Conversando con Covid-19 - Sesión 3

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Tercer encuentro

[Lee aquí el primero y el segundo]

Siguen pasando los días, Covid. Algunos países de occidente ya superan los ochenta días de pandemia y la realidad sigue estremeciendo nuestras peores expectativas. La ruptura de los hábitos nos lleva inevitablemente a otra forma de vivir, a otra experiencia, y la experiencia —como sabemos— modifica nuestra forma de pensar. Esa forma de pensar puede ser un retroceso o puede llevarnos a la esperanza, y siempre es una oportunidad de aprendizaje. ¿La aprovecharemos? Bob Dylan nos diría que la respuesta está en el viento.

El propio concepto de quiebre nos refiere directamente a esto. Se rompe la transparencia de un hábito y hay un momento en el que debemos detenernos. Esa es la oportunidad para aprender. Aprendemos al detenernos, porque también se detiene nuestro enfoque cargado de seguridades y aparece la duda, y con ella la humildad. Ese quiebre puede ser el resultado de una decisión consciente o el resultado de un evento externo. En este caso tú eres ese evento Covid.

Hablando con Covid-19

Me gusta el término que usa el chileno Ernesto Tironi: el desborde. Los desbordes superan nuestros cauces, algo imprevisto anega nuestras capacidades de respuestas habituales. Lo habitual no sirve, requerimos entonces articular preguntas, competencias y energías, más que buscar culpables. La improvisación, más que un error, se convierte en una capacidad innovadora de una respuesta posible. ¿Cuál será esa respuesta? Y esa es mi inquietud. Una inquietud que no está puesta en ti, sino en nosotros, porque me doy cuenta del riesgo de perder otra oportunidad más de crear una sociedad humana, de desechar la posibilidad de tomarla y abrir una era nueva de nuestra historia.

Por eso escribo, por eso  te invoco, para tener aliados que enfaticen los atisbos que apuntan al descubrimiento de nuestra profunda necesidad de los otros. ¿No es eso lo que revelan miles de mensajes, de webinars, de análisis y conferencias por todo el mundo y desde los más diversos ámbitos? Aliados, para que el metro y medio no se oponga al abrazo, ni el miedo al amor, para que el aislamiento no se imponga al sentimiento comunitario: ya bien lo dice Harari en un artículo aparecido en El País de España, “El antídoto contra una epidemia no es la segregación, sino la cooperación”. Hay nuevas frases que me producen inquietud. Hablamos de distanciamiento social para referirnos a la separación física. ¿Podrá esa distancia llegar a otros confines, a nuestra propia mente, a la reclusión dentro de nuestros paradigmas? 

No hay duda de que tenemos la oportunidad de reconocer adónde nos ha llevado nuestra forma de pensar y de vivir. ¿Por qué temo entonces? Porque conviven con las luces, sombras que configuran un escenario incierto. ¿Qué significa privilegiar a los jóvenes sobre los viejos? La sensación de escoria, de sobrante, de despojo de vida. ¿No tiene el mismo valor cada presente, cada minuto de vida vivida? ¿Por qué esa determinación en este caso, cuando, por otra parte, aceptamos en los países desarrollados que los votos de un segmento mayoritario, más cercano al tercer tercio de su existencia, decidan el futuro de los que tienen más supuesto futuro por delante? ¿No es contradictorio? 

¿Qué otros grupos pondremos en la lista de no prioritarios en la próxima pandemia o en esta misma si se alarga? Mi temor es el de entrar en el binomio, asco-control ilimitado que nos llevaría a una mayor segregación de los más desfavorecidos en escalas impuesta por las élites.

Por eso quiero terminar este diálogo contigo, conmigo mismo, con los que me escuchen y me lean, poniendo el foco en tu contribución a que aparezca la necesidad de los otros, para que ese ligero resplandor se haga luz y abracemos sin brazos la consciencia de que el problema no está más allá de nuestras conciencias, que no podemos refugiarnos en culpables, que el horizonte es una tarea de todos.

El lenguaje bélico permite tomar medidas de guerra declarando un enemigo que está fuera. No caigamos en esa trampa. El gran enemigo, que yo llamaré desafío, es nuestra conciencia. No caeré en el error de considerarte causa: eres un suceso, el evento que estamos viviendo. Y junto a todos los riesgos está el amor que salta las tapias, los muros, las cuarentenas, que revaloriza el arte de convivir y nos trae, profundas, sus preguntas: ¿Qué es convivir? ¿Cuáles son los límites del convivir?

Reconozcamos que este tiempo de escuelas cerradas puede traer un aire nuevo para la educación. Sir Ken Robinson, uno de los notables críticos de la forma en la que estamos educando como si aún estuviésemos en los albores de la revolución industrial, estará contento porque surge un tiempo para la creatividad. Es un momento para replantear las formas de aprendizaje: profesores acercándose a los estudiantes, a la forma en la que ellos aprenden en un contexto muy diferente a aquel en el que ellos, los profesores, aprendieron. 

Todos aprendemos de formas diversas. Hace décadas que David Colb planteó su teoría de cuatro estilos, al menos, en los que los seres humanos aprendemos: Asimiladores, Convergentes, Divergentes y Adaptadores. ¿Surgirán escuelas para que todos quepan, para que la escuela sea un espacio para aprender el arte de estar juntos, colaborar y convivir? ¿Para que la poesía vuelva a nuestro lenguaje? 

No haré profecías Covid, pero sí centraré mi mensaje en lo que quiero que pase y es que este momento en el que, ante la amenaza que tu presencia supone, emerge un requerimiento de unión, no nos aliemos “contra” el enemigo común. Esa sería una alianza provocada por el miedo y sabemos que cuando el enemigo sucumbe y el miedo desaparece, la alianza también lo hace. Espero que sea un proyecto de amorosa solidaridad para que merezca la pena morir y vivir por él.

¿Y cuál es nuestra oportunidad?

Necesitaremos coaches para el cuidado y la gestión de las emociones, más que interpretaciones basadas en lógicas derivadas del pasado. Deberemos hacernos cargo del miedo a no sobrevivir. Necesitaremos coaching a la incertidumbre, a la angustia, a la desesperanza y el desamparo. Sé que es difícil, sé que en el mismo día podemos estar subiendo al escalón más alto de la pirámide de Maslow o bajando a su primer nivel. Todo nos pasa junto, hablamos a la vez de sobrevivir y de una nueva conciencia. Tal vez estemos descubriendo que la pirámide puede ser un círculo.

Covid, hay algo de película de terror en esta calma confinada y es que el tiempo pasa lento y tu presencia se agranda con las cifras. No sabemos cuánto queda y si éste es el peor momento o si será el siguiente. Por eso, los otros, aquellos a quienes no podemos abrazar, se hacen más importantes en nuestro encierro. Tenemos que inventar vínculos y formas. No olvidar que la flor del loto, ese lirio de agua que nace en el cieno, en el pestilente fango de los pantanos, tiene la semilla más longeva, una semilla que puede tardar treinta siglos en florecer. ¿Será éste el siglo elegido para que florezca?

Mi invitación es a que los coaches, los acompañantes, los facilitadores, los articuladores mantengamos el impulso de entender las múltiples variables de lo que estamos viviendo y nos abramos a nuevas conversaciones en las que, más que juzgar y buscar enemigos, creemos los espacios para que de este cieno de hoy surjan las flores de loto de una sociedad más humana y solidaria.

Creo firmemente que ese espacio ocurre en conversaciones y nosotros, los que estamos aquí, en este ahora del desasosiego y el asombro, podemos convocarlas. Si sucede, te nombraremos, Covid. Nombrar es una de las formas del poder y lo nombrado será en este caso una mera circunstancia que nos llevó a encontrarnos de nuevo en una plaza simple, sin distanciamiento social, en una plaza cuidadosa y clara.

Covid-19Juan Vera4 Comments