Juan Vera

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Artículos Articulados

El valor de los pares improbables

Coautores de este artículo Camilo Herrera y Juan Vera

Camilo y Juan se conocen desde antes de “conocerse”. Quiero decir que sabían uno del otro sin haberse visto. Como hablarán de puentes a lo largo de esta charla, usemos ya esa metáfora para decir que el puente para su encuentro fue Raúl Herrera, padre de Camilo y entrañable amigo de Juan. En su funeral se dieron la mano por primera vez.

Juan y Raúl tuvieron memorables encuentros hasta su muerte en enero de 2013. Durante sus últimos días pusieron por escrito una larga conversación que más tarde se convirtió en un artículo récord por cantidad de visualizaciones en el blog de Juan. Tal vez esa larga conversación y carta póstuma sea un precedente de esta colección de Artículos articulados.

Juan siguió sabiendo de Camilo a través de su hermano Eduardo y de su primo Ricardo, de quienes fue coach. Quiero decir que Juan llegó al reconocido coach y profesional Camilo por el camino de sus relaciones familiares y por ellas supo de su formación, de su trabajo cercano al ex senador chileno Fernando Flores, de su rol como director del Colegio Altamira uno de los más interesantes experimentos educativos de Chile, y también de su paso por el ministerio de Desarrollo Social. 

Juan ha estado cerca del movimiento 3xi desde que se empezó a gestar. Su metodología para la conversación de pares improbables forma parte de su programa Articular. A ese movimiento llegó Camilo como director ejecutivo el pasado año. Desde entonces forman parte del mismo proyecto, el de hacer posible lo aparentemente imposible.

Juan toma la palabra para hacerle la primera pregunta a Camilo: 

Juan Vera (J.V.):– Gracias Camilo, por aceptar mi invitación. Antes de hablar del movimiento 3xi que algunos de nuestros lectores no conocerán, quiero empezar refiriéndome a tu reciente artículo en el diario digital El mostrador (5 de octubre 2022) donde  señalas que si continuamos avanzando en el camino de encasillarnos en uno de dos grupos –los míos o los otros– corremos el riesgo de que los extremos sean el todo. ¿Cuán cercano ves ese riesgo en este momento desde tu posición de primera fila en un movimiento que promueve el diálogo?

Camilo Herrera (C.H):– Gracias, Juan, por esta invitación a conversar con tiempo y compromiso. Es la mejor manera que conozco de reflexionar. En cuanto a tu pregunta, veo con preocupación que avanza una nueva cultura que tiene incentivos, tecnologías, prácticas y estados de ánimo que fomentan el desencuentro y que merecen nuestra atención. 

Me preocupa la manera en que crecientemente nos vinculamos en las redes sociales. Si bien han permitido la eficiente articulación de múltiples causas y el construir comunidades en base al desarrollo de identidades que antes fueron ignoradas, también han permitido interacciones despersonalizadas que rápidamente escalan en agresividad, sumado a un algoritmo que retroalimenta nuestras certezas, encerrándonos en pequeñas burbujas que crean una espuma extendida donde miles de microburbujas se tocan, pero no interceptan. 

La psicología social nos ha enseñado que los grupos a los que pertenecemos nos definen, forman parte constitutiva de nuestra identidad y del refuerzo de nuestra autoestima. Es común que categoricemos al grupo con el que nos identificamos de cualidades positivas, mientras que etiquetamos a las personas que pertenecen a los demás grupos como adversarios, otorgándoles cualidades negativas. 

En los grupos de WhatsApp tiende a darse la misma dinámica. Se comparte y se opina solo lo que refuerza el sentido común del grupo, ignorando o atacando a quien piensa distinto. Así, al corto andar se producen autoexclusiones y silencios, convirtiendo al grupo en una nueva burbuja autorreferencial.

Posiblemente, quienes leen eso creerán que son otros los que consumen información sesgada, los que se dejan manipular, los que viven en burbujas sin darse cuenta de que el algoritmo conoce sus sesgos y manda solo información que confirma y refuerza una manera de pensar, estrechando miradas y negando la posibilidad de mirar desde otros prismas. Mientras tanto, sigo convencido de que estoy bien informado y que mi opinión está nutrida de “objetividad”. Esta ceguera arrogante la veo muy presente y es parte importante del problema.

Todo lo anterior nos esquina en una cultura donde el compromiso con la pertenencia identitaria es más valorado que el ejercicio civilizatorio de construir convivencia en respeto. Por eso, se vuelve vital el construir espacios de Encuentro, con mayúscula, donde entre pares improbables pinchemos las burbujas que nos aíslan.

Estimado, Juan, la disciplina del coaching tiene como una de sus piedras angulares la construcción de confianza. ¿Cómo podrán o podremos las élites políticas, empresariales y sociales abordar el desafío de reconstruir confianzas en medio de redes sociales y tribus identitarias que tienden a extremar la sospecha y/o el escepticismo?

J.V.:– Tu pregunta, Camilo, toca el corazón del propósito de este artículo articulado. ¿Cómo poder lograrlo? Mi primera respuesta, poniéndole un toque de humor, sería: promoviendo conversaciones 3xi, pero de eso te voy a preguntar a ti enseguida.

Cuando vivimos una cultura del desencuentro, como cuando vivimos en otras, debemos preguntarnos qué creencias las sostienen, qué impide el acercamiento. Mi respuesta hoy me lleva a un filósofo controvertido para mí, Thomas Hobbes, quien decía que el hombre es un lobo para el hombre. Es decir, planteaba una naturaleza nucleada desde el egoísmo y la búsqueda de sus propios intereses o los de aquellos coincidentes. Su teoría política partía de considerar que la sociedad tiende a la anarquía —tal vez por eso en estos días he necesitado volver a releerlo— y que es necesario un poder fuerte que regule y ponga orden dado que el entendimiento no es posible sin normas y leyes.

Si pensamos de esta forma es consecuente refugiarnos en la burbuja, como tú planteas, y ver a los otros como contendientes. Romper esa burbuja significa acercar. Una de las formas es facilitar que aparezca el dolor de los otros y no solamente sus intereses. Hay un coaching que se esfuerza en conectar al coachee con su esplendor. Hay otra vía que le lleva a aceptar su fragilidad e incluso a mostrarla como base de generar la confianza. Hay un coaching del uno a uno, pero mi mirada tiende más al coaching social. Por eso mi interés en el 3xi, que se mueve en las orillas de esta idea. ¿Qué información contribuiría a bajar la guardia y desvanecer mi miedo al otro?

Otra línea es la de romper el énfasis de comunicar lo negativo aprovechando ese sesgo de nuestro cerebro y poner atención a lo que implica más riesgo para la supervivencia y la seguridad. Los medios de comunicación subrayan los comportamientos más depravados de los seres humanos y de los grupos en los que se reúnen, sean empresas, clubes deportivos, iglesias o naciones. Hay nuevas iniciativas que emprenden otro camino. Por ejemplo, el diario español El País comenzó el 29 de septiembre un boletín semanal llamado Correo sí deseado, cuyo objeto es recopilar noticias positivas que pueden alegrar el alma y fomentar la esperanza. La mujer y el hombre pueden ser también motivos para la esperanza.

El camino más profundo y largo es el de la educación, como tú bien sabes, y mi aporte en este sentido sería el de formar a profesores con distinciones de coaching. No tiene mucho sentido mantener el rol de repetidores o explicadores de contenidos que pueden encontrarse en la nube. Las preguntas sobre el sentido de lo humano, la convivencia, la inclusión y el respeto a la diversidad podrían, desde las aulas, ayudar a un futuro distinto. Trabajar sobre el pensamiento, el sentimiento y las prácticas. Esto me provoca tu pregunta. Y ahora te pregunto yo de nuevo. Ya hemos citado varias veces el movimiento 3xi. Cuéntanos Camilo, ¿qué es y qué se propone?

C.H.:– 3xi es un movimiento que promueve el Encuentro, con mayúscula, entre pares improbables para provocar un cambio cultural que nos permita avanzar en la construcción de una cultura del encuentro, donde el inspirar, incluir e innovar se convierten en la expresión de esta causa, solo que conjugados de una manera que tiene un profundo significado: inspirarnos, incluirnos, innovarnos.

Partimos del diagnóstico de que en nuestra sociedad se han ido desarrollando por décadas o siglos profundas desigualdades de todo tipo que son hoy una fuente de frustraciones, desencuentros y conflictos multidimensionales. Tenemos una convivencia muy dañada sobre la que nos proponemos incidir positivamente. 

El estallido social de Chile nos ha mostrado lo acertado del diagnóstico y lo desafiante de la escala que necesitamos para producir el cambio cultural que anhelamos.

Legalmente, somos una corporación sin fines de lucro y fundada por un grupo amplio de personas diversas y transversales que convocaron y sumaron a este propósito a 5 organizaciones: la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), la Asociación de Emprendedores de Chile (ASECH), la Comunidad de Organizaciones Solidarias (COS), el Sistema de Empresas B y el Centro de Innovación Anacleto Angelini de la Universidad Católica de Chile. Estas instituciones se unen con el compromiso de contribuir en la construcción de confianzas quebradas en nuestra sociedad.

Entre nosotros hay variedad de miradas y aproximaciones, pero elegimos permanecer juntos antes que estar de acuerdo, y en ese estar juntos nos vamos conociendo, inspirándonos y transformándonos. 

Los encuentros que realizamos tienen un enfoque horizontal que no releva el rol de las jerarquías, profesiones o adhesiones políticas, sino que infiere la importancia del reconocimiento mutuo en dignidad e historias de vida. Todo entre personas que difícilmente podrían haberse conocido si no fuese por nuestra convocatoria. En 5 años de historia de 3xi hemos organizado 38 encuentros con la participación de casi 6 mil personas. 

En este mismo espíritu también hemos desarrollado proyectos sociales, donde empresas se vinculan con fundaciones para abordar desafíos del país como la protección de la infancia vulnerada, la reinserción social de los privados de libertad y la superación de la situación de calle. 

La cultura y el arte han sido grandes aliados en nuestro quehacer. Tienen un rol fundamental en los encuentros y en las masivas iniciativas culturales donde hemos invitado a compartir sueños y agradecimientos como fueron los proyectos Canta tu sueño, y El arte de sanar. 

Siempre buscamos la mejor manera de provocar un movimiento de personas con las que avancemos hacia la cultura del encuentro.

Y ahora te pregunto, Juan, porque tu referencia a la educación me provoca.  ¿Qué tan grande y profundo es el cambio que requiere nuestro sistema educativo?, ¿es posible que se haga desde adentro, desde lo institucional, o más bien debemos apostar por el cultivo de prácticas aún marginales que puedan convertirse en centrales? 

J.V.:– La única parte fácil de tu pregunta es la primera, porque, sí, nuestro sistema educativo y la mayor parte de los del mundo requieren cambios grandes y profundos. En el tiempo que he estado como consultor y coach de la Agencia de la Calidad de la Educación de Chile pude escuchar a expertos de distintos países reconociendo que no sabemos en qué debemos formar a los niños de hoy, cuál es papel de la escuela y el rol de los profesores. 

Tal vez lo único claro es que en un mundo en el que la tecnología conducirá la solucionática de los problemas deberemos conectar más con nuestra humanidad y construir relaciones más profundas.

No eludiré, sin embargo, la parte dura y difícil de tu pregunta, la que se refiere al lugar desde donde hacer el cambio. No tengo una respuesta. Seguramente no haya una sola, pero puedo exponerte la lógica de mi aproximación al tema.

Tú hablas del movimiento 3xi asociándolo a la importancia de un cambio cultural y sabemos que ese cambio no sucede si es que el aprendizaje en todos sus niveles y estados no nos lleva a la adopción de nuevas creencias y, desde ellas, hacia nuevas habilidades y prácticas. 

Cuando se planteó la reforma educativa en el segundo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet tuve la fortuna de estar en primera línea acompañando a uno de los líderes de esa reforma. Y, más allá de los problemas políticos, encontró que en el Ministerio de Educación no se contaba con una escucha suficientemente amplia y sutil para interpretar el futuro, ni con las competencias para llevarla a cabo. Incluso que la propia institucionalidad era un freno. Finalmente, las instituciones nos sirven para los equilibrios del presente, pero no suelen responder a las dinámicas que el futuro requiere. 

Podemos responder que las grandes transformaciones se producen cuando aparece el sentido de urgencia, cuando aparece la necesidad más allá de las planificaciones, cuando el riesgo de no cambiar supera a la comodidad de permanecer. Y estando de acuerdo con ello, creo que disponemos de toda la información para percibir esa urgencia, es algo latente. Lo que no está es esa coalición que impulse la transformación, como plantea el profesor de liderazgo John Kotter, ese acuerdo transversal e intergeneracional que tenga la grandeza de poner todos los esfuerzos, dejando a un lado cualquier intento de adoctrinamiento y de defensas gremiales.

Es verdad que las prácticas marginales pueden tener mayor libertad y convertirse en células activas para aplicar el efecto demostración. Ahora bien, en la situación actual me inclino por jugar en todos los frentes para, de la misma forma que 3xi ha optado por la innovación en las conversaciones sociales, lograr que emprendedores de la innovación educativa pongan en marcha iniciativas que abran horizontes a la vez que se trabajan las bases de ese acuerdo que seguramente requerirá que las instituciones estén dispuestas a reformular su forma de existir. Eso requiere de no tener miedo, de mirar menos al pasado y de acordar un equilibrio de valores para una nueva convivencia entre el centro y la periferia.

Y permíteme una última pregunta que pretende una respuesta corta, aun sabiendo que daría para un discurso. ¿Qué necesitaría el movimiento 3xi para que la aspiración de una cultura del encuentro cale en la sociedad?

C.H.:– Requerimos de provocar una transformación cultural que a mi juicio tiene como elementos centrales: renunciar a tener la razón, la voluntad de construir vínculos auténticos y colaborar decididamente. 

Creer tener la razón puede ser un acto de arrogancia que nos aleja de los otros. Mientras me aproxime a cualquier encuentro pensando y sintiendo que yo tengo la razón, escucharé al que piensa distinto como alguien que no sabe (ignorante), que me oculta la verdad (mentiroso), o bien, que tiene una intencionalidad oculta que no trasparenta (manipulador). Y es imposible construir confianza con alguien que es ignorante, mentiroso o manipulador. 

Si suelto el tener la razón puedo comprender la riqueza que hay en el otro: desde dónde mira, cuál es su historia, qué le preocupa, qué es lo que cuida, cómo se le configura el mundo. En fin, me abro a la maravilla del encuentro desde la humildad y con eso paso de tener contactos a la construcción de vínculos. Como dice Andrea Brandes, directora del 3xi: “El vínculo es la interacción que te deja con ganas de seguir conversando con el otro”.

Lo tercero es que necesitamos activistas y que seamos muchos los que multipliquemos el encuentro, el llamado es ser ejemplos y facilitadores del diálogo y ejercicio de escucha activa en todos nuestros espacios. Es pasar a una lógica activa y decidida por la colaboración, donde me pregunto qué puedo hacer para colaborar y lo realizo, pues en ese quehacer nos transformamos, nos vinculamos, construimos confianza y avanzamos hacia la cultura del encuentro. Además, y como en todo movimiento, debe estar presente el arte, la poesía, la música, las palabras y una estética que nos toquen, identifiquen y amplifiquen la buena noticia de vivir todos juntos.

En ese sentido Juan, quisiera conocer tu opinión sobre cuáles son las emociones a cultivar que nos permitirán avanzar hacia el encuentro en un país como Chile. ¿Cuál sería el estado de ánimo necesario a gatillar?

J.V.:– Para situar mi respuesta empezaré por aquellas emociones sociales que van instalando un profundo desánimo y, por lo tanto, aquellas que deberíamos erradicar si queremos generar las condiciones para la reconciliación y el encuentro. Esos estados de ánimo son, a mi juicio, el desencanto, el desamparo y la desesperanza. De ellas hablo en mi libro Articuladores de lo posible (2019) porque son emociones que a través de la decepción con el pasado en el que creí –el desencanto– con el presente en el que me siento solo –el desamparo– y con el futuro en el que no puedo creer –la desesperanza– nos alejan de la acción y nos llevan a refugiarnos en nuestra individualidad o en el cobijo de los míos.

Desde ese refugio y ese cobijo es fácil saltar a la polarización. Desde la inacción es también fácil dejar el terreno libre para que supuestos elegidos nos ofrezcan su protección y pasen a poner las reglas de un mundo de víctimas, victimarios y salvadores. Que algunas cosas estén mal, sean difíciles o inabarcables, y que ciertos comportamientos nos resulten inadmisibles o nos dañen, puede ser cierto. Pero que los generalicemos y los convirtamos en decepción con lo que ella puede conllevar, tiene más que ver con nuestra forma de relacionarnos con los hechos que con los hechos mismos.

Avanzar hacia el encuentro, como tú me preguntas, requiere de la más gratificante de las emociones. Requiere de amor, de amar la vida, de amor por nosotros mismos y por los otros. Y solo podemos sentir amor cuando conocemos a los otros sin etiquetas, cuando aceptamos conversar con las puertas abiertas y sin juicios. 

No te descubro nada, pero yo te diría que uno de los aspectos más interesantes del movimiento 3xi es su capacidad de crear espacios en el que el abrazo es posible. Y gracias nuevamente, Camilo, por haber aceptado a esta invitación en un café imaginario al que debemos dar nombre. Tal vez, Café del encuentro.

***

Camilo y Juan se despiden. Pronto coincidirán en la organización de otro encuentro de pares improbables, o hablando sobre la esperanza con Elena Espinal, o tratando de que entre quienes piensan de esta manera cuidadosa no surja la incoherencia. Porque todos somos frágiles y basta con cruzar la acera para que el sol se convierta en sombra. Camilo camina con su sonrisa seria. Juan mira hacia el balcón cercano y le parece escuchar a Raúl Herrera diciendo, como tantas veces: “Quedo contento. Sí, quedo contento”.