El caos para un nuevo orden

Hace unas semanas escribí sobre el malestar social. Hoy escribo sobre el caos. Siento la necesidad de distinguirlos. Podemos sentir malestar ante una situación de caos cuando nuestra mente aspira al orden, cuando nuestra forma de pensar parte de la idea de que pensar es poner orden a las ideas que compiten por explicar la realidad. Una realidad que es interpretable y, por lo tanto, que puede ser considerada más real cuando una lógica inexorable la interpreta y emerge un relato sobre ella.

El caos, sin embargo, representa una complejidad que la mente no ha llegado a explicar. El caos tiene un orden inexplicable. Puede ser el resultado del avance y la complejidad de una evolución que supera la capacidad para entenderla y administrarla. Se refiere a ese momento en el que el afuera tiene demandas que el adentro es incapaz de resolver. 

No hablamos, por lo tanto, de una crisis. No hablamos de un momento en el que la descoordinación impide el avance o en el que la disputa entre las distintas interpretaciones hacen difícil centrarse en un diagnóstico. Hablamos de un escenario sin relato, ante la incomprensión de lo que significa lo que nos rodea o aquello en lo que estamos inmersos.

Poéticamente –siempre una forma generativa de acercarse a lo desconocido– se hace referencia a un momento previo de inquietud, a un silencio sordo que no percibe el temblor naciente del centro de la Tierra.

Cuando miro a la sociedad y cuando miro a la democracia siento que algo similar está pasando: Sordera, ceguera, insensibilidad, miedo y ante ello el desafío de una mente colectiva que perciba el caos social y lo abrace sin abandonar la acción, sin pretender tener una explicación para actuar. Frente a ello está el riesgo de que consideremos que es imposible encontrar el camino que nos lleve a la responsabilidad colectiva de avanzar juntos apostando por la armonía implícita de ser humanos.

La ausencia de un mapa no impidió a los exploradores adentrarse en las selvas, pero también es cierto que sin mapas y sin relato es fácil que aparezca la tentación de acaparar el poder, de emular a un dios ausente que dicte un orden nuevo que nos regrese a lo posible, a aquello que puede requerir sacrificar las utopías, las libertades, los espacios de diálogo y todo lo que representa confianza hacia el valor de lo humano. Un orden que requiera obediencia y excluya a quienes no estén de acuerdo. Eso que hasta ahora nos han pedido los populismos y todas las dictaduras de uno u otro signo.

 
 

Dinámicas de equilibrios

El caos es también el escenario para un salto a otra conciencia. Si el mundo del que somos parte tiene como origen un momento de caos deberíamos ser menos temerosos de lo caótico. Si desde la destrucción el Big Bang logró una expansión generativa que hoy llamamos universo debiéramos acercarnos al caos con mayor respeto.

¿Qué orden puede salir de este momento de gran desorden, de pilares que se caen, de creencias que dejan de tener valor, de variables que se entrecruzan dejando como estela un ovillo que nos hace pensar en el desorden y en lo enredado?

No olvidemos que el caos emerge de un equilibrio que dejó de serlo. Un equilibrio que al interaccionar con su entorno en un momento específico dejó de servir y se enfrentó a nuevos requerimientos y nuevas posibilidades. Podemos por ello mirarlo desde la incomodidad esperanzadora que sucede a una poltrona en la que nos sentamos con la convicción de que habíamos llegado a una verdad que resultó ser frágil y perecedera. 

En la historia de la humanidad el caos social nos ha traído siempre preguntas poderosas: 

  • ¿Podremos desarrollar nuestro máximo potencial desde las ruinas de una sociedad en la que la gestión del presente se ha saturado de pasado?

  • ¿Podremos abandonar las muletas y caminar vacilantes, pero sin miedo entre los nuevos temblores de lo desconocido?

  •  ¿A qué debemos temer más? ¿Al caos o a quienes quieren poner orden desde miradas y sensibilidades anteriores a él? Desde el tiempo muerto, desde lo desvanecido.

  • ¿Cuáles debieran ser los nuevos ejes de un debate sobre el futuro?

Las respuestas que nos demos reconfigurarán el sentido del poder y la política, de lo plural y lo singular, del valor de la experiencia y de la creatividad. Seguramente aceptaremos la validez de ese caos social al reconocer que la deriva de nuestras lógicas nos estaba conduciendo a un profundo y deshumanizado abismo.

 

PROGRAMA ARTICULAR

Un espacio formativo para articular un mundo complejo donde "caos" no sea una mala palabra.

Juan VeraComentario