Artículos Articulados

Siempre hay motivos para la esperanza

Coautores de este artículo Elena Espinal y Juan Vera

Surgió en una conversación virtual en la que Elena y Juan estuvieron invitados por la International Coach Federation (ICF) de Colombia en abril del 2020. En algún momento saltó la palabra “esperanza” y Elena le hizo una pregunta a Juan. Esa pregunta condujo a una conversación posterior sobre el sentido de la vida, sobre las personas que nos mostraban que vivir es estar vivo con la consciencia de nuestra capacidad de influir y de transformarnos.

Surgieron también nombres, ejemplos y ambos decidieron iniciar unas conversaciones virtuales a las que pusieron por título “Motivos para la esperanza”. La primera fue el 13 de agosto del 2020. Desde entonces han completado una serie de ocho encuentros bimestrales que seguirán durante enero.

¡Cuántas acepciones de la esperanza! ¡Cuántos puntos de vista! ¡Cuántas nuevas preguntas! ¿La esperanza de esperar o la esperanza como decisión? ¿La esperanza como resultado de una probabilidad o la esperanza como la convicción de un tiempo único y valioso? En un nuevo Artículo articulado, Juan lanza la primera pregunta:

Juan Vera (J.V): — Elena, ¿qué es la esperanza para ti, más allá de una palabra? ¿Por qué la esperanza?

Elena Espinal (E.E): — Sí, buscar una palabra, un cajoncito donde ubicar nos tranquiliza, pero ¿dónde pongo la esperanza? ¿En el cajón de las emociones? ¿En el de los sentimientos? ¿Asociada a una hormona? ¿Al plexo solar y la necesidad de cuidar la vida? ¿La guardo en el cajón más grande, el de los inclasificables? No sé. Hoy, tal vez porque estoy escribiendo contigo que me animas a seguir metiéndome en lo que no sé, jugaré a no clasificar. Y acepto la pregunta: ¿Qué es la esperanza? ¿Por qué la esperanza? Y agregaré: ¿Para qué la esperanza?

Déjame recurrir primero al diccionario. A mí me sirve para ordenar las ideas y encontrar las palabras. A veces el diccionario parece adivinarme diciendo lo que quiero decir, pero más bonito y corto. Y otras, me desafía y me peleo o lo desautorizo. A veces es tan poco humano. Pareciera no comprendernos. Veamos:

Esperanza: La creencia firme de que al final, las cosas saldrán bien. Sin pruebas, sin certezas.

Václav Havel, el último presidente checoslovaco que tanto estudió a la esperanza, dice que no es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte. 

Estas definiciones me acercan a comprender la grandeza de ser humilde. A veces recurrimos a algo más grande que nosotros y confiamos en la vida misma, confianza que hemos olvidado desde nuestra necesidad imperiosa de control.

La esperanza, puede relacionarse con el optimismo, pero no son sinónimos. El optimismo es un estado emocional más que se relaciona con una manera de mirar el mundo desde “lo positivo”.

La esperanza genera la confianza en algo superior, en consecuencia, nos lleva a una grandiosa humildad y a un motor activo interno de esperar con fe no un resultado determinado sino el mejor resultado. 

Debo confesar que mi derecho a cambiar lo he ejercido en mi relación con la esperanza. Para mí, estaba más cerca de su significado etimológico. Del latín “spes” que significa espera, esperanza o “sperare” de esperar. La raíz indoeuropea “sp” está en otras palabras como “próspero” y “espacio”. En esa espera se pierde la responsabilidad de construir posibilidad, de hacerse cargo aún de lo doloroso, de atravesar tomándolo como parte de este juego, con la seguridad de que algo bueno vendrá después, detrás de eso.

 
 

La esperanza es un deseo de futuro de algo que no se tiene y algo que se ignora si será o ha sido satisfecho, pero cuya satisfacción no está en nuestro poder, no depende de nosotros. Eso te diría para empezar.

Mi pregunta para ti es: ¿Qué espacios vitales abre la esperanza? ¿Cómo se relaciona con la trascendencia o la vida espiritual?

J.V: — Antes, Elena, déjame precisar algo en lo que sé que estamos de acuerdo y es que aunque no tenemos el poder absoluto para lograr la satisfacción de aquello que esperamos, sí tenemos el poder de decidir que vamos a optar por la esperanza como un lugar desde el que estar en la vida. 

La esperanza es una decisión que podemos tomar y cuando termine de responder a tu pregunta también estaré diciendo que es una decisión que nos conviene tomar.

Me preguntas qué espacios vitales abre la esperanza y mi primera aproximación me lleva a recordar a personas que he visto sumidas en la desesperanza, todas ellas ya no sentían el deseo de seguir viviendo o cuando era una desesperanza focalizada en un ámbito, se desconectaban de ese ámbito. Lo cerraban con independencia de las consecuencias que pudiera tener en el resto de su vivir.

Para mí la esperanza, en su esencia, es energía de vida. Si el ser humano está en busca de sentido, la esperanza es el combustible que requiere para no cejar en esa búsqueda cuando aparecen los primeros indicios de que el sentido puede estar lejano o de que se nos muestra esquivo. Es la energía que nos permite no relacionar nuestras convicciones con las probabilidades de éxito sino con una fuerza superior. Esto se desprende también de alguna de las ideas que has incluido en tu definición.

Esa fuerza superior puede tener que ver con lo que tú has llamado vida espiritual. En mi adolescencia tuve que leer por obligación a los místicos españoles y después en la vida adulta regresé a ellos por elección y sin el peso de convicciones religiosas. Esa conexión con lo más alto está llena de esperanza en sus versos. Sea el “Cántico espiritual” de San Juan de la Cruz o el poemario de Santa Teresa de Jesús. 

A pesar de los dolores y las vicisitudes persiste la esperanza de alcanzar una vida superior. En su poema “Vivo sin vivir en mí”, Santa Teresa lo expresa con esta dramática belleza:

Solo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Su esperanza está puesta en el morir, que llegue pronto la muerte para estar delante de su Amado, que el vivir aunque sea un arduo camino le lleve a la alta Vida que para ella estaba en el más allá.

No es diferente para quienes no creemos en ese más allá. La voluntad puesta en un propósito se convierte en coraje gracias al cual mantenemos la esperanza ante lo desconocido, ante la incertidumbre o la ambigüedad. 

La esperanza no requiere nada a cambio, la retroalimentación que la mantiene surge de la conversación interior en eso que tú llamaste espacios vitales. Tú me preguntaste cuáles abre la esperanza. Yo te diría que aquellos desde los que surgimos como seres humanos, aquellos a los que requerimos regresar de vez en cuando. Abre los espacios que nos anteceden, abre las habitaciones en las que conocimos la vida y en los que la vida sigue mereciendo ser vivida.

 
 

Elena, déjame que introduzca en esta conversación una variable: la de la vivencia del tiempo mismo. Thomas Szasz, el padre de la antipsiquiatría, decía que el aburrimiento es la sensación de que todo es una pérdida de tiempo. ¿Puede ser ese uno de los principios de la desesperanza, no encontrarle sentido al presente que vivimos?

E.E: — Amigo, creo que Thomas Szasz es un gran provocador para que observemos cuán pocas verdades hay en nuestra manera de mirar y cuántos juicios nos condicionan, al menos, para que podamos vivir juntos. Cuando relacionas desesperanza con aburrimiento podemos comenzar por mirar a qué llamamos así en cada una de esas emociones o estados de ánimo:

El aburrimiento podemos describirlo como un estado donde no existe una relación con el mundo ni con lo que pasa, casi ni con uno mismo. Heidegger decía: “Uno se aburre”. Se ha borrado hasta quien lo observa. Puede darse por la relación con el tiempo que no pasa nunca o porque no encuentro nada diferente en lo que pasa: nada me entretiene, me asombra, me admira. Ni siquiera notar lo interesante de la quietud que ocurre en el “no pasa nada”.

Kierkegaard lo relaciona con el disgusto y el miedo. La desesperanza lleva a la fatalización, a la pérdida de un poder tan total que no hay forma de salir ni de lograr. Es el nihilismo en el grado más superlativo.

Tal como me preguntas: ¿Cómo se perderá el sentido y la relación con la vida misma cuando nada tiene sentido ni nada se puede esperar? ¿Será esa una forma de estar muerto mientras se respira? Kierkegaard, al menos, le da cierto valor creativo al aburrimiento porque dice que Dios creó al hombre porque estaba aburrido y luego creó a la mujer cuando se volvió a aburrir.

Entonces, Juan, parece que del aburrimiento se sale. ¿Se podrá salir de la desesperanza?

J.V: — Elena, te respondo, a la vez que sugiero que este artículo se titule así: “Siempre hay motivos para la esperanza”, lo que no anula que también los haya para la desesperanza. Es una elección que debemos hacer. Y para esa elección es importante encontrar el sentido de la propia vida. El sentido de respirar y despertar cada mañana.

Bastaría con amar a alguien, con que alguien nos ame, con la posibilidad de que alguien sonría en el mundo. Para no cambiar de autor, el propio Thomas Szasz se refería al yo de la siguiente forma: “A menudo la gente dice que esta o aquella persona no se ha encontrado a sí misma, pero el yo no se encuentra, se crea”. 

Ese alguien no es desesperanzado, como un atributo de su personalidad. Se desespera porque interpreta los hechos de una determinada manera. Cuando encuentra motivos para interpretarla de otra manera puede re-crear la esperanza. Y no los encontramos por casualidad, los encontramos porque nos disponemos al encuentro.

Salimos de la desesperanza cuando las heridas o las decepciones las vivimos como adversidades y no como facticidades inamovibles. Es decir, algo que puede hacer más difícil alcanzar lo que quiero y a la vez con más valor si lo alcanzamos. Salimos de la desesperanza cuando trabajamos el desapego y nos quedamos en lo esencial.

La sociedad basada en el positivismo también nos lleva a un requerimiento de sentirnos permanentemente satisfechos, como si fuéramos clientes de nuestro propio vivir. La intolerancia a la frustración termina desembocando en el desesperanzamiento. Eso puede generarnos una cierta sumisión a un sistema que nos dé aquello a lo que consideramos que tenemos derecho. 

No somos clientes de nuestro vivir. No tenemos que portarnos bien para regresar al Paraíso. Más bien somos seres que encuentran sentido dentro de sí mismos. Para eso necesitamos la esperanza de que mientras estamos vivos podemos vivir y sentir la vida.

Tal vez me pongo muy abstracto, pero tengo claro que la esperanza no tiene que ver con la resignación. Todo lo contrario, es una decisión que opta por lo que para cada uno es correcto, aceptando el riesgo de ser herido.

Propósito posible

Elena y Juan terminan su Artículo Articulado, pero la conversación sobre la esperanza no termina entre ellos. Es algo que está abierto como una ventana para seguir mirando al mundo. 

El día 6 de enero tienen su siguiente capítulo de “Motivos para la esperanza”. Volverá a él alguna invitada o invitado que muestre que ningún obstáculo, ni ninguna condición de vida le arrebató la esperanza y que con su ejemplo la contagian, la siembran al aire, la convierten en lluvia fina y pródiga.

Quienes lean en el futuro este artículo se preguntarán a qué 6 de enero se refieren y no importará. Siempre habrá un 6 de enero en el que un propósito será posible. 

 

Programa articular

Te invito a conocer un espacio formativo nacido de la esperanza por construir un mundo mejor

Juan VeraComentario