El gran cambio

Artículos Articulados

Juan Vera - Artículo articulado - El gran cambio - Fernando Sáenz Ford

Coautores de este artículo: Juan Vera y Fernando Sáenz Ford

Fernando y Juan se conocen desde los primeros años del 2000, cuando coincidieron en alguno de los congresos de coaching realizados en Argentina. Fue un mero intercambio entre colegas sin ninguna trascendencia.

Pasó tiempo hasta que, a través de una amiga común, Ivonne Hidalgo, empezaron a formar parte de un mismo proyecto, aunque no coincidían físicamente en él. Sólo sabían que formaban parte de lo que ella llamaba su “Trío de ases”: Elena Espinal, Fernando y Juan. Fernando era el joven del grupo.

Pronto Fernando empezó a promover un movimiento desde la plataforma de Coaching Global que denominó “Desafío coaching 30 días”. Desde la primera versión, Fernando invitó a Juan a que fuera uno de los oradores. Juan aceptó una y otra vez durante los años que duró la experiencia y también cuando Fernando creó el canal de TV streaming en 2020 y le ofreció que llevara un programa de entrevistas por el que pasaron los principales referentes del coaching de habla hispana y personajes de la política. El nombre fue “Articuladores de lo posible: El programa”.

Se fue haciendo una costumbre coincidir. Así, en la actualidad, al crear un nuevo programa “The big Change”, Fernando volvió a ofrecerle a Juan que tuviera una columna sobre geopolítica y en eso están. Por eso y muchas coincidencias más, Juan le ha invitado a escribir juntos un Artículo Articulado y aprovecha el nombre de la experiencia actual en la que están para lanzar la primera pregunta.

Juan Vera (J.V.):— Querido Fernando, qué bueno verte por aquí y seguir construyendo este tejido de encuentros e ideas. Y, más allá de que puedas referirte a tu programa, quiero preguntarte, ¿cuál es el gran cambio que ves en este momento en la sociedad y el mundo en el que vivimos?

Fernando Sáenz Ford (F.S.F.):— Juan querido, primero muchas gracias por la invitación a este tejido reflexivo. El gran cambio para mí no es algo puntual, con una forma definida, sino más bien un movimiento complejo que no se puede retratar, un cambio de época donde los sistemas como los conocemos están mutando como una aurora boreal con miles de partículas en constante movimiento. 

Por eso, arbitrariamente voy a hacer un recorte de tiempo desde donde responder la pregunta. Voy a tomar como referencia los últimos 15 años. Hay una fecha clave, no como inicio, sino como hecho simbólico. El 23 de junio de 2016. ¿Qué pasó ese día? El Brexit, el 51,9% de los votantes británicos, apoyaron abandonar la Unión Europea. Fue un hito que marca un giro radical en la tendencia globalista, dejando atrás la idea de aldea global de Marshall McLuhan. 

En 1975, el 67 % de los electores se habían mostrado partidarios de permanecer a la Unión Europea. ¿Por qué ese gran giro? Esa respuesta puede tener muchas aristas, pero elijo dos: La primera, el crecimiento desproporcionado con falta de equidad socio/económica. Y la segunda, pérdida de identidad nacional. El 1% de la población posee el 40% de la riqueza del planeta, según señalaron desde la organización Oxfam en el Foro Económico Mundial en Davos 2015, y al mismo tiempo se desdibujan las identidades nacionales y hay una necesidad de volver a las raíces. Esto da lugar a una cantidad de eventos inesperados de alto impacto. 

En 2011 el movimiento de indignados en España, los conflictos armados y las protestas en Libia, Siria y Yemen; las protestas en Hong Kong desde el 2014; la guerra comercial entre Estados Unidos y China; los estudiantes en Chile; los nuevos presidentes outsiders o antisistema como Trump, Bukele, Bolsonaro, Castillo, Milei entre otros. Y a esto sumarle la pandemia con sus consecuencias y sospechas, y los conflictos armados que reavivan el fantasma de la Tercera Guerra Mundial. 

En paralelo, la tecnología entra a deconstruir prácticas sociales que transforman todo a su alrededor, como el blockchain para transacciones descentralizadas y la creación de criptomonedas. Los NFT, la bigdata, las redes sociales y sus algoritmos. Y por supuesto la inteligencia artificial y todos sus oportunidades y amenazas. 

Por otro lado, en el 2020 la masa de lo fabricado por la humanidad superó en peso a la masa de los seres vivos por primera vez en la historia, sin contar la basura. En 1900 era el 3% de su peso actual.

Todo esto trae nuevas interfases en las relaciones humanas. Todo, o por lo menos casi todo, se está viendo afectado de una u otra manera. Por ejemplo, ganar elecciones puede estar determinado por los votantes menores de 40 años que siguen medios de comunicación no tradicionales. 

Hay una creciente polarización ideológica cada vez más enemistada, ya que hay una crispación social producto de que reforzamos lo que pensamos a través de los medios que consumimos. Hay un poder social que está en la cantidad de seguidores en redes y el engagement que se logre. Grandes corporaciones, partidos políticos y millones de personas buscando tener algún posicionamiento, dependen de grupos de jóvenes buscando como ganarle al algoritmo de las redes. En este mundo las distancias se acortan y todo ocurre en tiempo real. 

El nivel de interconexión y complejidad aumenta drásticamente. Por un lado, hay un acceso inédito a la información y a poder relacionarse con personas de todo el mundo. Ni siquiera el idioma ya es un límite. Las oportunidades parecen multiplicarse. Pero por otro, hay mucha información falsa, donde lo que importa no es la verdad, sino la post verdad para movilizar voluntades hacia mayor consumo. 

La aceleración de la vida cotidiana es la constante, aunque como contraposición surjan movimientos o corrientes culturales slow y también una creciente necesidad de prácticas espirituales para poder tener paz mental y bajar el aumento de ansiedad y depresión. 

Son muchos los cambios que veo que podríamos sumar a la lista, como los movimientos feministas o los movimientos opuestos a la ideología de género, el cuestionamiento a la monogamia o la lucha por los valores tradicionales, la baja del promedio de hijos por mujer en clases medias/altas o el crecimiento fuera de control de la población en India, dejar el sueño de la casa propia y ser nómades modernos ligeros de equipaje.

Por eso, en nuestro streaming que hacemos por YouTube, que también es un cambio en la forma de comunicar, decimos que “si estás vivo eres parte” del gran cambio.

 
Juan Vera - Artículo articulado - El gran cambio - Fernando Sáenz Ford
 

Sostengo que estamos en un cambio de era y de mentalidad colectiva. Y quisiera saber Juan, ¿cuáles crees que son los desafíos más importantes de los que nos tenemos que hacer cargo como humanidad?

J.V.:— Importante lo que planteas, Fernando, con lo que, desde luego, estoy muy de acuerdo. Podría responderte como Mafalda y decirte que el principal desafío es parar el mundo. Nos encontramos en un profundo laberinto de múltiples interconexiones, muchas de las cuales nos llevan a ramales sin salida.

Trataré, sin embargo, de establecer algunas prioridades y agrupaciones a partir de considerar dos grandes aspectos transversales de este diagnóstico. La primera, la desigualdad de hecho, unida a la percepción de que no somos capaces de avanzar en su decrecimiento. Y la segunda, el mindset de una juventud que, más que rebeldía ante el sistema, es claramente antisistémica.

La desigualdad, más allá de la pobreza, ha sido la temática central de la izquierda, que claramente no ha sabido resolver si no es a costa de quitar libertades y nivelar por abajo, salvo a sus propias élites. Hoy además la desigualdad se vive con un alto nivel de visibilización de la brecha, lo que lleva a impulsar movimientos violentos y a profundizar el odio a esas y a cualesquiera élites. Creo, por ello, que hay un gran desafío de promover un diálogo entre posiciones que ya no interpretan el pensamiento de derecha, izquierda o centro. Hablo del desafío de gestión de un proyecto desideologizado.

El lunes de esta semana en la que estamos conversando, el movimiento 3xi surgido en Chile, de cuyo Directorio formo parte, ha presentado la segunda Encuesta Nacional de Polarización y mientras que la brecha política ha decrecido ligeramente, la intergeneracional sigue siendo la más alta y además ha aumentado con respecto al primer estudio. Las generaciones jóvenes consideran que los mayores de 50 años entienden poco la realidad que estamos viviendo y los mayores de 60 viven en un mundo paralelo. Hay un desafío de aproximación y acercamiento.

Dicho esto, y tratando de priorizar, como te he dicho antes, los tres desafíos que considero prioritarios son:

  • El medioambiental, frente a los negacionistas que consideran que el cambio climático es un invento. Si fuera arquitecto diría que el planeta está dando muestras de resistencia de materiales e incluso de una repuesta violenta a la explotación desmedida de unos humanos que se consideran sus propietarios. El aumento del nivel del agua de los mares y océanos debido al aumento del calentamiento global, las nuevas DANA, la proliferación de los incendios forestales, o la desaparición de especies que contribuían al equilibrio ecológico, pueden llevarnos a desaparecer.

  • La pérdida del sentido de lo humano frente a los cambios de rol producidos por una inteligencia artificial que constituye un poder seductor, pero desconocido y millones de veces más rápido que nosotros. Lo que permite que la IA avance años en lo que nosotros avancemos minutos, nos está llevando a brechas de conocimiento y toma de decisiones muy alarmantes. Primero fue manejar la data, luego fue capturar nuestras huellas, después identificar nuestras emociones y los comportamientos. Ya es posible adivinar nuestras aspiraciones y deseos y, por lo tanto, influir en ellos, hasta el punto de que sean las aspiraciones movidas por un poder en la sombra. Hablo, por lo tanto, de una toma del poder que hoy puede atribuirse a los poderosos que manejan las grandes empresas propietarias de la tecnología, pero ¿y mañana?

  • Finalmente, creo que el fenómeno de la inmigración unido a la baja de natalidad en los países no migrantes está produciendo una invasión cultural de desidentificación de identidades que también puede llamar a una violencia desconocida.

Entonces paso a mi segunda pregunta, sin tratar de que hablemos de respuestas concretas que posiblemente no tenemos. ¿Cómo crees que podemos contribuir aquellos que, de alguna forma, nos sentimos acompañantes de fenómenos sociales?

F.S.F.:— Hay algo, Juan, que para mí es central. Y es revalorizar el encuentro entre nosotras las personas. La diferencias ideológicas que mencionas están trayendo como consecuencia la falta generalizada de confianza. Y como perdimos la confianza, queremos control. Y como queremos control, no reflexionamos juntos. Sin reflexión no hay nuevos caminos.

Por eso, como acompañantes de fenómenos sociales, considero fundamental tener una perspectiva sobre las ideologías que nos dé acceso a facilitar procesos deconstructivos e integradores. 

Lo primero es entender la razón de ser de las ideologías. Creemos que nuestras ideologías son verdades independientes de nosotros mismos y el camino correcto para el bien común. Muchas veces estas ideologías son lealtades familiares heredadas y en otras ocasiones son refugios colectivos ante grandes dolores en la vida, que se transforman en “causas nobles” con las cuales nos identificamos plenamente. Esto quiere decir que no sólo tenemos una ideología, sino que “somos” la ideología. Nos da sentido, pertenencia, una razón por la cual “luchar” y cubre vacíos. 

En segundo lugar, está la mentalidad y configuración emocional que implica seguir ideologías… sean cuales sean. Es una mentalidad que pone en el centro a la certeza y la objetividad, rechazando, incluso con violencia, lo que amenace esa objetividad. Porque esto ya no es discutir ideas, sino que está en juego “lo que soy”. Un golpe a mi ideología, lo vivo como un golpe directo a mi existencia. La consecuencia de esto es discriminar a los que no se ajustan a nuestra ideología, resultado en un gran estado de ánimo colectivo de “enemistad” y polarización. Esta es parte de la psiquis cultural de control que vivimos.

En tercer lugar, es posible observar una aparente incoherencia entre el propósito que persigue la ideología y las conductas de quien sigue la ideología. Pero prefiero decir que no hay tal incoherencia, sino que en el fondo estamos más comprometidos con sostener la supuesta verdad de las ideas, que con el propósito que persiguen las ideas, porque esa verdad nos da sentido y seguridad. Por ejemplo, podemos ver personas hablando de la libertad, negando al que piensa la libertad de forma diferente. O hablando del amor, justificando el odio de aquellos que no se rigen por los mismos dogmas de amor. O hablando de la diversidad, descalificando al que no coincide con los argumentos desde donde fundamentar la diversidad. O militando por algún tipo de igualdad, estigmatizando al desigual. 

Por eso, como bien decías, Juan, la izquierda que en su corazón tiene la idea del desarrollo social o común, cuando más extrema es, suele terminar en individualismos antidemocráticos que se perpetúan en el poder. Y la derecha que tiene su razón de ser en la idea de las libertades individuales y de mercado para una prosperidad meritocrática, cuando más extrema se pone, suele terminar favoreciendo la desigualdad de condiciones y polarizando pobres y ricos, disminuyendo la movilidad ascendente. 

Y, en cuarto lugar, si podemos incorporar y hacer conscientes los puntos anteriores, tenemos la opción de escoger. En vez de estar aferrados a la objetividad de la idolología, podemos adquirir sentido y significado sin la necesidad de aferrarnos a la “verdad única”. 

Podemos elegir a que estar comprometidos y conversar desde el derecho a cambiar de opinión, sin sentir que nuestra identidad está en juego. Podemos encontrarnos desde el respeto y el cuidado, desarmando la emoción de enemistad. Podemos aprender con maestros y/o líderes que honramos y respetamos sin entregarles nuestra responsabilidad de elegir y reflexionar. Podemos tener modos de pensar que queremos sostener porque entendemos traen ciertas formas deseables de vivir y relacionarnos, pero no por ello hacerlo desde la verdad universal y en nombre de eso, justificar el vencer al otro, obligarlo o someterlo.

Para finalizar esta respuesta es importante resaltar que después de 25 años de participar de procesos de acompañamiento me encontré que, para sostener las ideologías, las personas entramos en procesos de “idealización” donde proyectamos en las ideas la seguridad que no terminamos de tener en nosotros mismos. Y muchas veces, soltar esas ideologías, implica un proceso de desilusión con las ideas y hasta una sensación de traición que deriva en desesperanza y, como decía al principio, de desconfianza. Por eso, considero que hay que tener un especial cuidado en estos acompañamientos para que resulten en confianza, mayor autonomía y posibilidad de conversar y construir lo que no existía.

En este sentido, Juan, con todos estos escenarios que venimos describiendo, ¿qué crees que es necesario construir, que aún no existe, para que evolucionemos como humanidad?

J.V.:— Difícil pregunta, Fernando. Si lo supiéramos estaríamos convocando al mundo a ponerlas en marcha. Me imagino en cualquier aeropuerto haciendo escala y conversando ambos para desarrollar un plan por diversos canales e ir creando masa crítica, aunque tal vez de alguna manera ya lo hacemos.

Mi primera reacción es decirte que no sé si en realidad no existe o lo hemos olvidado en estos tiempos de vivir a la intemperie, al fragor de batallas muchas veces inventadas. La primera idea de humanidad es que constituimos una especie que, en su diversidad, en algún momento tuvo un propósito colectivo de sobrevivencia y sobre ese fueron construyéndose otros hasta que surgió la soberbia y con ella la separación.

Mi padre, que era ateo, pero que leía frecuentemente la Biblia, me contaba ese relato del Génesis sobre la torre de Babel. El intento de todos los habitantes de la Tierra tratando de alcanzar el cielo desde un poder único. Dios, entonces, ante tal arrogancia, hizo que surgieran lenguas diversas, para que no se pudieran entender y estuvieran condenados a dispersarse ante la imposibilidad de la coordinación. 

Obviamente, mi padre, al no creer en Dios, no consideró que nadie castigara a nadie, sino que fue esa soberbia que está en el lado oscuro de lo humano, la necesidad de prevalecer y subordinar a los otros al propio egoísmo. El impulso de la dominación.

Esa fue una historia que yo escuché con mucha atención, dándome cuenta de la importancia de entenderse, de lograr esa “lengua común”, esos valores comunes, ese marco en el que todos pudieran seguir construyendo la torre desde sus diferencias. Entonces, volviendo a tu pregunta sobre qué es necesario construir. Mi respuesta es: un nuevo propósito colectivo. 

El peor escenario para que ocurra es que surja como respuesta a un enemigo común, bien sea como respuesta a la venganza del planeta y las catástrofes que puedan sobrevenir por el trato que los seres humanos le han dado o a la amenaza de una inteligencia artificial que compita en el mismo intento de dominación. En este caso de nuestra especie.

El mejor sería que los seres humanos lleguemos a un nivel de conciencia turquesa, el color de la búsqueda de la armonía global. Sin duda para eso falta mucho, pero no podemos perder esa esperanza. Tú hablabas de la posible desilusión, de soltar las ideologías y sentirse sin nada a lo que aferrarse, sumidos en la desesperanza. Si esa amenaza avanzara, tendríamos que abrirnos a cuestionar por qué requerimos crear nuestra identidad sobre lo cerrado y lo inamovible y no sobre lo abierto y dinámico.

Tendríamos que estar atentos a lo que viene después de la desesperanza, cuando ya no hay otra cosa que perder más que la vida. Puede ser ese el momento en el que los humanos podamos cruzar el umbral y resurgir. 

Si eso ocurriera habríamos aprendido la lección y sería posible construir otra torre de Babel, sin necesidad de hablar la misma lengua, ya tenemos los traductores digitales. Lo que requeriríamos es haber aprendido la humildad o mejor dicho recuperarla en la huella de nuestros orígenes. Salir del olvido.

 
Juan Vera - Artículo articulado - El gran cambio - Fernando Sáenz Ford
 

Y llega mi última pregunta Fernando, en consideración a las muchas cosas en las que hemos colaborado. Quiero ir al terreno más personal. No te pido que profundices mucho, sino que satisfagas mi curiosidad, aunque sea con titulares. ¿Cuál será tu próximo paso para contribuir al mejor “big change” que consideras posible?

F.S.F.— Nos conocemos hace muchos años, querido Juan, y algo que me enriquece es tu aplomo, templanza, planificación, mientras yo tiendo más a poner en el centro la variedad, el movimiento y la innovación. Claro que a veces se me va de las manos y puedo tener algunos quiebres de timing, como nos ocurrió en la trastienda del armado de este artículo. Me disculpo por eso y al mismo tiempo respondo tu pregunta: hay un “big change” personal en la búsqueda de integrar todos estos años de variedad y movimiento. Siento que es el momento de transformar un arcoíris de experiencias en un rayo láser con sello propio. 

Por eso, estoy por dar a luz a un programa que rompe con el paradigma de “diferentes propuestas para diferentes públicos”. No es la misma propuesta la que se diseña para un grupo de mujeres de 25 a 35 socialmente exitosas de clase alta, que la que hacemos a un grupo mixto de 40 a 50 años que no han logrado sus aspiraciones y buscan reparar esa falta ayudando a otros a lograr lo que ellos no lograron. 

La forma de articular una propuesta a estos dos grupos es muy diferente Yo enseño eso y funciona. Sin embargo, desde mi propia disrupción y antifragilidad, busco ir más allá y atravesar el umbral de lo convencional para hacerme cargo de un quiebre compartido multipúblicos, que junte en un mismo lugar a seres humanos que quieren desatarse del dolor de no encontrarnos y el mandato de vivir a través de ideologías. Personas que puedan entrenarse desde un “modo coach” para ir más allá de estereotipos y ser uno mismo sin moldes, o como escribió Gustavo Cerati: “Desafiando al rito, destruyendo mitos”. Aunque prefiero cambiar la palabra “destruyendo”, por “deconstruyendo”. Se trata de alguna manera de un experimento social en esquema de entrenamiento.

Querido Juan, para finalizar, primero muchas gracias por la oportunidad de esta nutritiva conversación y quiero hacerte una última pregunta, ¿qué reflexiones finales te deja este intercambio sobre “the big change”?

J.V.:— Gracias Fernando, antes que reflexionar me quedo con la sensación abstracta de los distintos caminos que existen para la coincidencia, porque escucho coincidencias en lo que hablamos.

Pasaría del músico argentino Cerati al mexicano Alberto Escobar, que escribió esa hermosa canción llamada “Coincidir”, donde canta:

Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio

Y coincidir.

Tus multipúblicos vuelven a referirse al todo. Somos capaces de reconocer que ese todo está compuesto por las partes que lo integran. Si no fuera así, sería un uni-verso. La grandeza del Todo es que reconoce la importancia de las partes. Podríamos decir que es un concepto que nos llega con humildad incluida. Reflexiono que uno de los problemas que vivimos es que las partes se sienten un todo y dejan de estar al servicio de algo superior. No se ven como las islas de un archipiélago, sino como un continente especial y único lleno de derechos.

Siento que estamos en un lado del péndulo y nos arrasa la sensación de vértigos y urgencias, con el malestar que ambos acarrean. Se trata de cambiar el equilibrio entre todo y partes. Sin quitarle valor alguno a la diversidad, pero haciendo prevalecer la totalidad como el espacio misterioso de la coordinación armónica. 

Esa reflexión me queda, que siempre hablamos de aspectos del entramado holístico y caemos en el error de creer que son independientes, pero si nos subiésemos a la torre, veríamos la interdependencia que permite reconocer una Babel sin violencias, en la que es posible la pertenencia, sin lesiones para el requerimiento de identidades propias.

No hay desprecio a la diferencia, sino elogio a la urdimbre y el tejido del que formamos ineludiblemente parte.

Si somos polvo y en polvo nos convertiremos, también somos partes y en todo nos convertiremos. Tal vez me puse muy filosófico o tenga que ver con las horas de la madrugada en las que escribo esto, pero es lo que te respondo desde una sinceridad sin elaboraciones. Gracias de nuevo, querido Fernando. Creo que ha tenido altura nuestro diálogo.

***

Fernando, a quien le gusta que le llamen Fer, y Juan se levantan del café del aeropuerto, aun sin nombre. Ambos son amantes del vuelo. Rápidamente, se ponen a hablar del futuro y sus posibilidades.

Como dijo Fer, pudo haber tensiones en la trastienda. Retrasos en los vuelos, huelga de pilotos, lluvia en las pistas, pero detrás de la trastienda, es decir, en la tras-trastienda hay una amplia sala de pacífica admiración, de colaboración generosa y sólida. Por los altavoces comunican que los aviones ya han cargado sus combustibles y están listos para partir. Llegarán a su hora a los destinos.

Se dan un abrazo. Fer parte tarareando: 

Y ya lo sabés, nada es casualidad

tu misteriosa forma me lastimará

pero a cada segundo estaré

más cerca.

Juan se dirige a su avión y susurra:

Si la vida se sostiene por instantes

y un instante es el momento de existir.

Si tu vida es otro instante, no comprendo.

Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio. Y coincidir.

 

La convergencia de dos miradas hacia una nueva comprensión

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