La convivencia como narrativa
Nadie puede discutir que transitamos un momento de riesgo planetario que muestra los peores aspectos de la humanidad. En el centro de este problema está la relación con los demás. Sin embargo, es una gran oportunidad para los pueblos, las ciudades y los países de resignificar qué es la convivencia para construir un mejor futuro. Para hacerlo necesitamos revisar la narrativa que definió el ser en sociedad y abrirnos a un sentido más profundo donde no exijamos uniformidad. Todo lo contrario: haremos encuentro desde el respeto a las diferencias. En este artículo desarrollaré algunas claves sobre cómo considerar la convivencia un bien universal de la humanidad.
Estar en sociedad nos hace humanidad
“Para la vida sólo existe la necesidad de la unión”, escribió la poetisa venezolana Elizabeth Schön. Sin esta conexión estamos en riesgo. En soledad nos extinguiríamos o acabaríamos siendo depredadores desalojados por un algoritmo que creamos como Saturno cuando devora a su hijo en la terrible y magnífica pintura de Goya.
Sin un otro dejamos de ser humanos, tal como se reconoce en la antropología. Y sin embargo, en los tiempos que vivimos nos resulta difícil estar juntos ¿Qué nos falta? ¿Alguna catástrofe mayor? ¿Qué visión necesitamos para comprender lo necesaria que es la convivencia? ¿O acaso hemos perdido esa narrativa?
La diferencia que une
Al analizar la historia de la humanidad podemos acordar que la idea y práctica de la convivencia cambió con el tiempo y la conciencia de las sociedades. Hablar de su narrativa puede referirse a una visión y un discurso que excluye a otras o alude a una construcción de otra época que se encerrarse en sí misma y pierde vigencia. Hoy necesitamos abrirnos al más profundo sentido de estar con otras personas sin la necesidad de la uniformidad sino desde la aceptación de las diferencias.
Uno de los problemas es que las ideologías han sustituido la convivencia dinámica por un relato de la convivencia ideal, definida por un grupo determinado en un momento histórico. Así ha ocurrido con las dos principales corrientes de la modernidad donde la hicieron prisionera de una forma de observar que va contra sus principios de cambio constante.
Un ejemplo, y central en la idea de convivencia, lo encontramos en la definición de familia. Recuerdo con dolor escuchar a una parte de la sociedad en Chile referirse a alguien como: “Es hijo de una familia bien constituida” ¿De qué hablaban? Supongo que apuntaban a una estructura de cuidado y amor. Hoy entendemos que no importa cómo está formado el grupo, si por uno o más padres o madres del mismo o distinto género, mientras cumplan su función.
En la actualidad, caben muchas interpretaciones sobre qué define y cómo es la dinámica de una familia. Necesitamos subir un escalón para que se incluyan otras configuraciones de vínculos que han mostrado ser importantes núcleos afectivos.
Un bien universal
La convivencia como narrativa implica poner la práctica en el centro de una visión de las ciudades, los países y del mundo entero. En el centro del ser en sociedad está la libertad. Si revisamos el origen etimológico de esa palabra encontraremos que está atada al reconocimiento de derechos y deberes. Vivir una libertad consciente sólo puede ocurrir en el marco de un compromiso. No hablamos de una atadura sino de un encuadre que nos hace consistentes con el mundo deseado.
Tenemos derecho a ser diferentes y a elegir, pero también es nuestra obligación respetar a las otras personas y sus caminos. Porque está en juego el bien superior que surge de la convivencia como un principio de la humanidad. Esto significa ir hacia la búsqueda de paz y acuerdo que resuelvan las diferencias a través del diálogo y la participación de instituciones tendientes al equilibrio. También se trata de la posibilidad de una comprensión dinámica que se haga cargo de la experiencia cambiante de la existencia humana.
Sonreír al sol
Cuando la narrativa es más importante que el contenido del relato subvertimos el orden de valor de las cosas y así se pierde el sentido. Si el amor es la principal fuente del mensaje su territorio natural serán las relaciones humanas. Su código será el del cuidado y la aceptación. Su principal manifestación permanecerá en la hoguera, aunque sea metafórica, alrededor de la cual articulamos nuestras formas de ver y definimos los propósitos del día siguiente. Es el lugar donde, sin importar la estación del año, el sol sale y nuestros sucesores buscarán un mundo donde les sea posible sonreír.