Juan Vera

View Original

Artículos Articulados

Informar para desinformar

Coautores de este artículo María Rita Nahúm y Juan Vera

María Rita y Juan se conocieron en abril del 2012 durante el primer programa de Coaching y Política que Juan dio en Buenos Aires, organizado por la Escuela Europea de Coaching (EEC). Desde entonces han coincidido en varios cursos más, hasta hoy en que María Rita también participa en Biolibros de Humanidad, un espacio diseñado por Juan donde el libro a leer es nuestra propia vida y la de aquellos que nos acompañan.

María Rita es una conocida periodista argentina, coach y formadora, pero sobre todo una mujer comprometida con el desarrollo humano. Su apellido da cuenta de sus orígenes árabes, sus ojos de la profundidad de su vivir. En más de una ocasión ha entrevistado a Juan para hablar de su pasión por transformar la política y el poder.

Sus conversaciones han explorado las posibilidades de la transformación. Por eso, Juan la ha invitado a escribir juntos, a transportarse imaginariamente al café que ella elija en Misiones (Argentina), donde reside y conversar acerca del papel de los medios de comunicación en este momento de gran confusión mundial en el que los titulares están llenos de noticias que se refieren a la oscuridad de nuestras sociedades. Noticias para el miedo y el desaliento. ¿Querrá abrir esa puerta María Rita?

Juan toma la palabra para hacerle la primera pregunta.

Juan Vera (J.V.):—Te agradezco mucho, María Rita, que hayas aceptado mi invitación. Yo vengo de un pasado de admiración por ese periodismo que fue capaz de enfrentarse a las verdades oficiales y hoy me siento con el corazón dividido e incluso considerando en muchas ocasiones que los medios de comunicación contribuyen poderosamente a la polarización y la violencia. Quiero saber cómo lo ves tú.

María Rita Nahúm (M.R.N.):—Gracias, Juan, por haberme invitado a mirar juntos esta complejidad que a veces duele, otras abruma e, invariablemente, nos llena de una responsabilidad que va creciendo en intensidad a medida que se multiplican los acontecimientos de alto impacto social. 

Hablás de un periodismo capaz de enfrentarse a las verdades oficiales. No es que hoy no exista, sino que la estructura empresarial de los medios, las corporaciones que los agrupan, los intereses que los asocian, las tan mentadas pautas publicitarias que los sostienen y las alianzas políticas encubiertas, han acotado el horizonte y definido límites falaces que finalmente se constituyen en trampas mortales para las ideas. 

Las grietas se alimentan y, entonces, la pluralidad se convierte en un arma letal, agresiva, en lugar de constituirse en una multiplicidad de aportes a una visión a la cual poder sumarnos en la búsqueda del bien común. 

Las redes nos brindan una oportunidad de interacción importante, pero son también vidrieras en donde expresarse libremente puede limitar los espacios laborales. Aun así, muchas voces continúan alzándose con valentía para visibilizar los ocultos pliegues del poder y, en muchas ocasiones, la pérdida de sus vidas es el precio que pagan por hacerlo.

Complejo panorama el del siglo XXI. Desafiante desierto de letras, voces e imágenes que abonan un rompecabezas comunicativo donde hablar puede ser un pasaporte al exilio y el peor de los destinos, el exilio de nosotros mismos como profesionales. La autocensura es una reducción lenta de nuestras capacidades al servicio de los intereses económicos de los medios en los cuales trabajamos. 

Somos conscientes de que alimentamos a la opinión pública con nuestros juicios, con el recorte que hacemos de la realidad al mostrarla desde uno u otro lugar. Nos constituimos así en formadores de opinión. El mundo que hacemos visible proyecta las penas y las esperanzas de quienes nos miran, leen o escuchan. Y, sin embargo, y más allá de cualquier especulación, muchos continuamos buscando nuevos caminos de expresión sincera, donde esas antiquísimas “dos campanas” puedan encontrar “un punto de apoyo” para interactuar sinceramente, superando viejas antinomias y estrenando nuevos ojos y nuevos oídos para contar esa “realidad” que duele y de la cual formamos parte. 

Es esa articulación sincera de la que tanto nos hablás, Juan, la que nos permite imaginar esos puntos de encuentro entre pares improbables, aún los que tenemos dentro de nosotros mismos. Esos pares internos que debaten los futuros posibles y que aparecen ante nosotros cuando dejamos de observar los universos binarios donde todo es de una o de otra manera, como nos desafía a pensar Elena Espinal. 

Escuchando al escritor español Álex Rovira cuando nos plantea que las personas no vivimos a la altura de nuestras capacidades, sino a la de nuestras creencias, reflexiono acerca de que hoy no hay límites claros dentro del universo de las redes sociales. Todos hablan, opinan, aconsejan y sentencian livianamente, juntando, como diría el compositor Discépolo, la Biblia con el calefón. Allí conviven, irremediablemente locuaces, en medio de la oscuridad de nuestras sociedades, las narrativas del miedo y el desaliento que citabas, con la arrogancia del que conoce la única respuesta.

Me pregunto si vos, como inagotable lector y espectador avezado, vislumbrás un espacio innovador de interacción que nos permita desafiar las creencias que se instalan entre quienes interpretamos la realidad y la manera de contarla. Puedo ver allí un puente difícil de cruzar y, sin embargo, espero tu palabra para imaginarlo juntos.

J.V.:— Permíteme, María Rita, que antes de hablar de espacios innovadores acuda a un argumento de sentido común, por ejemplo, que la frecuente reiteración de malos resultados nos lleve a desconfiar de los procesos que hemos seguido para lograrlos. Quiero decir que si coincidimos unos y otros en que nos encontramos en situaciones sociales de importante deterioro, podemos concluir que las interacciones que estamos llevando a cabo no son las adecuadas. O cambiamos nuestra forma de interactuar o seguiremos profundizando una crisis que empieza a causar alarma en el mundo por su creciente generalización. 

Necesitamos iniciar las conversaciones que faltan o su ausencia irá haciendo que sea más difícil reconstruir las confianzas.

Respeto la opinión de mi compatriota Álex Rovira y creo que la humanidad tiene que aprovechar lo que estamos viviendo para llevar a cabo un cambio de conciencia. En mi libro Articuladores de lo posible (2019) recojo el concepto de dinámica espiral aportado por Clare W. Graves y desarrollado por sus discípulos Ken Wilbert, Don Beck y Chris Covan. 

Estos autores hablan de ocho niveles de conciencia y si hoy aceptamos que una parte de la humanidad está arribando a la conciencia de inclusión, que representan con el color verde y que constituye el sexto nivel de una escala de ocho, aún nos falta un largo camino posible de desarrollo.

Quiero repetir la palabra “posible”. Quiero repetirla para que resuene que lo es, porque el peor enemigo de una situación como la que vivimos es el desánimo. Es un hecho que hoy se han reforzado ideas en nuestros discursos como la de aumentar la calidad de las relaciones o de poner en entredicho a una autoridad que no esté basada en valores como el respeto y la conservación. Discursos que empiezan a ser lenguaje de las nuevas generaciones: colaboración, cuidado del planeta, diversidad.

Aún podemos llegar al nivel amarillo, aquel de la conciencia integradora o al turquesa el de la conciencia holística, el de la búsqueda de la armonía global.

¿Cuál puede ser la innovación para lograr ese avance? Curiosamente, no estará en aspectos tecnológicos, sino en un ámbito más humano y personal, como es nuestra forma de conversar. Tú estás viviendo una experiencia en el espacio de Biolibros de Humanidad y sabes de lo que hablo. Cuando personas que no se conocen y que piensan diferente, incluso que tienen posiciones opuestas ante temas esenciales, conocen sus vivencias, surge el cuidado y la ternura.

Y ahora vuelvo a la palabra “espacio” porque la considero clave. Los espacios nos generan emocionalidades distintas y las emocionalidades, a su vez, diferentes predisposiciones. Y vuelvo aquí al tema que nos convoca: el del rol de los medios de comunicación. ¿Cómo podrían los medios de comunicación favorecer la creación de espacios que más que acentuar los sesgos negativos pongan énfasis en la posibilidad y en la necesidad de sentirse partes de una misma red convivencial? Y te añado la misma pregunta que me hiciste: ¿Lo ves posible? ¿Cómo te lo imaginas?

M.R.N.:— Me dejaste pensando en esta red convivencial que proponés mirar y me aparece el principio sistémico de la inclusión. Elijo observar la interacción de los medios y de la sociedad desde esa perspectiva, a veces sesgada, a veces impostada y otras, ignorada. 

Sesgada, porque aparece una mirada determinada que se muestra como la “real” y luego se eligen voces que la sustenten. Impostada, porque se presentan los conflictos o las circunstancias y se plantea un “como sí” que no es más que una ilusión de representación y, por lo tanto, continúa siendo un recorte intencionado. Ignorada, porque los medios oficiales presentan una sola mirada que en la práctica es un sesgo también al que considero más sincero, ya que el que lo elige no “compra” la idea del medio independiente, sino que conoce específicamente el lugar desde donde el emisor cuenta “la historia oficial” y cuál es su intención última. 

Como sea, desde ninguno de esos tres lugares puede plantearse la inclusión. ¿Cómo podría construirse un puente cuando la otra orilla es vista como un espacio perturbador donde habitan los que, al pensar distinto, ponen en tela de juicio las intenciones y los propósitos corporativos?

Y desde una orilla observo las emociones…y desde la otra puedo sentir emociones similares, lo que me sugiere que, si en ambos sitios estamos incómodos, críticos, excluyentes, habitando las posturas antagónicas, es posible imaginar puntos de encuentro en ese disenso creativo que vos proponés.…Qué gran espacio de transformación se abre al pensar en planteos articuladores para hallar juntos el camino de la integración íntimamente comprometida con el cambio. 

Siento que construir una nueva matriz relacional es la asignatura pendiente de los medios y de quienes trabajamos en ellos explorando la posibilidad de generar una escucha de nuevas dimensiones que nos permita abrirnos a nuevas conversaciones con la sociedad. 

Y me pregunto cómo hacerlo posible en el marco de las actuales estructuras. Creatividad, Juan. Creo que eso es lo que necesitamos. Una creatividad comprometida con la vida, impulsada desde el amor, enfocada en ese nuevo mundo que anhelamos, y cuya impronta estamos aprendiendo a impulsar.

Nos imagino inmersos en un universo de juicios e intenciones. Nos observo atrapados en el corsé de nuestros roles de jueces de la realidad, atravesando las miradas críticas y las alternativas frustradas y siento el impulso irrefrenable de escribir otra historia. Entonces aparece “el soberano” y no puedo dejar de preguntarme acerca de su compromiso a la hora de relacionarse con la información. Renglón aparte merece la reflexión acerca de la funcionalidad de la educación respecto de los modelos que propone el sistema, pero esa ya es harina de un mismo costal y de otro intercambio. 

Y vuelvo al título propuesto Informar o desinformar, evangelizar o confiar en las iniciativas de los otros, marcar el camino o seguir las huellas. Tal vez sea necesario proponer nuevos íconos a la hora de identificar los vericuetos de la ruta. Dejar de constituirnos en oráculos vivientes, transmisores de verdades reveladas y permitir que los velos se deslicen para ver la otra cara de esta realidad que nos convoca e interpela. ¿Me acompañás a transitar este camino?  

J.V.:— La primera respuesta que me surge, María Rita, es confesarte que más de una vez me he planteado hacer el programa Coaching para Transformar el Poder y la Política dirigido a periodistas. ¿Acaso no acompañáis a quienes os leen u os escuchan a formarse una opinión de lo que está pasando en el mundo? El curso podría ser una forma de reflexionar juntos y de entregar distinciones de consciencia para vuestro propio acompañamiento. Una manera de poner en contacto a los periodistas y comunicadores con el poder de sus mensajes y del impacto que estos pueden tener más allá de los ratings y los rankings.

Claro que cuando hablamos de que los medios tienen sus intereses o que siguen una línea editorial, reconozco que siento cierta alarma. Puedo entender que un periódico como el español ABC se defina como defensor de la monarquía, pero no me imagino que eso pudiera suponer justificar los hechos que fueron apareciendo en la última parte de reinado del rey Juan Carlos I, por poner un ejemplo. 

Quiero decir que una cosa es partir de una determinada interpretación de la sociedad, de las formas de gobierno o de los valores sociales que debieran prevalecer y otra es ocultar los hechos o tergiversarlos. Por suerte, ABC no lo hizo.

Y hablo de alerta porque frecuentemente parece que los hechos no importen y, al revés, que la línea de ciertos medios —no me atrevo a llamarla editorial— busque la desestabilización social. Me pregunto y te pregunto si hay un espacio para la independencia. ¿Dónde están los periodistas que quieren develar que somos objeto de una intoxicación calculada? 

Junto a ello vivimos una sobreabundancia de información que produce un empacho indigerible e inmanejable, perturbador por su cantidad y en muchas ocasiones manipulador por sus orígenes. Byung-Chul Han en su libro Infocracia (2021) habla de infodemia, un término ya aceptado que unido a lo que en la neurociencia se considera el sesgo negativo del cerebro, plantea desde una perspectiva de mercado que una buena parte de los consumidores de información prefiera lo sensacionalista y dramático y encontrar villanos execrables más que encontrar ciudadanos honestos. ¿Pero puede ser informar una cuestión de mercado?

Y, en este sentido, debo decir que no solo son los medios quienes contribuyen al uso negativo del poder del mensaje. ¿Cuál es el papel de quienes se informan?, ¿queremos saber la verdad o ratificar lo que nuestro sesgo prefiere que sea la verdad? 

Si los medios persiguen el lucro directo o indirecto por encima de la entrega de un servicio ético para el ciudadano consciente, está claro que preferirán informaciones que no precisen largas explicaciones, ni siquiera pensamiento, preferirán la noticia que cause mayor interés con independencia del sustento que esta tenga. Y hoy sabemos que, a través de los bots, puede crearse ese apoyo artificial que permita llegar a pensar que las opiniones o los datos están soportados por mayorías o hechos, cuando son pura creación artificial.

Acompañarte en el camino de una nueva forma de hacer periodismo sin ser periodista solo se me ocurre desde poner la luz de la trasparencia sobre el juego que estamos jugando, develar sus reglas, en las que incluso ya quedó atrás lo que se denominó la mediocracia y su tendencia a la escenificación de los debates más que a la reflexión sobre los argumentos. El juego hoy, como yo lo veo, es producir un desborde de información y anegarnos de confusión y miedo.

Puedo ayudarte a generar conversaciones entre periodistas y ciudadanos en las que la regla sea escucharnos sin juicios. Eso sería sumamente innovador. ¿No crees? Podríamos generar en ellos ese coraje tranquilo que adjudicaba Jantipa, la esposa de Sócrates, a su marido muerto, como nos recordaba el artículo de la periodista Mibelis Acevedo que nuestra amiga María Marinaro nos envió esta mañana.

Y una última pregunta para que me contestes en un párrafo. ¿No te da miedo convertirte en una periodista que desafíe las versiones de los “poderosos”?

M.R.N.:— Sinceramente, Juan, puede ser por la edad o por “estar de vuelta” de múltiples dolores, que hoy los miedos han cedido su lugar al compromiso. Tal vez, el ímpetu de la juventud nos convirtió en Quijotes que se confundían al mirar los molinos de viento, batallando con historias que nos hacían perder de vista lo sustancial, impulsados por ideales cuya defensa nos relegaba y nos hacía reiniciar el camino una y otra vez. En cada oportunidad, construimos una versión más sabia y más consustanciada con aquellos que no tienen voz, los que agitan banderas imprecisas, los que duelan su propio futuro en cada presente sesgado. 

De ellos se trata la inclusión…y también de vos y de mí y de todos los “nosotros” invisibles que estamos relegados a una nota color, si es que alguna vez lo que hacemos es de utilidad a la narrativa impuesta en cada medio y sí me animo a definir como “editorial” a los lineamientos de obsecuente desinformación que atraviesan las redacciones, más allá de la voluntad de los periodistas. 

Celebro tu idea de trabajar juntos. Somos muchos para articular y construir “lo posible” y revisar los contenidos que generan tendencia, catalizando este “empacho” informativo que desinforma adrede, que desenfoca para reenfocar intencionalmente y que, al declarar la independencia, nos hace sujetos de dependencias nuevas. 

Para dejar de poner vino nuevo en odres viejos necesitamos habilitar ese coraje tranquilo que nos proponés. Tomo tu idea de gestionar entornos distinguiendo "lo opuesto de lo distinto". Veo allí un primer paso para crear una oferta articuladora de los intereses y las necesidades de los medios, los periodistas y la sociedad. Vislumbro un espacio sostenido por alianzas estratégicas en donde fuera posible pensar en un ganar-ganar- ganar. Y te pregunto:¿Qué límites pueden asegurar una convivencia solidaria y creativa en este escenario múltiple?.

J.V.:— Desde luego el primer límite lo pone el requerimiento de un propósito común. El tamaño de ese propósito genera una primera dimensión, al menos para iniciar la conversación. Tras él hay que plantear algunas reglas básicas y desde mi experiencia, la primera es la de asegurar una forma de manejo del poder que garantice la horizontalidad y establezca el compromiso de que nadie saque ventaja, que nadie capitalice lo logrado. Porque si esto ocurre la experiencia se convertirá en un motivo más para desprestigiar la creencia del encuentro posible de los distintos.

Antes hablabas de una creatividad impulsada por el amor. Pues bien, no sé si llamarlo límite, pero una condición de ese encuentro sería la de facilitar la generación de afectividad. Desde ella surge más fácilmente el pensamiento creativo.

***

María Rita y Juan se quedan con la idea de que merecería la pena intentarlo. En este café imaginario de Misiones podrían sentarse personas con buena voluntad dispuestas a llenar páginas en blanco con lápices que no traten de enfrentar a sus lectores ni de convencerles de que ya todo está perdido. Personas que hayan leído a Aldoux Huxley y sepan que el mundo feliz puede ser una perversa forma de dominación, pero que desinformar puede ser también una navaja de doble filo. 

María Rita y Juan cierran su computador y piden al camarero otro café. Quieren releer lo que han escrito.