Artículos Articulados

¿Puede ser la política un arte?

Juan Vera - BLOG -  Arte y Política, dos prácticas que comparten la creación de un mundo al que pertenecer.

Coautores de este artículo: Iris Boeninger y Juan Vera

Iris y Juan se conocieron por internet o, mejor dicho, a causa de internet. No fue a través de una conferencia por Zoom o alguna otra plataforma digital, sino en el vestíbulo del edificio al que Iris acababa de llegar a vivir y en el que Juan vivía desde hacía años. El conserje se dirigió a Iris y le dijo: “Pregúntele a él”. Iris quería saber cómo le estaba yendo con el nuevo proveedor de internet que Juan acababa de contratar, pensando que era la mejor tecnología del mercado. Le dijo que muy mal, que no se le ocurriera.

Juan ya sabía que la hija del prestigioso político chileno Edgardo Boeninger se había mudado al edificio, pero ese día conoció a Iris y desde ese momento tuvo su propia identidad de artista plástica, diplomática, política y conversadora.

Después se han visto muchas veces. Han compartido cenas con sus parejas y sus amigos. Han compartido conversatorios y opiniones sobre la situación de la política, sobre el placer de viajar, sobre el arte. Se han preguntado hacia dónde va el mundo y el pensamiento.

Iris se inscribió en el espacio Biolibros de Humanidad que dirige Juan, una experiencia muy reveladora en la que apareció el dolor, la esperanza y la poesía. Y, sobre todo, esa poética de los días iguales y distintos, del pasado que es presente, del presente que amanece, de los colores desnudos que cada día nos tocan, nos alegran o nos llenan de nostalgias de no sabemos qué.

Juan invitó a Iris a escribir un Artículo articulado y, como acostumbra, lanza la primera pregunta.

Juan Vera (J.V.):— Querida Iris, tú que has vivido la política desde la cuna, ¿crees que la política puede llegar a ser un arte? Y si es así, ¿cuáles serían?

Iris Boeninger (I.B.):— Querido Juan, la sola y bella descripción de nuestro en/cuentro/en-armonía/en-cariño se dio gracias a un elemento que pocas veces consideramos: el azar, ese que nos regala situaciones diversas, bellas. En este caso, sorpresas que también condicionan a la política.

Me preguntas si la política puede llegar a ser un arte. ¿Llegar a ser? ¿O es un arte? Sin duda, la política es una forma de arte en su pura y verdadera acepción de la palabra. El arte del bien decir y bien hablar. El arte de la retórica en su esencia. El arte del bien hacer, y sobre todo, de quien gobierna y de quienes son gobernados.

Aristóteles dice que “por muchas razones es necesario que todos participen por igual en la capacidad de gobernar y de ser gobernados”.

La política entonces, o el arte de la política, trata de resolver los innumerables problemas que tienen los seres humanos en la sociedad en que viven. Aquí confluyen diversas emociones y características de quienes ejercen la política, como la sensibilidad, la ética, la responsabilidad y la capacidad y la habilidad para encontrar la forma de construir un mundo mejor para quienes lo habitan, interpretando sentimientos y necesidades. Saber utilizar los tonos, las formas, los colores como pinceles permite a los políticos llevar a cabo su obra.

En los ciudadanos o los gobernados confluyen emociones y características como la necesidad, el deseo, la angustia, la ética, la incertidumbre, la responsabilidad de votar y elegir. ¿A quién? Será quien le pinte, escriba, cante o represente mejor lo que necesita. Si ello no ocurre, aflora la tristeza y la desolación. En ese cruce de sensibilidades nace la acción política, que debiera buscar, construir y organizar el bien-estar de las personas.

Son miles de lianas de distintos tonos y colores que pintan y cantan egos, acuerdos, desacuerdos para estar cerca o distante del ciudadano. La obra de arte es el arte de hacerla. Al igual que la política, que la buena política.

Por cierto, Juan, me preguntas cuáles serían los pinceles para lograrlo. Los pinceles serían quienes hacemos política, que en realidad somos todos, Sí, todos, desde distintos ámbitos, posibilidades, necesidades y responsabilidades. Si no se eligen los colores adecuados, si la paleta es frágil, si la honestidad y el buen deseo no surge, la obra no tendrá forma. Se esfumará y desaparecerá entre ríos de lágrimas de los niños que no aprenden, de los ancianos que no tienen, de los enfermos que no se curan y de los jóvenes que se quedan sin futuro.

 
 

Juan, y tú, ¿cómo sientes esto que te digo?, ¿cómo incorporas el amor y la democracia en la política, en el qué-hacer cotidiano?, ¿se podrán calmar las penas de aquellos que quedan solos cuando los egos de quienes ejercen la política los olvidan?

J.V.:— Gracias, Iris. Si empiezo por el final de tu pregunta compuesta sólo puedo responder que no, que esas penas siguen vivas. Siguen siendo heridas abiertas con el agravante de que en múltiples ocasiones el dedo que las agranda o que las hace más dolorosas es el de aquellos a quienes votamos. En esos momentos el ciudadano no puede sentir que la política real sea un arte. Mas bien percibe que es un espacio en el que solo se salvan los que llegan a ejercer el poder. Un espacio tosco, más que artístico, egoísta más que comunitario.

Y, sin embargo, claro, si busco las raíces, si me sitúo en el centro de mi corazón, también podría hablar de un arte de la política que debiera tener mucho de escuchar sensiblemente, de cercanía y de cuidado, de saber llegar a acuerdos y propuestas viables.

En tu pregunta hablas de incluir el amor y la democracia en la política. Haces ya una distinción implícita entre la política como el ámbito del gobierno de la comunidad y la democracia como una forma concreta de gobierno dentro de ese ámbito. Incorporar la democracia implica ya un acto de amor, porque sólo desde el respeto y el afecto hacia los otros por encima del que profesamos a las ideas propias podemos aceptar que la línea de gobierno sea el resultado de una mayoría de la que no formemos parte. Desde mi punto de vista esa es la grandeza de la democracia: abandonar el poder de la fuerza en su más amplio sentido, cuando no es mi opción la que sale elegida. Preferir estar juntos que estar de acuerdo. Valorar la relación por encima del intercambio.

Los problemas son muchos y muy variados. El tiempo de los gobiernos es corto y las energías son limitadas. Desde esa constatación no podremos garantizar una política que cure heridas y evite daños humanos si buena parte del tiempo y la energía está dedicada a combatir y no a construir, mientras las estrategias propias estén más enfocadas a derrocar a las estrategias contrarias que en levantar nuevas armonías posibles.

Finalmente, has pronunciado la palabra “ego”. Lo único que me gustaría de un mundo distópico de vigilancia es que todos los que nos interesáramos por ejercer la política tuviéramos que pasar por una puerta magnética que identificara la cantidad de partículas de narcisismo y exclusión. Y digo esto porque siendo cierto que con frecuencia las propuestas se alejan de las necesidades reales, existe mucha información sobre lo que “habría que hacer”. Tampoco creo que falte inteligencia. Lo que falta, a mi juicio, es generosidad, amplitud y cuidado.

Y vuelvo a preguntar a la Iris imaginativa. Si fueras la organizadora de un gran encuentro de mujeres y hombres de la política, ¿cuál sería el menú de actividades?, ¿cuál el programa de temas? Me encantaría saber cómo te lo imaginas.

I.B.:— Juan, me con-mueves, y mueves sentimientos profundos, porque es cierto que hay penas vivas, hay heridas abiertas, hay abandonos y un ego-ismo que deja de lado a los ciudadanos, porque el interés del político muchas veces no está en los intereses colectivos de la gente sino en los propios. Una parte mía, soñadora, romántica y llena de esperanzas, está hoy en colisión por la fuerza y crudeza de la realidad dura y concreta, donde el sufrimiento se hace cada vez más presente.

No debemos perder la esperanza.

No podemos perderla.

Debemos y podemos hacer algo.

La humanidad ha contado con grandes políticos y gobernantes que alimentaron la esperanza en millones con su ejemplo como Ghandi o Nelson Mandela, quienes lograron esa anhelada paz, que estará siempre en la historia de la humanidad.

También, y en mayor cantidad lamentablemente, te digo en silencio de dolor y respeto por quienes han muerto mueren y sufren, que un grito desgarrador nos recuerda que también hubo y hay dictadores y asesinos férreos insensibles en la historia de la humanidad. Lo vivimos lo sabemos, los detestamos y rechazamos.

Hoy quien elige la política como su camino de vida sabe qué responsabilidad asume, ya que se violan los derechos humanos, que mucha gente no come, que los niños no aprenden, que a los adultos no les alcanza, que el planeta está en ebullición. Y sobre todo, en una gran inequidad sumada a la falta de igualdad de oportunidades, violencia, narcotráfico. Asesinan a ciudadanos inocentes o no, a candidatos a la presidencia, y mucho, mucho más.

Muchos políticos se olvidan del pueblo y creen que los votos son de ellos y para ellos, pero son de los votantes. Los políticos tienen la responsabilidad con quien le dio su voto.

Entonces, como ciudadanos debemos comprometernos con la defensa de la democracia, con el amor y la poesía que se merecen quienes habitan cerca de nosotros y trabajar en pos de ayudar a que se logren consensos; a que un logro compartido que signifique ceder y otorgar será lo que dignifique la política y entonces entraría en el círculo virtuoso del arte, del amor y del compromiso que requiere de, cómo tú dices, una gran generosidad, amplitud de pensamiento y cuidado por la calidad y eficacia de la democracia.

Le pides a la Iris imaginativa que imagine un encuentro de mujeres y hombres de la política. A la imaginación, al sueño, que seguramente tendremos que bajar a la concreción posible. Y dibujo, imagino y siento lo siguiente.

Basado en tu gran experiencia con Biolibros de Humanidad y las articulaciones y en mi pequeña, pero intensa experiencia junto a mi amor por la nueva política y la democracia, propongo e imagino lo siguiente: Una Bio-politeia de cada uno. Un encuentro de mujeres y hombres de la política, del “yo soy” al “qué pasa y qué haré”.

Partimos de la realidad cruda que hoy vivimos con la obtención de que de allí salgan respuestas reflexiones ideas que nos/les den luz. A este grupo imaginario que tendremos frente a nosotros le preguntaría, suponiendo que vienen dispuestos a desnudar su sentimiento en honestidad y pureza.

  • ¿Creen que están en el camino correcto de su accionar político para evitar extremos y populismos del cualquier color?

  • ¿Han tenido acciones políticas de las cuales se arrepientan? ¿Cuáles son y qué harían para no repetirlas?

  • ¿Qué creen que deben mejorar en su camino político?

  • ¿Creen que escuchan al ciudadano lo suficiente? ¿Conocen ustedes aquí presentes, sus necesidades, sus urgencias? ¿Han pensado el camino para avanzar que debe ir más allá de su propio periodo de gobierno?

  • ¿Sienten que su adversario político es eso, un adversario, o lo sienten como un enemigo? ¿Qué harían al respecto?

  • ¿Dialogan para imponer o para acordar?

  • Si aman a su patria, si han elegido la política como un arte a ejercer, ¿lo están logrando?, ¿están haciendo lo suficiente?

Juan querido, infinitas preguntas y formas que van y terminan con algo bastante simple: establecer qué necesitan los ciudadanos, enumerando a conciencia el qué, el cómo y el cuándo.

Estamos claros en algo: la política será un arte cuando quienes la ejecuten se despojen y entreguen a resolver los problemas colectivos de los ciudadanos, a través del diálogo, del convencimiento de que un logro compartido donde cada uno deberá ceder en alguna posición será en beneficio de la gente y será la forma de evitar los populismos y los extremos. No es la fuerza la que resolverá.

Los engaños populistas abordan los problemas en forma tan efímera, que luego se agravan. Es la verdadera disposición al diálogo, el cuidado y amor por lo que haces, el genuino interés por el que sufre, por el que no aprende o el que teme, lo que nos llevará al camino adecuado para transitarlo en paz.

Juan, apelo a tu experiencia, sensibilidad y profundidad y te pregunto, ¿te parece que puede ser conducente este encuentro que me invitaste a imaginar?, ¿lograremos entrar en la fibra íntima de políticas y políticos que hoy se envuelven en recetas mágicas, identitarias y lejanas de la gente?, ¿se despojarán los políticos de la capa dura con la que se cubren?, ¿lograremos que salgan al menos en reflexión?, ¿lograremos que sientan con más fuerza el deseo de trabajar para una mejor vida para todos?, ¿cómo mejorarías mi propuesta?

J.V.:— Difíciles preguntas, Iris. No lo sé, pero sí sé que debemos intentarlo, que abandonarnos a la desesperanza asegura que ocurrirá el peor escenario. Por lo tanto, responderé desde la disposición de que es posible. Me vienen a la mente los versos de Silvio Rodríguez en esa bella canción que tituló: “La Maza”.

Si no creyera en la balanza,

en la razón del equilibrio.

Si no creyera en el delirio.

Si no creyera en la esperanza.

Si no creyera en lo que agencio.

Si no creyera en mi camino.

Si no creyera en mi sonido.

Si no creyera en mi silencio.

¿Qué cosa fuera?

¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?

Si no creyéramos que es posible, si no creyéramos que en el fondo de los corazones de quienes en algún momento sintieron el impulso generoso de la cosa pública la llama sigue vive o al menos las brasas están encendidas este diálogo sería un mero ejercicio de nostalgia y fantasía.

Dicho esto considero que son necesarios varios supuestos que están al fondo de lo que tú planteas. Por ejemplo, cuando dices “que vienen dispuestos a desnudar su sentimiento en honestidad y pureza”. Y eso tiene que ver con la propia convocatoria. ¿A qué los convocamos? No tendría sentido convocarlos a un debate o a un taller. Deberíamos ser claros en que convocamos a un encuentro. Es decir, a encontrarse. El encuentro sería el principal resultado, no la negociación.

Esto significa que algunos no vendrían, porque no quieren en realidad encontrarse, y en ese sentido, podríamos decir que hay poca politeia en sus posiciones. Es cierto que podrían tener un argumento y es que representan las posiciones radicales que los propios ciudadanos les piden. Esto abre otra conversación sobre la educación política de la ciudadanía. Esa será para otro café.

Por otra parte, si queremos que se quiten la coraza, como tú sugieres, antes de llevarles a las preguntas que planteas necesitaríamos que aparecieran sus vidas y muy especialmente lo que provocó el llamado. En mi experiencia, a la que tú aludes, para mí ha sido conmovedor cuando en algún coaching político he pospuesto el problema que se planteaba o el análisis de la posición que me estaban planteando, para conocer qué hecho concreto les llevó a entrar en política. En ese momento los ojos les vuelven a brillar y aparecen más puntos de conexión entre opositores. Hay un dolor, una injusticia. Aparecen emociones que podrían cambiar el punto de partida de ese encuentro que planteamos.

Tú usas un concepto que me gusta: “fibra íntima”. Y para que contemos con ella debemos generar intimidad. No sólo un diseño lógico. La intimidad nos puede poner en el espacio del arte, de la humanidad. Seguramente entonces, desde esa emocionalidad, podríamos plantear, ¿qué nos está pasando?, ¿qué petición más profunda se expresa detrás de lo que nos piden?, ¿a qué estaríamos dispuestos para lograr que todos vivamos en paz?

Como he insinuado en otras conversaciones detrás de la cesión está el miedo o la conveniencia. Sin embargo, detrás de la concesión está la grandeza.

 
 

Y considerando el espacio que parece adecuado para que no desistan de la lectura quienes nos lean quiero hacerte una última pregunta a la que puedas contestarme en un solo párrafo. Bueno, tal vez en dos. Tú, además de una mujer política, eres una artista. ¿Qué mensaje político hay en tus cuadros y en tu obra plástica?

I.B.:— A tu pregunta, querido Juan, respondo que el arte es poesía. La vida es poesía. Cada obra es un misterio. Cada obra es un trabajo en equipo con las emociones, los pinceles, los colores. Te comparto un fragmento de un poema de Ida Vitale, poeta uruguaya, premio Miguel de Cervantes 2018.

“La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo”.

Ida Vitale

El infinito y el misterio están presentes en mi obra y en mi quehacer como economista y política. Se trata de que somos seres humanos, ni más ni menos. Y cómo tales sentimos, decidimos, hacemos, actuamos, vivimos y nos proyectamos. Usar la libertad positiva, la idea de que solo soy realmente libre si soy un ciudadano capaz de deliberar con mis conciudadanos sobre el destino de nuestra comunidad política.

Esa libertad es la que siento cuando pinto o escribo y trato de expresar. He allí, creo yo, y creo que coincidimos, el meollo del arte de la política.

Y acá mi última pregunta, querido, sensible e imaginativo Juan. ¿Qué le propondrías a quienes nos leerán para lograr un pluralismo de compromiso?, ¿cómo podemos ejercer la responsabilidad que tenemos como los ciudadanos que requiere la democracia para tratar de construir nuestro ser cívico de una vida común compartida que requiere reunirse, organizarse, razonar, argumentar y debatir juntos?

J.V.:— Podría responderte con un solo infinitivo: escuchar. Sobre todo, escucharnos. Y eso no es fácil porque precisa dejar nuestra mente en silencio. Propondría que incluyésemos en las agendas de todos los ciudadanos del mundo un espacio dedicado a escuchar sensiblemente desde el silencio interior. Propondría que en las escuelas los profesores hicieran preguntas y pidieran a los alumnos que no dieran respuestas, que las dejaran flotando en el aire.

Uno de los grandes problemas al que nos enfrentamos es el de no permitirnos preguntas y pensamientos que no correspondan a la forma en que decidimos que es la realidad. Desde la escucha, el diálogo es posible y desde el diálogo podemos cerrar el círculo de una escucha sublime que regresa a nosotros.

En mis cursos de comunicación y liderazgo siempre he citado a Moisés Cordovero, un judío sefardí nacido en el siglo XVI en España que fundó una academia de estudios cabalísticos en el norte de Israel. Él hablaba del escuchar sublime. Decía que cualquier tonto puede escuchar el mal en el otro. El secreto del escuchar sublime era escuchar el bien que hay en el otro.

En breve te respondería esto, querida Iris, y te daría las gracias por aceptar la invitación a esta forma de enlazar pensamientos, preguntas y respuestas, yendo y viniendo por las redes como las olas del mar.

***

Iris y Juan se despiden con la claridad de que se encontrarán en cualquier momento en el vestíbulo del edificio en el que viven y no podrán evitar hablar de Ida Vitale, que escribió:

y no admitir palabras

que pongan en la sangre

limaduras de hierro.

Juan le preguntará si también le gusta esa otra uruguaya, Idea Vilariño, que dijo:

el dolor ya no cabe

la tristeza no alcanza.

Probablemente, Iris se interese por ese Cordovero que aunque viviera en Córdoba, pudo venir del pueblo de Asturias que lleva el mismo nombre, o más que venir, huir de las tropas cristianas que persiguieron a judíos y árabes en aquellos siglos de alfanjes y de lanzas. Tampoco entonces se escuchaban.

Y seguirán hablando de política y arte, dos ingredientes que cuando se juntan restablecen la posibilidad de un futuro de esperanza.

 

Juan Vera

La construcción del encuentro humano

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