Juan Vera

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El círculo de lectura como espacio de transformación

El niño estudioso que fui, en los días azules de la infancia, prefería la circunferencia al círculo. Nunca me pregunté por qué, tal vez la veía más concreta, esa línea que se encontraba consigo misma o fué la sonoridad de su nombre: circunferencia… circunferencia.

Pasados muchos años, finalmente me di cuenta de que era comparar la línea, una frontera, con su espacio interior y hoy prefiero el espacio y aún más si es interior, porque me lleva al infinito.

En ese ayer infantil, la circunferencia parecía tener más poder, acorralaba al círculo, pero al cabo era un delgado trazo que terminaba al llegar a sí misma. El círculo tiene radios, cuerdas, arcos, flechas, coronas, lunas, segmentos y sectores. 

En su espacio las cosas ocurren, los distintos pueden coincidir. 

Con el tiempo he ido comprendiendo lo importante que es generar espacios, serlo uno mismo, permitir que otros quepan dentro. Y a eso quiero referirme en estos párrafos.

¿Dónde empieza el círculo?

Antes de que el mundo padeciera este presente pandémico, Venezuela ya sufría otros dolores, la desolación del desencuentro se había esparcido tan rápido como el virus y la confusa propuesta de un ideal se convirtió en un castigo. En la desafortunada superposición de la pandemia y la insensatez, Johanna Rodriguez, una conocida coach y psicóloga venezolana, me propuso hacer algo para subir el ánimo de su grupo de coaches y consultores. Por ejemplo, me dijo, podrías diseñar una lectura dirigida. Elegir algunos libros que puedan darnos caminos para un nuevo pensamiento, incluyendo el tuyo me dijo. Piénsalo.

Lo pensé y sugerí empezar la experiencia con mi propio libro “Articuladores de lo posible”. Dejé en claro que no se trataba de encontrarnos a leer juntos, ni conversar simplemente de lo leído. 

El propósito era hacer que la lectura fuese la experiencia personal de un leer distinto, a partir de pautas con preguntas. Propuse que convirtiésemos la lectura en una experiencia individual y colectiva. Privilegiar ese objetivo al de tomar la lectura como una fuente de informaciones y datos. 

No siempre vemos en la primera mirada lo que hay en una escena. No imaginé, al momento de aceptar el desafío , que llegaríamos tan lejos y que pronto el laboratorio que se inició con diez entusiastas  venezolanos tendría dos versiones más en las que se inscribirían  otros treinta y dos participantes desde ocho países distintos, para vivir una experiencia que hemos considerado grupalmente fascinante.

Recientemente hemos terminado la primera etapa en la que trabajamos tres libros: “Articuladores de lo posible” de Juan Vera, “21 lecciones para el siglo XXI” de Yuval Harari y “La política en tiempos de indignación” de Daniel Innerarity. En algunos grupos hemos podido ampliar la lectura y el espacio de aprendizaje sumando a la dinámica artículos varios y videos de análisis del momento actual. 

¿Y en qué ha consistido la experiencia?

Sucintamente los participantes recibían dos o tres veces a la semana pautas de lectura con preguntas para profundizar el sentido de los capítulos a leer, mirar el mundo desde las distinciones que se iban abriendo y mirarse a sí mismos interpelando los propios juicios.

En realidad, lo que fue pasando es que el círculo de lectura guiada pasó a ser un círculo de lectura y reflexión y pronto un círculo de lectura, reflexión y acción y finalmente un círculo de una transformación que ha conducido a articular acciones hacia fuera y hacia dentro.

No puedo decir que siguiera un modelo a priori, pero al verlo después, me hizo pensar en el aprendizaje experiencial de David Kolb:

  • Empezamos la vivencia de una experiencia concreta: sumergirnos en la lectura.

  • Tuvimos reuniones quincenales para observar y reflexionar sobre lo leído, lo pensado, lo vivido.

  • Conceptualizamos aquello de lo que íbamos “dándonos cuenta”.

  • Los participantes individualmente o por grupos tomaron decisiones para poner en marcha acciones encaminadas a experimentar nuevas realidades. Desde un programa de desarrollo de jóvenes líderes en la República Dominicana, el replanteamiento de la relación de cámaras y asociaciones empresariales con la comunidad, la creación de un programa de ciudadanos conscientes en Venezuela o la puesta en marcha de un congreso internacional sobre la violencia contra la mujer orquestado desde México.

En resumen, podríamos decir que en el Círculo de lectura:

  • Leemos libros de grandes pensadores que interpretan la realidad.

  • Reflexionamos.

  • Conceptualizamos.

  • Los participantes, llenos de nuevos recursos e ideas, accionan para transformar la realidad.

Este punteo no busca definir un proceso metodológico, pero será un desafío a abordar como ejercicio más adelante.

Lo más importante pasó dentro de cada uno, leer, pensar, comprender, regresar al interior, registrar la experiencia, salir al mundo, vivirlo de otra manera, provocar la acción, regresar al interior.

Una participante chilena, Rosa, una mujer madura, empresaria e innovadora dijo en un encuentro: - “me he formado como coach, he realizado distintas terapias, meditaciones y distintos tipos de acompañamiento, pero nunca me habían encontrado tanto conmigo misma”

Un participante venezolano, Paúl, nos refirió un día que solo en tres ocasiones en su vida había sentido tanta intimidad con un grupo y desde entonces llamó a la experiencia “una nueva intimidad”.

El espacio circular se movió en el pasado, el presente y el futuro, reveló nuestra forma de observar. Me pregunté y me pregunto ¿Descubrimos una nueva forma de coaching? 

Reconozco que la palabra coaching me es cada día más ajena. Reformulo mi pregunta ¿Descubrimos una nueva manera de encontrarnos con nosotros y con el mundo?

Cuando escribo este resumen de bitácora tengo la idea de un viaje ¿Adónde nos llevará? Dos grupos continuarán con nuevos autores: Martha Nussbaum, Byung-Chul Han, Otto Scharmer; otros iniciarán el ciclo. 

Me imagino una balsa sobre aguas desconocidas, la mirada al horizonte para encontrarnos en él, la amplitud del mar, su líquida realidad, la solidez del mástil, la vela, el viento y una brújula. 

Las brújulas sólo nos señalan el norte, no nos dicen lo que hay en él. Lo que haya que construir, lo construiremos. Por eso la palabra que surge de esa balsa, de esa patera que llega a las costas del sur, es comunidad.