Juan Vera

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Diez propuestas para estar “juntos”

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Juntos (2022) es el libro de Ece Temelkuran que lleva por subtítulo: “Un manifiesto contra el mundo sin corazón”. Cuando me recomiendan que lea Juntos pienso en el libro del mismo título de Richard Sennett y digo que lo conozco, que lo tengo a medias, que llegué a la página 197, pero no es el mismo, no tiene que ver con rituales, placeres y política de cooperación. O tal vez sí, sobre todo con cooperación.

Abro las primeras páginas y leo al azar: “Sin embargo, todo lo que tiene valor es frágil; lo bello, lo humano y lo verdadero. Y cuando todo lo frágil se suelde de modo que configure una sólida historia de nuestra especie, solo entonces no sonaría extraño que yo de repente dijera: «Creo en ti»”.

Lo subrayo y decido leerlo. Varios capítulos más adelante decido que este será uno de los libros que incluiré en el próximo Círculo de Lectura de Articuladores de lo Posible.

¿Quién es Ece Temelkuran? Una periodista turca, nacida en Esmirna, cerca de las ruinas de Éfeso. Escritora, presentadora de televisión en Habertürk TV de donde fue despedida por su posición crítica al gobierno de Abdullah Güll y a algunos de los graves sucesos que ocurrieron en su país, como la masacre de Uludere.

Ece se formó previamente como abogada. Tras la llegada de Erdogan a la presidencia de Turquía optó por exiliarse. Escribió Cómo perder un país. Los siete pasos que van de la democracia a la dictadura (2019). Es eso y más cosas. Buscadla en las redes.

Elecciones, dignidad y orgullo

Pronto descubro que ha elegido una estructura para el libro que permite leer con facilidad y pasar a un capítulo cualquiera y regresar después. Es uno de esos libros para la libertad del lector. Sus diez propuestas nos abren a un mundo de distinciones:

1. Elige la fe antes que la esperanza

2. Elige la realidad íntegra

3. Elige hacerte amigo del miedo

4. Elige la dignidad antes que el orgullo

5. Elige la atención antes que la ira

6. Elige la fuerza antes que el poder

7. Elige suficiente y no menos

8. Elige el arrecife antes que la chatarra

9. Elige la amistad

10. Elegid estar juntos.

Elijo leerla, ir discutiendo con ella mientras leo, cambiar de opinión como, por ejemplo, cuando dice: “La dignidad tiene que ver con una autoestima que no requiere ninguna evaluación externa, mientras que el orgullo está relacionado con el valor que nos otorgan los demás”.

Le digo que sí a Ece, que mi dignidad es un derecho más allá de todo reconocimiento, por el mero hecho de ser. Yo me doy mi dignidad y, como todo derecho, estoy dispuesto a luchar por él.

Le digo que sí porque el orgullo siempre implica demostrar, depender de la opinión de otros. No puedo sentir orgullo si es que no defiendo previamente mi dignidad.

Elección, fe y esperanza

Elijo discutir cuando Ece escribe: “Es inútil luchar contra el poder mágico de lo humano que solo la fe puede engendrar. Y la esperanza es solo una tímida palabra clave que delata esa necesidad de fe (…) Por muy explosiva que sea la palabra fe, también reside en el mismo núcleo de la acción política. Todos deberíamos aceptar que la fe es y puede ser la única razón para actuar cuando todo está perdido”.

Discutir a qué vamos a llamar fe y a qué esperanza. Ya en otros artículos he sostenido la teoría de que la esperanza no tiene que ver con sentarse a esperar, de la misma forma que acepto que tener fe no significa estar ciego.

La esperanza se constituye en una decisión de seguir un camino, el camino de mantenerla, porque de lo contrario la vida se quedaría vacía. ¿Estamos entonces llamando de distinta forma a la misma distinción? Sería una interesante conversación en un café de la bella Zagreb desde donde ella escribe.

Su manifiesto contra el mundo sin corazón nos invita al nosotros, pero sobre todo a elegir, porque esa es la vida como idea diferenciada del mero subsistir.

Elegir cada día, elegir con quiénes y por qué. Elegir iniciar pasos de baile cuando nadie nos ve, sonreír al sol aunque nos invite a fruncir el ceño y ponerle el corazón a las tardes más tristes, como deben estar siendo las tardes de la franja de Gaza cuando escribo estas líneas con la única intención de que lean a Ece Temelkuran, cuya foto me recuerda a algunas de mi madre en los viejos álbumes de fotografías en blanco y negro en las que siempre sonreía aunque España, nuestro país, viviese una horrible guerra civil cuando ella dejaba atrás la adolescencia, eligiendo que ningún bombardeo pudiese con su alegría.