Artículos Articulados

Empresa y sociedad: una conversación pendiente

Juan Vera- BLog  Empresa y sociedad: una conversación pendiente

Coautores de este artículo Mario Morales y Juan Vera

Mario y Juan se conocieron en el nivel avanzado del programa El Arte del Coaching Profesional de Newfield Network. Mario era alumno y Juan uno de los relatores a cargo de las asignaturas Coaching para la articulación de entornos complejos y El ámbito organizacional en un nuevo entorno.

Mario es un conocido académico y consultor preocupado por la responsabilidad social de las empresas. Su concepto Gestión Responsable del Negocio (GRN) da cuenta de ello. Eso le llevó a buscar una conversación con Juan fuera del aula, que ha ido tejiendo una amistad.

Tiempo después, Mario participó en los programas Coaching para transformar el poder y la política y La habilidad de articular, que propiciaron nuevos cafés y nuevas conversaciones en las que se fueron incluyendo otras personas y, con ellos, nuevas coincidencias. 

Así, sobrevino la urgencia de contribuir a la necesidad de que el mundo empresarial pase del interés por las utilidades económicas para sus accionistas y el bienestar de sus clientes, al de orientar el desarrollo humano de la comunidad y el enriquecimiento de la sociedad de la que son parte.

¿Qué podemos hacer juntos?, se preguntaron. Mario le envió sus papers. Juan le invitó a escribir un Artículo articulado. Y aquí están sentados en el café virtual La Bezanilla, trayendo el nombre de una heráldica azul, del antiguo reino de Castilla y León a estos tiempos sin fronteras ni certezas. Queriendo pensar en el futuro desde la sonoridad de una tradición de siglos que requiere abrir sus almenas para poner más alma.

Juan toma la palabra.

Juan Vera (J.V):— Mario, te propongo hablar de la conversación pendiente entre empresa y sociedad. ¿Por qué y para qué esa conversación? Sé que es una pregunta que puede requerir una larga explicación, pero empecemos por las ideas basales de lo que observas.

Mario Morales (M.M):— Primero que todo, Juan, confesar el agrado de poder conversar contigo, de tener la posibilidad de mirarnos de manera simétrica intercambiando ideas sobre un tema que sabes que para mí es parte de mi propósito, parte de aquello a lo que quiero dedicar mi vida y energía en los próximos diez mil días de mi vida. 

Déjame confesar que mi experiencia de trabajar más de 30 años con empresas y estudiarlas desde mi rol académico desde hace unos 20 en escuelas de negocios me han permitido entender lo que son y lo que significan para la sociedad. 

He observado con preocupación y pena cómo quienes las administran han comprendido erróneamente ese rol en la sociedad, cómo se observan actos desde empresas y organizaciones que no son aceptables y cómo en ello, a mi juicio, hemos sido responsables las propias escuelas de negocios, al extremar su función económica y maximizadora de beneficios de corto plazo, sin profundizar en entender lo que tú preguntas. 

¿Por qué y para qué existen las empresas? Pero no solo las empresas. Toda organización, sea pública o privada, con o sin fines de lucro. Sea cual sea su naturaleza, es necesario comprender por qué y para qué existen.

Esta mirada maximizadora y de corto plazo ha llevado en muchos casos a un comportamiento de quienes las administran que se aleja de lo que yo creo que debe ser una empresa. Esas miradas, que estimo erróneas e incluso no profundamente conscientes, han llevado a pasar a unos seres humanos por sobre otros seres humanos sin cuestionarse el por qué y para qué, han destruido el planeta y en muchas ocasiones han generado dolor.

Así no podemos extrañarnos de que hoy una parte de la sociedad sienta desprecio por ellas y una mayoría desconfianza. Esto refleja un quiebre que no es posible mantener, ya que empresa y sociedad se necesitan y deben co-existir. 

Yo aspiro a que la sociedad se sienta orgullosa de sus empresas, sean públicas o privadas. Para ello, debemos cambiar la forma cómo hemos mirado esta relación que hasta hoy es asimétrica.

Como puedes ver, conversar de la relación empresa-sociedad, de lo que es y lo que debería ser, es un tema necesario, y no solo a nivel intelectual y académico. Cada uno de nosotros se vincula y se seguirá vinculando con empresas y organizaciones cada día. Ellas nos proporcionan bienes y servicios, son parte de nuestra vida y lo seguirán siendo. 

Creo que en estos tiempos es necesario establecer una nueva forma de articular esa relación, que comience desde la mirada respetuosa al ser humano y la naturaleza sin que ello sea contradictorio a que exista retribución económica para quienes arriesgan, invierten o gestionan una empresa.

 
 

Juan, mucha gente cree que lo que yo pienso es imposible. ¿De qué manera crees tú que nuestra profesión de coaching podría aportar a articular esta relación y que esta cruzada en la que estoy embarcado, pueda lograrse?

J.V:— Yo parto de la base, estimado Mario, de considerar que nuestra profesión solamente encuentra su sentido cuando hay quiebres en la vida de las personas o en el transcurrir de las organizaciones. Identificar una ausencia es el comienzo de una posible acción de apoyo para fortalecer y desarrollar. Veo una oportunidad en la situación que describes y especialmente porque su posible solución dependerá de un cambio de paradigma del rol de las empresas y de su interacción con el todo del que forma parte. ¿No es eso a lo que nos dedicamos? Entonces tenemos claramente una opción de aportar.

Es cierto que mantener la declaración de imposibilidad acaba convirtiéndola en verdad. El punto, entonces, es llegar a las creencias que sostienen esa declaración. Si fuera la de que el ser humano es básicamente insolidario, egoísta y ambicioso, como afirma Hobbes, tendríamos que recurrir a los ejemplos donde la humanidad ha mostrado que, si el bien no prevaleciera sobre el mal, aún estaríamos en la época de las cavernas.

Si siguiéramos el camino de una lógica que nos llevara al impulso humano de tener poder, nos podríamos abrir a cuáles son las fuentes de ese poder. Efectivamente, la fuerza en todas sus expresiones ha tenido un rol importante en la historia, pero también la ha tenido la fuente del código moral, como lo muestran las religiones y las ideologías. En ese sentido, hoy aparecen nuevas conversaciones sobre la insostenibilidad de conductas con respecto al cuidado del planeta, la exclusión social o la desigualdad.

¿No es hoy la reputación un capital fundamental para las empresas?, ¿contarán con él aquellas corporaciones que no defiendan las creencias que hoy han tomado fuerza en la propia calle en la que viven los ciudadanos que son y serán sus clientes? Esa calle en la que conviven las nuevas generaciones es una importante fuente de poder. Por ahí iría mi principal camino de respuesta a tu inquietud.

Ahora bien, desde tu conocimiento de las empresas por dentro, ¿qué principales obstáculos encuentras para que se produzca la apertura a esta escucha de los nuevos conceptos de valor que se están produciendo en la ciudadanía consciente, por ejemplo, en cuanto a la participación directa, el cuidado del medio ambiente o el respeto a la diversidad?

M.M:— Mirar la empresa por dentro es un ejercicio necesario, pero no suficiente para encontrar los obstáculos que en forma evidente existen a la hora de establecer esa relación. Hoy cada vez más empresas se interesan por entender cómo sus actos impactan, dadas las oportunidades y riesgos que ello implica, en cómo habitan una sociedad más informada y organizada que les exige comportamientos distintos y las empujan a mostrarse responsables, pero sin comprender el peso de sus propias decisiones de consumo. Y menos aún, entender la importancia de las empresas para la sociedad, llegándose a una postura de contrincantes.

Así entonces, a mi juicio, existe un problema por partida doble. Por un lado, está el cómo la empresa se gestiona en cuanto a hacerse cargo de sus impactos positivos y negativos sin que se ahonde mucho en preguntarnos para qué existe. Y, por otro lado, el de la propia sociedad, compuesta por individuos que muchas veces no son conscientes de temas tan centrales y fundamentales ligados al consumo.

Llegamos entonces a una mirada de partes que se usan en beneficio propio, pero que está acotado por la mirada utilitaria. Con esto quiero decir que la empresa mira a la sociedad desde sus intereses como, por ejemplo, un camino para lograr un resultado financiero, si es lo que la mueve, y la sociedad mira a la empresa como un mal necesario para satisfacer necesidades, pero quedando con ese “gusto a poco”. 

Esta mirada de partes, donde cada una busca su bienestar particular, hace perder la esencia de articular esa relación por medio de objetivos comunes y de formas más creativas de establecer la relación, tensionándola de tal forma, hasta llevarla al nivel de una cuerda que está a punto de cortarse.

Así, se pierde un potencial de bienestar para ambas partes, lo que no ha sido inocuo, ya que siempre “alguien paga”. 

Creo que hemos sido todos perdedores. El planeta posiblemente se ha llevado la peor parte; la gente que trabaja en las empresas que se estresan por una presión que se ejerce desde la gestión para el logro de los objetivos que la dirección de la empresa impone y que el mercado exige al buscar un menor precio; los proveedores de esa empresa que ven transmitida la presión de reducir costos; y el cliente o usuario que muchas veces ve frustradas sus expectativas de obtener de la empresa ese bienestar que busca.

Al otro lado está la sociedad que, al desconfiar de sus empresas, pone en un mismo saco a todas y muchas veces ve con malos ojos el que la empresa exista. Se comienza a sospechar hasta de los más sanos emprendedores al estigmatizar el lucro. Se suma a ello, el que la sociedad muchas veces obliga a las empresas a ir sistemáticamente a una reducción de costos, gatillando una producción que termina dañando el planeta y generando contaminación. Se produce un círculo del que hasta ahora empresa y sociedad no han sabido hacerse cargo y donde cada parte no ve absolutamente necesaria a la otra.

Creo, Juan, que la relación empresa-sociedad debe ser repensada. Quienes enseñamos e investigamos en las escuelas de negocios debemos liderar un proceso transformador que comience desde los nuevos estudiantes y los ejecutivos que estén dispuestos a comprender el verdadero rol de la empresa en la sociedad y a buscar formas de gestión donde los objetivos de la empresa y la sociedad puedan alinearse en una relación simétrica. 

Llevar a que se comprenda que la empresa y la sociedad se articulan por medio de lo que llamamos “negocio”, es un desafío. Este negocio representa la solución a una ausencia que la sociedad en forma explícita o implícita declara y donde la empresa, sea pública o privada, debe hacerse cargo de manera responsable de resolver. De esta forma, se aportará al objetivo de la sociedad de mejorar su bienestar y la empresa podrá obtener una ganancia por hacerse cargo de la ausencia declarada por medio de la ejecución de un negocio.

Te podrás dar cuenta que “negocio”, desde una mirada articuladora, nada tiene que ver con conceptos como “lucro”. Podría haberlo, pero ello solo si la empresa lo busca. Si no lo busca también hay una ausencia de la que la empresa debe hacerse cargo. 

La maravilla de los negocios es que siempre son un verbo que resuelve una ausencia y que se conjuga o se articula entre empresa y sociedad: transportar, entretener, enseñar, prestar, proteger, sanar, evangelizar, cuidar, administrar, acoger, etc. Toda empresa ha decidido hacerse cargo de la ausencia de un verbo y debe comprender que su promesa a la sociedad es hacerlo bien. Si ello ocurre, la sociedad incrementará su bienestar y la empresa podrá tener una ganancia económica si es que la busca.

 
 

Quisiera aprovechar la imperdible oportunidad de preguntar al “Articulador de lo posible”, ¿qué te ocurre cuando escuchas el concepto de negocio asociado a ausencia y que yo diga que es precisamente el negocio el que podría articular la tan dañada relación entre empresa y sociedad?

J.V:— Pues me ocurre, Mario, que me siento cómodo con ella. Tú sabes que hablar de ausencia es común para mí como parte de la metodología de la articulación que enseño. Planteamos que la articulación surge a partir de la existencia de una ausencia, de algo que falta. 

En el lenguaje del mercado hablaríamos de “demanda”. La demanda resulta ser una necesidad que alguien tiene, convertida en petición. La ausencia puede funcionar igual o ser invisible hasta que alguien no se hace cargo de ella. Lo que falta para un nivel de mayor bienestar, de más dignidad, de mayores posibilidades para avanzar, puede estar durante tiempo en el silencio. Y desde luego, igual que en la buena política o el activismo social que trata de mejorar el mundo, la empresa puede cumplir un rol de gran valor, siempre que aspectos tan sutiles y humanos estén entre sus objetivos. Y, como tu bien dices, frecuentemente no lo están.

Entiendo que mientras el mundo empresarial no genere suficiente confianza en la sociedad y se piense, por ejemplo, que la llamada responsabilidad social adopta este discurso como una estrategia de maquillaje de imagen para lograr mejorar sus posibilidades de crear necesidades de consumo —y con ellas mayores beneficios—, tendremos escasas posibilidades de que el encuentro se produzca.

Ahora bien, en esta conversación quiero pensar en positivo. Por eso la palabra ausencia me convoca más. Lo que consideramos que falta no es o no puede ser lo artificialmente creado para crear consumo. La ausencia habla de una mayor esencialidad para lograr estándares de convivencia social superiores y de calidad de vida personal más altos.

Hoy muchas empresas, para lograr prestar algunos de esos servicios, han empezado a tomar el rol de articuladores, convirtiéndolo en su core business. Pensemos en Uber o Airbnb, logrando que personas y activos externos a su propia organización se pongan en valor y se conviertan en negocio. 

Desde una mirada antagónica alguien podría decir: “Se enriquecen a partir de mi trabajo y mis activos”. Desde una mirada positiva lo que vemos es que aportan una plataforma de negocio para que otros participen en él. 

¿Qué prevalecerá? Dependerá de cuán conscientes sean esos empresarios, de su nivel de conciencia social, de la calidad de sus relaciones con la comunidad en la que el negocio se produce. Unas relaciones que no sean la mera satisfacción por lo que han pagado, que impliquen una mayor entrega de valor para que esa comunidad crezca y en ella se eliminen las desigualdades que hoy tienen al borde de un daño irreversible a la democracia liberal.

Y para terminar, Mario, quiero hacerte una pregunta corta. ¿Crees que están dadas las condiciones para que las empresas encaren este presente con una actitud como la que proclamas?, ¿por qué? Imagínate que estás en un programa de televisión y solo tienes un minuto para responder.

M.M:— Juan, me encanta tu pregunta para cerrar esta conversación. Hace cinco años tenía muy poca confianza de que ello podría ocurrir. Hoy tengo la certeza de que ello va a ocurrir, no como un fenómeno instantáneo y espontáneo. Por ello he declarado que dedicaré mis próximos diez mil días de vida a esto.

Cuando planteo esta mirada en mis clases de postgrados a ejecutivos veo el entusiasmo con que estas ideas son recibidas. Siento algo así como que todo un gran ejército de ejecutivos que crecieron aplicando prácticas que hoy no son del todo aceptables necesitaban ver alternativas para aplicar sus conocimientos y capacidades desde nuevos paradigmas, sea cual sea su disciplina: marketing, finanzas, operaciones o recursos humanos. 

Al presentar a la empresa como un espacio de crecimiento, de bienestar, de aporte a la sociedad, no veo a esos ejecutivos retorcerse en sus sillas. Siento que en la mayoría sus ojos brillan y aunque puedan pensar que no es fácil lograrlo, tienden a mostrar interés en cómo poder aplicarlo desde sus espacios. 

La relación empresa-sociedad que hoy está tensa, requiere de forma urgente de nuevas miradas, de ampliar el observador que hemos sido en la gestión de los negocios y desde ahí obtener nuevos resultados. Podrá haber resistencia de quienes están cómodos en sus viejos paradigmas, pero como nos diría Thomas Kuhn, las “anomalías”, eso que parece raro, comienzan a asomarse y eso prepara el escenario para la nueva empresa.

Termino, querido Juan, diciéndote que creo que hoy más que nunca se necesita resolver los problemas de la sociedad y el planeta. Tengo claro que estos problemas jamás los resolverán los Estados. Estos problemas los resolverán las empresas y debemos, por lo tanto, transformarlas en el espacio que siempre debieron ser: el espacio donde el ser humano se encuentra con otros para desarrollar sus capacidades y talentos en beneficio de otros seres humanos.

Juan, no puedo terminar esta conversación tan amena sin preguntarte algo que puede parecer una pregunta simple, pero en el fondo sé que es compleja e incluso algo incómoda. Sabes que el coaching no es precisamente buscar que nos mantengamos en zonas cómodas. La hago desde la sinceridad de conversaciones que abren conversaciones. ¿Qué nuevos espacios o nuevas miradas abre para ti esta conversación? 

J.V:— Releyendo nuestra conversación creo que las respuestas de ambos están dentro de un mismo espacio de inquietud. Ahora bien, si considero que hoy te veo a ti más cerca del mundo de la empresa que a mí mismo, podría decir que se amplía mi esperanza de que pueda ocurrir un cambio si quienes enseñan en las escuelas de negocios, como es tu caso, piensan como tú.

Creo que aún hay que profundizar más un aspecto que no solo tiene que ver con la necesaria relación proveedores-clientes dentro de estándares éticos y de calidad y que expresaría diciendo que las empresas son parte de la sociedad y que habría que llegar a la conciencia de que estamos, no solamente en el mismo mar, sino que deberíamos navegar en el mismo barco, una frase muy repetida durante la pandemia, y eso implica favorecer la paz social y el desarrollo de ciudadanía responsable.

Celebro, Mario, nuestras coincidencias y sé que nuestro diálogo queda abierto.

Mario y Juan terminan la conversación, la camarera virtual ha pasado varias veces cerca de la mesa. No saben si porque quería cerrar la cuenta para poder marcharse o porque comparte esa necesidad de una nueva relación entre la sociedad y empresa. 

Se levantan y comentan que esa misma duda se resolvería hacia un lado o a otro dependiendo del nivel de compromiso de la camarera y ese nivel de compromiso dependería de…

Se miran y sonríen. Esto no termina. Empieza.

 

Juan Vera

Articular espacios y culturas de encuentro

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