmente, me imagino la innovación social aportando al bienestar, al abordar problemas sociales complejos de manera creativa para encontrar soluciones más efectivas para desafíos como la pobreza, salud, educación, medio ambiente, etc.; mejorando la calidad de vida, al desarrollar nuevos servicios, productos y modelos de intervención que responden a las necesidades reales de las personas y las comunidades; fortaleciendo el capital social y la cohesión, al involucrar a las propias comunidades en el diseño e implementación de soluciones, lo que aumenta su sentido de pertenencia, su capacidad de acción y, en última instancia, su bienestar.

En resumen, la innovación social se nutre de la originalidad al desafiar las narrativas dominantes, al imaginar futuros alternativos y al activar la capacidad humana de crear soluciones inesperadas para problemas complejos. No se trata solo de aplicar las tecnologías de manera diferente, usar herramientas de IA, sino de re-pensar fundamentalmente las relaciones sociales, económicas y políticas con una pasión de audacia creativa y de compromiso con el otro.

Lo dicho anteriormente, te representa Juan, conozco tu trayectoria y tu oferta de valor, y en mi interpretación, eres un innovador social. ¿Cuáles han sido las principales variables que han permitido tu emergencia en la innovación social? Y desde ahí, ¿cómo crees que se puede escalar y replicar iniciativas de innovación social que tengan un impacto sistémico y transformen la forma en que entendemos y alcanzamos el bienestar a nivel global?

J.V.:— Lo primero Marynella es agradecer que me llames innovador social. Lo recibo como un piropo. Nunca me habría puesto ese nombre, pero en lo que trabajo con ahínco desde hace unos años tiene que ver con alguna de las definiciones que tú haces en tu respuesta y con las que, por tanto, estoy muy de acuerdo.

Creo que estamos viviendo en una sociedad fallida o a punto de serlo. El comunitarismo socialista decepcionó estrepitosamente a quienes creímos en él y no cumplió la promesa que hizo al mundo. El capitalismo y el liberalismo fracasaron también y dejaron un planeta con desigualdades que llegan a doler cuando te acercas a los más desfavorecidos, y a avergonzar cuando la cercanía es con los más afortunados. Por lo tanto, efectivamente parece que es necesaria una innovación social. Y se hace necesario, tomo tu frase literalmente: re-pensar fundamentalmente las relaciones sociales, económicas y políticas con una pasión de audacia creativa y de compromiso con el otro.

Ese es mi propósito, Marynella, casi una obsesión, cómo llegar a un neoliberalismo humanizado y social o a un socialismo puesto a dieta, que no persiga utopías irrealizables y deje espacio a la libertad para esa innovación social de la que hablas.

No es fácil decirlo sin parecer un traidor a unos y a otros. Aunque el hecho de que te consideren traidor ya es un síntoma de estar por el buen camino, de que estamos mirando la sociedad y el concepto de poder y ciudadanía desde un lugar distinto. La emergencia que tú ves en los programas que he puesto en marcha hablan de que esa posibilidad existe.

Y llego al cómo y es tratando de generar las condiciones para que exista el espacio que lo haga posible. La experiencia de los Círculos de Lectura y Pensamiento y de Biolibros de Humanidad, especialmente este último, muestran cómo personas que no se conocen, que pertenecen a ambientes distintos, países distintos, posiciones diferentes en religión, política y economía, pueden convertirse en poco tiempo en una comunidad entrañable. 

En un caso se trata de que lean los mismos libros y después respondan a una pauta de preguntas capítulo a capítulo para mostrarse en plenarias lo que cada uno y cada una entendió y reflexionó. Si se hace en un espacio de respeto, aparece la legitimidad de lecturas distintas o complementarias cuando el libro es el mismo. Veo lo que el otro vio. Llego a entender lo que no entendí. Recibimos interpretaciones que amplían la que nos hicimos.

En Biolibros leemos la vida de los demás. Nada es más poderoso que conocer la historia de personas distintas para comprender que su ser distinto no es el resultado de un propósito que sea contrario al mío. Al final, el resultado es una comunidad que reconoce que distante y distinto son dos palabras diferentes que no podemos convertir en sinónimas.

En la habilidad de Articular, la tercera línea de mi actividad, la fórmula se resume en: hacer comunidades con protagonismo + crear fuertes vínculos personales + dar a conocer metodologías probadas + promover un liderazgo orientado a la acción propagadora y no pretender convertirlo en un partido o en una organización que establezca normas, dejar que sean los pájaros y el viento los que propaguen las semillas.

Juan Vera - Artículo articulado - De la innovación a la originalidad - Marynella Salvador
 
 

Y ya mi última pregunta, querida amiga, robada a Josep María Esquirol: ¿De qué quieres tú ser origen en este momento de tu vida?

M.S.:— Gracias, Juan. Tu última pregunta me invita a un profundo análisis sobre el origen que deseo encarnar y la huella que aspiro a dejar, reconociendo en este momento la necesidad de gestar un nuevo comienzo en el presente que habito. 

Y me permito soñar. Busco ser origen de propuestas creativas y transformadoras que impulsen un impacto positivo en mi entorno, tanto a través de la oferta de valor que represento, como en mi contribución a la sociedad, aunque sea a pequeña escala.

Específicamente, en este tiempo de reinvención y de búsqueda activa de nuevas oportunidades, quiero ser origen de conexiones estratégicas y ecosistemas colaborativos, facilitando espacios y dinámicas que fomenten la colaboración genuina, el intercambio de conocimiento y la creación de sinergias que impulsen la innovación y el crecimiento colectivo, tejiendo redes efectivas.

Como dijo Aristóteles: “El todo es mayor que la suma de sus partes”.

Quiero también, desde mi experiencia, acompañar la creación y, consolidación de negocios con propósito e impacto social, inspirando y guiando a aquellos que desean emprender con una visión de impacto social o ambiental positivo, sembrando la idea de que el éxito empresarial y el bienestar común son compatibles.

Juan, quiero ser parte de esas personas que creen y practican que una cultura de innovación y transformación es necesaria para reducir brechas a través de la comprensión e implementación de formas de hacer organizacionales que valoren la creatividad, la experimentación, el aprendizaje continuo y la adaptación al cambio, impulsando conversaciones y procesos que transformen la mentalidad y las prácticas hacia una innovación constante y relevante.

No me puedo distanciar de la innovación social de la que hemos estado hablando. Veo mi origen en la movilización de la creatividad y la inteligencia artificial para abordar desafíos, priorizando soluciones con un impacto medible y contribuyendo a construir una sociedad más justa y equitativa.

En resumen, quiero ser origen de una nueva etapa de contribución, donde mi experiencia de más de 36 años en liderazgo y desarrollo de negocios; mis competencias —coaching, planificación estratégica, gestión de proyectos— y mi pasión por la innovación sean un granito que impulsa la transformación y el crecimiento sostenible. 

Juan, tú has explorado cómo la innovación social puede surgir de la creación de espacios de encuentro y diálogo. Sin embargo, en un contexto global marcado por la creciente polarización, la desconfianza en las instituciones y la fragmentación de las comunidades, ¿cómo se diseña y escalan modelos de innovación social que fomenten una mayor cohesión social y reconstruyan la confianza entre grupos diversos y a menudo enfrentados, yendo más allá de la creación de “comunidades entrañables” hacia la construcción de una ciudadanía global más resiliente y colaborativa? ¿Qué papel juega la originalidad, entendida como “lo impensable” según tu propia definición, en este desafío de reconciliación y construcción de un futuro compartido?

J.V.:— En mi país, Marynella dirían que tus preguntas son de “órdago a la grande”, es decir, de esas que te provocan retirarte de la partida ante el riesgo de no saber qué decir, de quedar muy por debajo de la pretensión de la pregunta, pero en mí vive la dificultad para la retirada. 

Cuando te refieres a “comunidades entrañables” hace pensar en grupos pequeños que viven en sus propios entornos limitados. Efectivamente, pueden serlo, pero su tamaño y su limitación puede superarse a partir de su capacidad redárquica. Esas comunidades también viven en este mundo real de posibilidades de intervinculación. Eso significa que en su creación esté sembrada la semilla de no quedarse satisfechos con resolver sus problemas cercanos, sino que sean conscientes del sistema del que forman parte y de la realidad que en si misma está en permanente relación con influencias múltiples. La entrañabilidad no puede quedarse en el espacio del alejamiento del mundo, sino, al contrario, ser activistas no solo por una generosa vocación, sino como una forma de evitar que finalmente sean desbordadas por olas de fuerza superior.

Me imagino plataformas de conversaciones que desde esa entrañabilidad pase del sentimiento y la vivencia propia a la acción colectiva. De la misma forma que la IA se ha creado siguiendo el modelo del cerebro humano, también los seres humanos podemos aprender de esas características de la IA para tener plug-ins que añadan funcionalidades y capacidades que permitan mayores impactos.

Significa seguir el ciclo de conversaciones y desde las conversaciones de cuidado de la relación y para posibles conversaciones, pasemos a las conversaciones para posibles acciones y para la coordinación de estas.

La propia existencia de la IA crea un espacio para que la conciencia humana se proponga no quedarse sometida y buscar los espacios de encuentro. Imagínate si esa conciencia y ese ciclo se instalase en las universidades del mundo. Mi experiencia personal me muestra como universidades como la Adolfo Ibáñez en Chile aceptaron incluir la articulación como una habilidad de su Magister de Habilidades directivas y para este mismo año habrá un curso independiente de Cultura del encuentro.

Ayer mismo recibí la llamada de la persona que está detrás de un nuevo proyecto de dos de las más importantes universidades de Chile para la formación de políticos con capacidades de gestión y articulación de proyectos que despolaricen la realidad que vivimos o dicho de otra forma recuperar la política para la convivencia una gestión de altura. Su invitación a participar en él me llena de esperanza.

La originalidad en todo ello puede ser la de practicar la defensa de las ideas con las que no estamos de acuerdo, como abogados defensores de lo opuesto, posiblemente descubriríamos lo impensado.

Y solo me queda darte las gracias por aceptar mi invitación y por la profundidad de tus respuestas.

***

Marynella y Juan se despiden, pero en este tiempo ya han construido espacios para seguir hablando, han descubierto el humor detrás de la seriedad de ambos, la lealtad al arte de comer, la afición de ambos a la poesía y la escritura, y muchas cosas más.

Se aseguran cafés de autor y relatos de viajes.

 
 

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