A una conversación de ser feliz

En el programa de Biolibros del Futuro que facilito, en el que doce personas cuentan sus decisiones para la travesía que inician hoy, la periodista y coach argentina María Rita Nahún narró poéticamente su esperanza en el tiempo por venir y citó la frase de una de sus íntimas amigas: “Estoy a una conversación de ser feliz”. Sentí el pulso de mi sangre advirtiéndome que tomase nota, que era un mensaje que no podía dejar pasar sin entender todo lo que contenía.

Escribí la frase lentamente con tinta azul y me conecté con el poder de las conversaciones, con el poder de la palabra, con la convicción de que es posible cambiar el rumbo de los acontecimientos. Dejé que desplegara en mí su ontología y llegaran sus imágenes.

Imaginé una conversación alrededor de ese fuego reparador que nos convoca a vivir, que permite que la llama nos haga su llamado, que llegue al cálido latir de todos los corazones. Imágenes de mujeres y hombres de todos los países optando por el camino del entendimiento, de elegir la silueta de una escena de diálogo gentil en vez de la sombra de la soledad y el desamparo.

Estar “a punto de”, al borde de esa decisión de elegir la serena felicidad de existir con quienes nos rodean. Estar a una conversación de girar una tuerca de la historia. Saber que la palabra está surgiendo de muchas bocas diferentes.

¿Puede estar todo al borde de una conversación de este tipo?, ¿cuál sería la primera palabra para iniciarla?, ¿qué debería pasar antes en nuestro interior?, ¿qué deberíamos dejar atrás sin olvidarlo?

 
 

La conversación como una chispa de lo nuevo

Me he ido a la habitación donde están los anaqueles de los libros de poesía que he ido conservando a lo largo de los años para abrir al azar y una vez más La casa está encendida (1949) de Luis Rosales, ese libro que acompaña mi vida y sus cadencias. Lo he abierto por la página N.º 39, donde señala:

La palabra del alma es la memoria

y en el bosque en que vuelve a ser árbol cada huella.

La sustancia del alma es la palabra

la palabra donde todas las cosas externas y reales

todas las cosas que vivieron se encienden mutuamente.

Se encienden mutuamente y de nosotros.

Vamos a hablar entonces, a decirnos, a tratar de que las convicciones dejen de tener patas de hierro, dejen de tener pilares inquebrantables y estáticos que nos cierran el movimiento hacia el encuentro. Necesitamos paz para vivir, pero las verdades suelen poner fronteras. Invisibles fronteras que nos separan y agreden.

Las primeras palabras pueden ser simplemente: estoy aquí. He venido a que hablemos, a escucharte y a que me escuches. Vamos a hablar para que aunque nada cambie podamos estar frente a frente sin rencores, alrededor de un fuego que es de todos. Podemos estar juntos y proteger la llama y tener la aspiración de que algo pase que no sea la lucha y la batalla.

Podemos estar a una conversación de un encuentro posible, donde no haya ángeles ni demonios, en la que ucranianos y rusos, judíos y árabes miren de frente el dolor que sienten y elijan no buscar la venganza.

Las palabras que surgen de esa llama no se las lleva el viento. Traen la concordia y no tienen otra prisa que la de ser escuchadas. Cuando la humanidad piense que la palabra no sirve, que es un subterfugio banal, que hablamos para fingir, manipular o imponer, no será humanidad. Volveremos a ser especies sin destino común y una esperanza que se ha llevado el viento.

 
 

La conversación como un camino hacia el futuro

Conversar tiene que ver con evolución, tiene que ver con construir y para eso existimos: para construir y no para destruir. Si dejamos de conversar empezaremos una etapa de involución.

Detengamos este tiempo de cruel desentendimiento. Siempre es posible dar un paso atrás porque retroceder no es lo mismo que involucionar. Retroceder puede mostrar la inteligencia de no avanzar hacia el precipicio, porque seguimos creyendo en un futuro de concordia y convivencia. Y allí vuelve el poeta Rosales a decir:

El camino de la guerra a la paz solo pasa por conversaciones. ¿Queremos la paz?

Finalmente, esa es la pregunta, ¿queremos construir?

La palabra del alma es la memoria.

La expresión unitiva y total.

Sobre cuya palabra se constituye nuestro recuerdo.

Sobre cuya raíz se constituye y verifica la palabra nuestra.

La esperanza del hombre,

que quizás es tan sólo la memoria filial

El planeta de la humanidad tiene desiertos de arena y de hielo. Tiene mares y cordilleras, seres que viven en el aire, seres de tierra y seres de agua. Religiones distintas, pensamientos diversos, orígenes múltiples, razas diferentes. La diferencia no es violenta. La violencia viene de la exclusión, de la imposición, de la falta de diálogo, del desconocimiento de la vida de los otros y del profundo dolor de sus historias.

Podemos estar a una conversación de un sendero de paz, a una conversación de recuperar la esperanza perdida.

 
 

En la articulación de un mundo más humano y sensible

 
Juan VeraComentario