Conversando con Covid-19 - Sesión 1

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Primer encuentro

Hablo conmigo y te miro sabiendo que eres invisible a nuestros ojos y sin embargo estás cambiando el mundo en que vivimos. Llevo largas horas frente a esta pantalla. El sol afuera primero, luego la noche, el silencio y las tablas de infectados y muertos creciendo, curvas que se elevan, países que se adelantan en una carrera desbocada y absurda. Mis perros me miran extrañados. No saben ellos cuán extrañado estoy yo.

Articulando conversaciones en tiempos del coronavirus

Hablo contigo, no sé llamarte por ese nombre de espía de película que te han puesto, te llamo momento, destino, tiempo, invasión, derrumbe, plaga o tal vez sólo hablo conmigo y descubro entonces fragilidad y asombro.

Te digo que he abandonado las explicaciones para centrarme en el momento que estamos viviendo, he abandonado las teorías conspirativas y las interpretaciones esotéricas. Estoy aceptando sin resignación los hechos demoledores que arrasan al mundo que conocíamos y nos devuelven a un escenario incógnito.

Toman valor las palabras de Paulo Freire “Nadie se salva solo. Nadie salva a nadie. Todos nos salvamos en comunidad”. Y esto porque la palabra salvarse ha vuelto a tener sentido y presencia. Alguna vez, aún reconociendo el valor de su frase, que inspira alguno de los capítulos de “Articuladores de lo posible”, me pregunté de qué debemos salvarnos aquellos que tenemos la fortuna del auto-sustento. Hoy encuentro respuestas: de nuestra arrogancia, del desprecio, de la pequeñez, de aquello, invisible también, que, como las peores creencias, se configura como un arma letal en un mundo que hemos convertido en consumo y materias, confundiendo el valor con el precio, el amor con la necesidad, el poder con la dominación, la paja con el heno.

El futuro impredecible del que hablo en mi libro, hoy ni siquiera tiene una raya del horizonte que configure un destino al que caminar. Nos damos plazos, para sentir que estamos dando pasos. Debes reírte de nosotros, Covid 19, viéndonos envasar pequeños botellines de esperanza.

¿A qué señal queremos acogernos? En los momentos en los que los indicadores son débiles invenciones y el camino es incierto, sólo nos queda la paz interior, esta calma desde la que te hablo reconociendo mi ignorancia y haciéndote sentir que, pese a ello, no me rindo. No me verás ponerme de rodillas.

Te digo que esta ignorancia me devuelve a la belleza de la página en blanco, cuando todo puede ser escrito. Me devuelve a su vértigo y al “todo puede ser posible”, pero lo hago mirando tus ojos microscópicos como tu estatura. Al aceptarte te has quedado sin cetro. Siempre habrá algo que podemos aprender si no dejamos que el miedo cierre nuestros ojos y nuestro pensamiento.

Has conseguido que nos preguntemos por lo esencial, que lo importante sea un asunto doméstico, que bajemos varios escalones de nuestra pirámide y nos encontremos con quienes nunca pudieron subirlos. Somos miles de millones si no tenemos miedo. Estaremos solos si dejamos que el miedo nos aísle en las cuitas de un interior resquebrajado.

Nos has llenado de preguntas Covid. Gracias por ello.

  • ¿Qué medidas tenemos que tomar?

  • ¿Bajar a los infiernos para resurgir?

  • ¿Llamar a todos los bomberos de la sanidad?

  • ¿Escondernos?

  • ¿Generar una alianza planetaria por primera vez en la historia que conocemos?

  • ¿Qué es primero, la vida, la salud, los valores en los que creemos, mantener las cadenas de valor económico, el presente, el futuro, el control, la libertad?

Me has llenado de preguntas. Necesitamos una respuesta disciplinada a la crisis, pero teniendo cuidado con no quedarnos presos de la obediencia. Sé que las culturas latinas requerimos disciplina, esa actitud que permite garantizar la acción, para que ocurra lo que aceptamos como un requisito para lograr lo que nos proponemos. Necesitamos el orden cotidiano sobre la comodidad de esperar a que las cosas ocurran de cualquier forma improvisada, aprovechando nuestro ingenio. Pero, no podemos olvidar que la obediencia surge del reconocimiento de la fuerza de aquel a quien obedecemos, aunque eso pueda atentar contra nuestra libertad y nuestra dignidad.

Temo Covid que el mundo interprete la respuesta china como el modelo a seguir, olvidando que es la respuesta de un gobierno autoritario, de enfoque único, que tomó la decisión de hacer lo que hizo, como resultado de un control policial de los individuos y de todos sus pasos. Temo que la democracia salga perdiendo en esta batalla. No te echo la culpa desde luego. Tú sólo eres causa, las respuestas son nuestras. 

China no cree en la frase de Paulo Freire, “Nadie se salva solo, nadie salva a nadie. Nos salvamos en comunidad”. No hubo una comunidad que se salvara a sí misma. Un estado autoritario y paternalista tomó medidas, precintó casas, decidió aislamientos, supo usar una cultura en la que la obediencia tiene un valor distinto al de la nuestra. Una obediencia que probablemente está haciendo otras contribuciones al mundo. No es esa la duda que quiero plantearte antes que se pasen las horas en las que estás activo.

Las cifras pueden avalar que su modelo funcionó, pero me pregunto por los aprendizajes que pudieron producirse en la comunidad. No se cuestionó ningún paradigma. Mañana cuando todo haya terminado nada habrá cambiado, salvo que se aumentarán los controles sobre las personas y sus conductas, sobre sus pensamientos y sus relaciones e incluso podrá exportarse al mundo.

Te quedas callado Covid, yo también voy a apagar esta pantalla por hoy, más convencido de que para salvarnos en comunidad, necesitamos más preguntas, más ángulos, más acuerdos, más conversaciones, más propósitos. 

Salvar vidas es trascendental, pero ¿A cualquier precio? Los resultados ofrecen una vía de observación, pero hay otras para quienes creemos en que el fin no justifica los medios. Podemos llegar a la misma decisión desde otras formas de hacernos parte de ella, son diversos los canales que las sociedades democráticas tienen para ello.

Hablo contigo porque pienso que puedes cambiar el mundo en que vivimos y quisiera que ese cambio fuera decidido por la Comunidad Humana que lo habita y que se está despertando y comprendiendo. Ese es mi sueño, pero ya sabes que yo creo que somos articuladores de lo posible y que lo posible tiene el tamaño del Universo.

Mañana me sentaré con otro de tus hermanos virus. Esta es una conversación que sólo empieza.

Leer la Sesión 2 de “Conversando con Covid-19”.

Covid-19Juan Vera11 Comments