Artículos Articulados
No hay una sola Roma, no hay un solo camino
Juan no recordaba la fecha exacta de la charla en la que conoció a Gail, pero ella le mostró que fue el 5 de agosto del 2016 en Casa Coach, cuando Juan fue invitado a hacer una exposición sobre el coaching en el poder y la política, el tema que más había desarrollado hasta ese momento.
Casa Coach era un lugar para que los coaches presentaran sus avances en el arte de ese tipo de acompañamiento de otros. Tras la exposición de Juan, Gail tomó la palabra para presentarse y habló de su experiencia de coaching a través de las catas de vino. Habló del coaching con caballos. Todo ello era desconocido para Juan. Sí, había escuchado de terapias con caballos a través de Carola, la hermana menor de su gran amigo Raúl Herrera.
Juan y Gail se vieron después en congresos y en algún evento de Newfield Network. Juan la invitó al espacio de “Encuentros Consultoría XXI”, que dirigía en Gestacción Consultores para presentar la metodología Point of You, una forma de abrir condiciones de encuentro a través de fotos. Para el buscador de caminos y ecléctico Juan —como se definió en el último artículo articulado escrito con Amancio Ojeda— todo eso era muy curioso e interesante. Nunca profundizaron demasiado dentro de una relación que fue muy amable siempre. Debió haber razones para ello.
En el 2023, siendo ya Gail la presidenta de la Asociación Chilena de Coaches Ontológicos Profesionales (ACCOP), llamó a Juan para conocer su opinión sobre el conflicto entre la Federación Internacional de Coaching Ontológico Profesional (FICOP) y las asociaciones que la componen y solicitar su mediación, tema abordado en el Artículo Articulado con Sandra Rozo. Tuvieron varias conversaciones. Una de ellas especialmente abierta en la que también estuvo presente la coach María Francia Utard.
Tras ello, ambas formaron parte de la cohorte #7 del programa Articular de Juan, realizado en horario cómodo para Europa, y Gail invitó a Juan para abrir el congreso de la ACCOP celebrado en el mes de noviembre 2023.
Ahora Juan ha invitado a Gail a escribir un Artículo Articulado y lanza, como acostumbra, la primera pregunta.
Juan Vera (J.V.):— Querida, Gail, gracias por aceptar mi invitación. Mi pregunta apunta a conocer qué tienen en común los distintos caminos que has iniciado para incorporar a ellos el concepto de coaching. ¿Cuál es realmente tu búsqueda?
Gail Thornton (G.T.):— Gracias por tu pregunta, Juan. A lo largo de mi vida laboral, la curiosidad por descubrir lo que existe en otros lugares, conocer otras culturas y descubrir nuevos sabores me ha llamado la atención. De ahí que mi primera carrera fue turismo y luego el mundo del vino en donde me especialicé en crear experiencias que nos mostraran y enseñaran otras cosas para que las personas sacaran otras partes de sí a flote.
Creo que eso me lo traje a mi ser coach, ya que el develar lo que vive detrás de nuestras muchas máscaras y armaduras a través de experiencias como el juego, el movimiento, la danza, los viajes, el vino, la fotografía, los caballos, entre otros, logra un coaching menos resistente y más amoroso, simple y visible, tanto para mí como para mis clientes.
A través del juego y las experiencias podemos conectar con nuestros pilotos automáticos y transparencias, todo eso que en el día a día no nos damos cuenta que hacemos o decimos, e incluso permite develar algunos puntos ciegos psicológicos.
Desde mi mirada, yo no puedo cambiar, soltar, sanar ni transformar aquello que no estoy viendo, por lo que mucho de lo que me mueve es cómo acompañar a otros a que puedan ver sus cegueras y descubrir sus creencias limitantes para así desafiarlas y comenzar a transformarlas. Porque todos buscamos conectar con un mayor estado de bienestar y felicidad. Es como no haber notado que había una piedra en el zapato, ya que algunos podemos ser buenos para no sentir molestias cuando estamos en un quehacer intenso. Y cuando logro parar y la siento, tengo dos opciones: o no hago nada y me vuelvo a hacer el loco consciente de la incomodidad, o hago algo para estar mejor. Psicológicamente, funcionamos muy similarmente.
Los juegos y las experiencias nos regalan una ventana para mirar al otro y al reflejárselos, invitar a que esa persona reflexione sobre sí misma. Usar las fotografías es como mirarse al espejo y develar muy rápido al observador que tengo enfrente y escuchar la fenomenología en sus explicaciones. Los caballos, por otro lado, develan muy rápidamente el mundo emocional del humano e incluso pueden apoyar en la contención emocional de quienes están interactuando con ellos. Los vinos nos regalan experiencias sensoriales para conectar con nuestros sentidos, que poca atención les prestamos en el cotidiano, e incluso metáforas y experiencias en boca que nos invitan a la reflexión y mostrar cómo nos estamos viviendo la vida.
Una experiencia que me gusta mucho es el maridaje, en donde el propósito es jugar con el pH en tu boca, ya que al movilizarlo de un extremo a otro y seguir degustando un mismo vino, percibimos cómo cambia en nuestro paladar. En estricto rigor, el vino en sí no ha cambiado en nada, pero en nuestra boca si y así pasa en la vida, en donde no podemos necesariamente cambiar a una persona o una situación, pero sí podemos cambiar todo dentro de nosotros en cuanto a cómo percibimos a esa persona o situación. El secreto está en encontrar qué maridaje (acción/movida) sería para nosotros el más adecuado e invitarnos a cambiar nuestra percepción de ellas.
En foto-terapia, por otro lado, al observar una fotografía podemos ver como una imagen es percibida de mil formas distintas, en donde la imagen tampoco cambia nunca, pero lo que yo observo en ella, lo que me provoca mental, corporal y emocionalmente, siempre está cambiando, porque yo estoy siempre en movimiento. Lo que veía en una imagen ayer no es lo mismo que veo hoy, y así ir develando lo que están pasando dentro de mí.
Y bueno, podría seguir hablando horas de esto porque el tema me apasiona y siempre estoy buscando, creando e innovando y a que no todas las personas conectan con las mismas experiencias ni reacciones de igual forma, y por lo demás me invita a mí misma a descubrir nuevas experiencias y disfrutar mi propio viaje de descubrimiento.
Siguiendo en la línea de aquello que ha impulsado e inspirado mi propia búsqueda, ¿cuáles son aquellas cosas que han impulsado e inspirado la tuya?
J.V.:— Parto por decir, querida Gail, que ese “hacer aparecer al ser humano” que está presente en tu respuesta es un propósito que ha estado siempre en mí. Cuando desde la preadolescencia organizaba reuniones para leer poesía en los grupos de los que formaba parte, me guiaba la experiencia de que la poesía lograba que surgieran emociones que mostraban aquello que estaba bajo el velo. Y así, de pronto, aparecían aspectos que estaban ocultos en los momentos más livianos y superficiales.
Hay una aspiración que ha sido y es más impulsora aún de las cosas que hago y es la inclusión que deviene en la integración real de personas de distintos orígenes y propósitos. Me muevo desde una máxima: la convivencia es posible. Sin duda es difícil, pero es posible y cuando llegamos a vivir la comprensión y la compasión crecen poderosamente en nosotros, convirtiéndonos en mejores personas.
Creo firmemente que somos seres en cuya naturaleza está vivir en comunidad y esa idea me alienta a buscar a los otros a pesar de considerarme más introvertido, incluso tímido, que extravertido. La comunidad nos permite unión, pertenencia, ser parte, coincidir y a la vez diferenciarnos.
Hoy buena parte de lo que hago pretende crear comunidades de reflexión, pensamiento y acción para lograr apertura al diálogo y a la aceptación de lo diferente.
Me inspira la curiosidad, el ir más allá y, especialmente, en aquellos temas que me ponen en contacto con cierta incomodidad o cierto riesgo. Eso me llevó a la informática, después al emprendimiento, después al coaching, a cambiarme de país, a convertir la pandemia en una etapa de creatividad. Puede que en esa curiosidad haya algo de rebeldía y la idea de que casi todo se puede cambiar.
Me inspira también la estética. El contacto con la belleza me produce un orden interno en el que puedo desplegarme y hacer cosas con sentido. Sé que tras todo ello hay dos sentimientos que están presentes en mi vida: el amor y la gratitud. A ellos invoco en los instantes de descarrilamiento, que no son muchos, pero que, a veces, se asoman también a mi ventana.
Y vuelvo a preguntarte y ahora no me refiero al coaching, ni tampoco a los caminos distintos que has seguido, estoy pensando en esas “Romas” a las que te diriges. ¿Dónde quieres llegar en este momento de tu vida?
G.T.:— ¡Qué buena pregunta! Hoy quiero llegar más lejos física y metafóricamente, tanto en mi vida personal como en lo profesional. Me mueve seguir explorando, descubriendo nuevos lugares, culturas, personas, experiencias y, por sobre todo, disfrutar más de lo que hago en todos los ámbitos de mi vida, lo que ha sido una constante en mi camino.
Pero al mismo tiempo siento que la vida me está invitando a soltar mi zona de confort y desafiando a ir más allá, a aparecer más. Mis sueños son grandes, pero me he dado cuenta de que he jugado en pequeñas ligas y es tiempo de subir a la siguiente división, ya que me falta para llegar a ese destino. Por ejemplo, el escribir este mismo artículo ya me saca del área chica y a la vez me invita a hacer algo diferente y me abre una posibilidad de llegar a otros lugares.
Inicialmente, quería ser una gran conectora de mundos y a través del turismo lograr desarrollo económico y social en pequeñas comunidades de nuestro país. Así pensé que mi aporte al mundo sería con “una experiencia a la vez”. Luego entendí con el coaching que la gran mayoría de los problemas humanos son por falta de conversaciones y ahí pensé que mi aporte sería apoyar al mundo a “una conversación a la vez”. Pero hoy el mundo está cambiando a una velocidad sin precedentes y me estoy quedando corta con mis acciones, que ya no son suficientes para llegar a ese destino soñado en tiempo y forma, por lo que siento que es tiempo de innovar. Y aquí hablo en varios ámbitos de mi vida.
Veo a muchos seres humanos transitando por el mundo aturdidos, perdidos, desconectados de sí mismos y del entorno. Van por la vida sin propósito, a la deriva, en piloto automático, siguiendo mandatos, culturas, modas y están cada vez más solos, más enfermos, más infelices y menos en paz.
¿Cuándo fue que nos perdimos y nos desconectamos tanto como humanidad?
Sueño con un mundo de personas que se atreven expresar lo que sienten; que resuelven conflictos sin llegar a la guerra; que buscan espacios de encuentro más que de desencuentro; que conversan más y pelean menos; que juegan y disfrutan más y se quejan menos; que están conectados con su propósito y consigo mismos; que se atreven a ser auténticos; que escuchan al otro como un legítimo otro; que persiguen sus sueños; que aman y cuidan a otros y el entorno; y por sobre todo, que son coherentes con lo que piensan, sienten y hacen, logrando el anhelado espacio de bienestar y felicidad. ¡No creo estar sola en este sueño!
Hoy siento la necesidad de seguir expandiendo los caminos para alcanzar a más personas y organizaciones y gestionar estos espacios, abriendo posibilidades para mejorar nuestras vidas, que es la única que tenemos. Y que nos regalemos el tiempo para parar y responder algunas preguntas que probablemente ante su simpleza veamos que no son tan fáciles de responder como: ¿Quién soy?, ¿qué quiero?, ¿para dónde voy?, ¿con quién/es quiero ir?, ¿cómo quiero llegar?, ¿qué necesito para mi destino?, ¿qué me impide partir o emprender?, ¿a qué le tengo miedo? Y tantas otras preguntas. Pero solo atreviéndonos a responderlas, podremos soltar pilotos automáticos para tomar el timón en nuestro barco y ser protagonistas de nuestra vida y no meros espectadores. Darnos cuenta de que tenemos el poder de escribir nuestro propio guion de vida, es muy empoderador y a mí me inspira y moviliza a seguir escribiendo un nuevo guion para mí, ya que quiero innovar y generar impactos de mayor envergadura. Llegar más allá de Roma.
Y pensando en todo lo que ha inspirado tu propio viaje Juan y a donde has llegado hoy, ¿qué habrías hecho diferente? Y ¿a qué nuevo destino te gustaría llegar?
J.V.:— Antes que nada, Gail, gracias por esta profunda respuesta. Y por esto de las sincronicidades, fíjate que en esta semana que termina, Víctor, mi entrenador personal, con el que practico TRX (Total Resistances Exercises), esos ejercicios que se hacen con correas aprovechando el peso del propio cuerpo en suspensión, me hizo la misma pregunta. Nosotros alternamos el ejercicio con el humor y, de pronto, con preguntas profundas sobre la vida, la política, la sociedad y las relaciones.
“¿Qué habrías hecho diferente en tu vida, Juan?”, me preguntó y me quedé un rato en silencio. Estoy contento con mi vida cuando la miro como una trayectoria. He cometido errores, pero no sé si los borraría, más allá de algunas escenas, porque me sirvieron para encontrar aquello que se esconde detrás de los errores. Luego le dije: “Tal vez haber confiado más en mí”.
Ahora tú me traes de vuelta esta pregunta y me encuentro cercano a algunas de tus mismas reflexiones. Me has hecho recordar una anécdota que me ocurrió en octubre del 2011 en Venezuela. Fui a hacer un taller a la Asociación de Comerciantes e Industriales de Valera (ACOINVA) en el Estado de Trujillo. Trabajé con empresarios y directivos temas relacionados con liderazgo, gestión de entornos y alianzas. En un momento determinado les invite a hacer un ejercicio de observación de su caminar en parejas.
Alguien caminaba a su paso habitual, otro u otra lo seguía imitando ese ritmo y después este segundo mostraba al primero la forma en la que lo había visto caminar. Más tarde se invertían los roles. Tras eso sacaban conclusiones sobre lo que esos caminares les mostraba de ellos mismos y de la identidad que proyectaban.
El grupo de alumnos era impar y yo me ofrecí para hacerlo con el desparejado. Se llamaba Hermann Pargas, un emprendedor, coach y consultor trujillano. Cuando me tocó mostrar mi caminar, él me siguió observándome con mucha atención y lo que me mostró fue a alguien que caminaba erguido, con la mirada al frente, con un aspecto de seguridad, pero que daba pasos muy cortos. Fue un auténtico shock para mí. Él, calmadamente, me preguntó: ¿Qué impide que con lo que nos estás enseñando no des tus pasos más largos?
Esa pregunta me acompañó mucho tiempo. He hablado varias veces con Hermann para agradecerle lo que me mostró. Seguramente ha tenido que ver con cosas que tiempo después he propiciado hacer, por ejemplo, mi programa Biolibros de Humanidad: ir más allá de cualquier otra experiencia de vinculación.
¿Adónde querría llegar? Algo he manifestado en mi respuesta anterior. Quisiera dejar una huella en el avance de caminos para el encuentro, para la creación de relaciones que permitan ir más allá de lo que permite el acuerdo de partida. Caminos que puedan ir más lejos que las explicaciones metodológicas que los sustentan. Adentrarse en el misterio.
Voy entonces a la última pregunta, querida Gail. Para llegar más allá de Roma, como me planteas, tal vez tengamos que soltar parte de ese equipaje que nos pesa. ¿Qué has aprendido en tu trayectoria de coach que es necesario soltar?
G.T.:— Otra gran pregunta y debo confesar que soy de las personas a quienes les cuesta soltar cosas.
A lo largo de mi carrera de coach, que no es tan larga —solo tengo 9 años ejerciendo como tal— he adquirido muchas herramientas, metodologías y sistemas que hoy están como entrelazadas y amalgamadas en una unicidad que juega y se moldea acorde a cada cliente. Pero sí podría decir que requiero soltar algunas viejas estructuras que hacen que este danzar entre mis diversos conocimientos y métodos se vuelva en ocasiones algo rígido.
Antes decía que toda innovación debía tener cierta estructura, pero hoy me pregunto si esa estructura no está al mismo tiempo limitando aquello que está deseando emerger y que podría impulsar una mayor innovación, que me inspire a crear algo nuevo que rompa paradigmas y desafíe mis estructuras para convertirse en algo mejor.
Si lo quisiera decir más ordenado, podría decir que tres cosas:
La estructura. Siempre he usado la metáfora de que todo edificio requiere de cimientos para construirse, que los materiales cambian, que incluso al remodelarlos se suelen dejar las estructuras madres, dejando espacios nuevos en donde sumándole la decoración. Esto transforma muchísimo los espacios, dejándolos irreconocibles. Si tengo una estructura cuadrada y quiero hacer algo redondo, mi cuadratura no funcionaría. Ahí creo que es necesario soltar para posibilitar el cambio deseado. De lo contrario podrían limitar las formas que quieren comenzar a aparecer y que podrían incluso sorprender.
La forma. Aprendí que el coaching no siempre tiene una forma lineal, pero que si se ve de cierta manera. Hoy creo que el mundo está pidiendo nuevas formas, nuevos juegos y desafíos. Aquí también me siento invitada a soltar para ver de qué forma nueva podría generar esta danza de transformación con otro en donde se exploran distintos ritmos y tempos; distintas metodologías y movimientos; distintos lenguajes para lograr formas únicas y a la vez precisas con aquellos con quienes danzo en la arena de la vida y la transformación.
Las expectativas. Esto es lo que más me cuesta soltar. En las organizaciones siempre hay expectativas de los resultados que debe tener un proceso. Existen objetivos que cumplir y aunque no intervengan en cómo obtenerlos las expectativas juegan en contra de lo que está queriendo emerger, tratando de apresurar los procesos el destino requerido cuando el destino más idóneo podría ser otro nuevo e inesperado y tal vez mucho más pertinente que el original. Lo mismo pasa con mis propias expectativas de ser coach y el tipo viaje que deseo lograr en un proceso personal u organizacional.
Como nos pasa a varios, suelo ser bastante más dura y exigente conmigo misma y esto a veces me genera espacios poco amorosos y compasivos. Soltar las expectativas que tengo sobre mí y sobre cómo se debe ser un proceso de coaching y simplemente confiar en que el camino y la forma serán perfectas para llegar a puerto, sería perfecto en este momento de mi vida.
Tal vez tenga que soltar más cosas de las que he aprendido, pero creo que siendo amable conmigo podría hacer ajustes sin desarmar mucho el edificio que bastante me ha costado construir y que declaro me gusta cómo se ve. Hoy quiero llevarlo a nuevos lugares más livianos y aerodinámicos para volar a nuevos horizontes.
Llegando ya a la recta final, mi querido Juan, pienso hoy en aquellos que están leyendo este artículo y se encuentran en búsqueda de su propio camino y/o destino. Dada tu propia trayectoria, ¿cuáles son las reflexiones y/o preguntas que les invitarías a hacerse a esa persona para encontrar orientaciones que les sirvieran?
J.V.:— Haciéndome cargo de esa acotación que tú muy bien me haces al referirte a quienes se encuentran en búsqueda de su propio camino y sin pretender considerar que en todas las búsquedas nos servirían las mismas preguntas, hay algunas que a mí mismo me han hecho detenerme o que he usado en el acompañamiento de otras y otros.
Una de ellas es la que propone Otto Scharmer en su Teoría U cuando plantea: ¿Qué me está pidiendo la vida que haga? Es decir, no es lo que consideramos que deberíamos hacer o lo que nos gustaría hacer desde la forma en que observamos el mundo, sino que, como también tú sugieres, es una invitación a salirnos de la trasparencia en la que vivimos y escuchar atentamente las señales que la vida, el entorno y el futuro que emerge nos están dando.
Una segunda pregunta que he usado más de una vez y a la que me refiero en el capítulo de quiebres de mi libro Articuladores de lo posible (2019), es la de transportar al acompañado al futuro. Por ejemplo, Gail, imagínate que soy tu coach y te planteo: han pasado 15 años, ya no eres la presidenta de la ACCOP, algunos de los vínculos y las influencias que tenías ya no están, tampoco las oportunidades que ese rol y la experiencia vivida hasta entonces te permitían tener y tienes 15 años más. ¿Qué es lo que no te perdonarías por no haber abierto cuando estabas en condiciones de hacerlo?
Podría llevarte también a tus miedos y preguntarte en una tercera vía: ¿Si fueras 5 veces más valiente de lo que eres qué te atreverías a hacer o a no hacer?, ¿si fueras 10 veces más valiente quién te atreverías ser?
En cada uno de estos caminos, las preguntas nos enfrentan a los miedos que nos detienen, a la falta de confianza en nuestros propios propósitos, a la comodidad del no hacer algo distinto, a la falta de apertura para mirar lo que pasa fuera de nosotros, a nuestras cegueras. Todos ellos nos llevan a Romas distintas que tienen en común la confianza en la vida y en nosotros mismos para vivir la aventura poética que constituye la oportunidad de nuestra existencia.
Sólo me queda agradecerte profundamente haber aceptado esta conversación que ha puesto en evidencia que hay formas de conversar que nos llevan a profundidades necesarias.
***
Gail y Juan se despiden también con preguntas. ¿Por qué no tuvieron esta conversación en aquel agosto del 2016? Se prometen hablar sobre por qué Gail considera que se queda corta en sus acciones y por qué a Juan le tuvieron que mostrar sus pasos cortos. ¿Qué es corto?, ¿qué es largo?, ¿qué es suficiente?, ¿cuándo es el ahora?
Saben que pronto seguirán trabajando juntos en otra experiencia profunda como es Biolibros de Humanidad y eso generará más contextos para que surjan más caminos y más Romas.