Sobre el espíritu de la esperanza
Este vuelve a ser un artículo sobre el impacto de la lectura de un libro. En este caso no forma parte aún de los escogidos para el nivel avanzado del Círculo de lectura y pensamiento que vengo dirigiendo en los últimos años, pero pronto lo será. Se trata de El espíritu de la esperanza (2024) del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que escribe sus libros en alemán (su segunda nacionalidad) y da clases en la Universidad de Berlín.
En Wikipedia dicen de él: “Está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia”.
Me suelo sumar a sus críticas, aunque, a la vez, critico en él algo parecido a un pesimismo esencial que impregna la mayor parte de sus libros como si fuera un kimchi necesario —un tradicional plato coreano— para ser filósofo en este tiempo abierto a la decepción.
La esperanza es el motor que guardo en mi interior a lo largo de toda una vida y a ella acudo cuando los hechos quieren llevar la contraria al optimismo. Pero de eso ya hemos escrito muchas veces.
Sobre esas fuerzas interiores del ser humano, Alessandro Baricco (me cambio de autor) dice en Abel (2024) algo tan bello como “una intención sin tiempo” para referirse a la profunda conexión con un propósito que vaya más allá de cualquier realidad. Un estado que podría considerarse la esencia misma de Dios, su modo de ser.
¿Puede ser eso la esperanza?, ¿nos acercamos a una manera de la divinidad cuando salimos de los datos, los teoremas y las fórmulas y elegimos continuar?, ¿estaremos siendo “como crece un bosque y vuela un pájaro”?, ¿es la esperanza la fuerza interior de una humanidad que quiere lograr sus sueños más luminosos?
No vamos a poner en duda que el mundo nos muestra, con una frecuencia desmesurada, que la conducta humana puede ser muy inhumana. Especialmente, cuando al juntarse con otros cae en una especie de euforia colectiva que apunta al mal, como si fuera el Este al que dirigirse. No ignoramos lo destructor que puede ser cuando ese colectivo se convierte en masa, en turba, en desbordamientos y desgarros, en violentos alfanjes mutiladores de sueños.
Esos mismos humanos podrían comportarse de una manera muy distinta, como dice Han Kang, la premio Nobel de literatura 2024, también de Corea del Sur (vuelvo a cambiarme de autor, autora esta vez. Ella escribió: “Mientras que otras manifiestan niveles de altruismo y valentía que difícilmente se hubieran alcanzado de manera individual. No es que ciertos individuos sean especialmente nobles, sino que la nobleza que anida de manera básica en todo ser humano hace su aparición gracias a la fuerza de la masa popular”.
¿Cómo somos, entonces, despreciables vivientes que hacen del egoísmo su móvil o almas benditas en busca del bien? ¿Qué es lo que mueve hacia el Norte o hacia el Sur del eje del bien y el mal?
El suave hilo de luz del nuevo día
De niño dormía en una habitación oscurecida para que el sueño fuera más reparador. La buena Tata bajaba las persianas y corría los visillos. Sin embargo, cuando yo abría los ojos siempre me fijaba en el suave hilo de luz que permitía ver las sombras de la estancia, el augurio de una aventura nueva y eso me hacía muy feliz. Un nuevo día, otra vez vivo, sí, un nuevo día para vivir. ¿Podemos elegir con qué quedarnos?, ¿podemos decidir nuestra forma de estar en el mundo?
Byung-Chul Han sostiene en El espíritu de la esperanza una discusión intelectual con Heidegger y mantiene que solo la esperanza abre las puertas al nosotros. Escribe: “Quien tiene esperanza, ama o cree, se entrega al otro y trasciende la inmanencia del yo. En cambio, en el pensamiento de Heidegger no tienen cabida el amor ni la fe. A ese pensamiento le falta la dimensión del otro. Quien no sea capaz de dejar de pensar únicamente en sí mismo, no podrá amar ni tener esperanza”.
Su planteamiento se basa en considerar a la esperanza como una disposición hacia el futuro, a soñar hacia adelante, a partir de un estado de ánimo que permite abrirnos a las posibilidades que ese futuro puede traernos. Heidegger, en cambio, basa su idea del ser en haber sido, en la historia vivida. Establece una profunda relación entre el ser y su pasado y no en lo venidero.
La esperanza como disposición al futuro
Para Byung-Chul Han, la esperanza es una predisposición hacia posibilidades aún no concretadas, hacia lo nuevo, lo venidero, lo que llama el advenimiento, aquello que puede ser en la medida en la que creo en ello.
La esperanza pone su mirada en lo que quiere nacer, en lo que queremos que nazca. Escribe: “Por el contrario, el pensamiento de la esperanza no se rige por la muerte, sino por el nacimiento. No se rige por la «estancia en el mundo», sino por la venida al mundo. La esperanza espera incluso más allá de la muerte”.
Encontrarse con este Byung-Chul Han fue el regalo de las últimas semanas del 2024. Supuso reivindicar ese proyecto hoy con la forma de encuentro virtual cada dos meses con una persona invitada que empezamos hace más de 4 años con esa gran coach y mejor persona, Elena Espinal, al que llamamos Motivos para la esperanza. Supuso también regresar en el tiempo a la habitación oscurecida, para decirle al niño: “Cuando desaparece la luz, solo está dormida. Duerme tu tranquilo. Mañana nace otro día y seguiremos juntos”.
Juan Vera
La articulación del mundo que queremos habitar