Transformarse para transformar

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Dentro de una de las líneas comunicacionales que me he propuesto, centrada en lanzar preguntas a través de mis espacios sociales (Facebook e Instagram), pregunté hace unas semanas: “¿Podemos transformar la sociedad sin transformarnos nosotros?”. En esta ocasión, todas las respuestas coincidieron en la imposibilidad de que la transformación social suceda sino viene precedida por la transformación de los individuos que componen la sociedad

Coincido con esa mirada y por ello no seguí mi primera intención de que esta columna se llamara “Transformarás al mundo como a ti mismo”, porque ese título partía de la suposición de que los seres humanos queremos transformarnos, de la misma forma que queremos amarnos y en la práctica no siempre existe esa intención transformadora.

He seleccionado dos frases entre los comentarios y respuestas que recibí. La primera viene del usuario con el nombre @ukazuniga y de ella recojo: “La sociedad la componemos todas las personas, la construimos con nuestro accionar, con nuestro sentir y con lo que decimos, de tal manera que una sociedad es el resultado de los seres humanos que la integran”. 

La frase me hizo pensar que no podemos pedirle calidad al todo si no existe calidad de las partes. No podemos pedir ética de los gobiernos, si no hay ética en los ciudadanos. No tendremos una sociedad generosa o cuidadora, si nosotros no lo somos, si la compasión, el respeto o la inclusión no está presente en las conductas personales y antes de ellas, en los paradigmas de quienes forman parte de esa sociedad.

Una de las agrias discusiones que tuve en las redes sociales en la época del “estallido social” (preferiría llamarle como algunos “despertar social”, pero por argumentos como los que voy a referir no puedo hacerlo en propiedad) tuvo que ver con una inconsistencia: la de pedir el fin del abuso de quienes ocupan el poder social (causa con la que me siento identificado), mientras que al hacerlo se aprovecharon de su nueva posición de poder en las calles para impedir que las personas pasaran ciertas barreras puestas por ellos, si es que no bailaban o se unían a los cantos o gritos de quienes tomaban esos espacios públicos. Pedir el fin del abuso usando la violencia, pedir el fin de las conductas represivas reprimiendo, me parecieron y me parecen posiciones que en su naturaleza son opuestas, con independencia del tamaño del abuso.

No lograremos una sociedad que no abuse mientras nosotros, en la medida que sea, abusemos. La violencia genera violencia, la agresividad genera agresividad, el abuso genera abuso. Cambian los roles de quienes los ejercen, pero en ninguno de los casos el fin justificará los medios. En definitiva, cambiamos de abusados a abusadores pero no transformamos los principios que subyacen tras el sistema social.

La segunda frase que seleccioné fue de Juan Bossi (@jcbossi): “Debemos dejar de esperar transformaciones sociales sin primero cuestionarnos, revisarnos y emprender el camino hacia una transformación consciente. Coherente con nuestras aspiraciones y con nuestros deseos de un mundo mejor”.

De su opinión me quedo con la idea de la transformación consciente, esa que permite distinguir y enunciar entre lo que nos limita y los límites que queremos poner. Una transformación hacia una sociedad mejor implica previamente la identificación de las creencias que nos limitan, aquellas que no se han hecho cargo de derechos, virtudes y aspiraciones de una realidad más amplia y humana Una vez identificadas, su concreción en nuevas conductas y formas de convivencia tendrá límites conscientes, es decir, aquellos principios que no transgrediremos porque de hacerlo también serían inconsistentes con nuestros propósitos.

En primer lugar estamos hablando de las limitaciones de un estar en la vida con poca grandeza. Los principios son los límites para no mancillar la grandeza que habríamos logrado. Para que todo esto ocurra tenemos que desafiar la creencia de que nuestra experiencia del presente define lo que es la realidad y atrevernos a soñar con que un mundo mejor es siempre alcanzable.

¿Y qué hay más allá de lo que observamos desde nuestro paradigma habitual? Sin duda algo que no estábamos viendo.Cuando ampliamos nuestra mirada y logramos ver allí donde no alcanzábamos, podemos encontrarnos ya sea con algo que queremos evitar y nos confirma en la decisión de mantener cerrada la puerta, o bien, muchas más veces, podemos encontrar un escenario que nos gustaría, pero que creemos que es inalcanzable, que es una utopía fantasiosa. Ese es el espacio de la transformación a la que apunta la pregunta de la que partimos.

En el momento en que aceptamos que lo imposible se convierta en un simple obstáculo, hemos emprendido el camino de nuestra transformación.Sin darnos cuenta, hemos cambiado desde dónde miramos y con ello lo inalcanzable se pone al alcance del poder que sí podemos construir.

Juan VeraComentario