Juan Vera

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Artículos Articulados

De lo poético a lo patético. Mejor al revés.

Coautores de este artículo Pavel Gómez y Juan Vera

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Escuchar: De lo poético a lo patético. Mejor al revés.

Juan conoce a Pavel desde hace unos ocho años. Arianna Martínez, una amiga venezolana como el propio Pavel, le habló de él, de su ojo crítico en temas políticos, de los interesantes ensayos que escribía. Juan leyó algún material escrito por Pavel y se quedó a la espera de un encuentro que se produjo un par de años después, propiciado por otra venezolana amiga de ambos: Irene Torres Hecker.  

Fue fácil descubrir temas comunes, casi complicidades: la política, el dolor por Venezuela, la gestión de entornos como una disciplina abordada por los dos desde perspectivas distintas, pero convergentes. Por un lado, y más ligada a los incentivos económicos en el caso de Pavel y, por el otro, al diseño de las conversaciones en el de Juan. Y de pronto, apareció otra coincidencia: la atracción profunda por la poesía. Escuchar a Pavel recitando a los poetas venezolanos fue realmente una experiencia estética para Juan.

Desde ese encuentro se creó una corriente de agua continua. Juan entró en la página de Pavel y supo de sus padres guerrilleros de quienes escribe: “...que soñaron con un mundo sin el dios del dinero y las motivaciones puramente egoístas, donde las personas fueran gentiles y la solidaridad fuese la moneda de cambio. Mi padre me conoció en una montaña y en la infancia viví en la clandestinidad, ocultando mi nombre y entrenado para burlar a la Policía”.

Juan le habló de su propio padre encarcelado tras la guerra civil española por querer lo mismo, del que debía ocultar sus ideas para no ser discriminado en el colegio franquista. 

En este tiempo, Juan ha invitado a Pavel a algún proyecto de consultoría sobre la creación de mapas de actores y mapas de poder y de influencia, y a participar de los Encuentros de Consultoría 21 que durante unos años fueron una experiencia de intercambio virtuoso de puntos de vista. Más recientemente también lo sumó como expositor a su programa Articular. 

Pavel le ha enviado sus columnas y su libro Instrucciones para salvar al mundo de un tirano populista (2018), donde adelanta algunas precisiones sobre el populismo y la antipolítica que Moisés Naim profundizó en su obra La revancha de los poderosos (2022).

Juan ha decidido invitar a Pavel a escribir juntos este artículo articulado con el que acaba el 2022, un año lleno de acontecimientos inesperados. En cuanto al tema, prefiere no elegir. Le atrae pensar en el análisis de un contexto completamente inédito o de esta patética descomposición de nuestra idealizada democracia o dejar a un lado la ventana oscura que deja ver a una luna llena sin tonada y enredarse en un paseo por sus poetas favoritos. De momento, le propone este título: De lo poético a lo patético. Mejor al revés.

Juan Vera (J.V.):– Y para que sea al revés empecemos por describir el contexto, pero primero quiero darte las gracias, Pavel, por no vacilar en aceptar mi invitación. Si tuvieras que describir el mundo en el que estamos en cinco párrafos que dirías.

Pavel Gómez (P.G):– El mundo que habitamos, se me antoja, reafirma lo mundano con efervescencia, con agitación. Ebullición tecnológica que provoca un reflujo de pasiones. Cambio climático, guerra, pandemias que hacen más estridente la poesía cotidiana, la belleza que emerge por doquier, lo sublime que habita a la vuelta del volcán. Este mundo me maravilla, me hechiza, me enaltece, la luz y la sombra en su danza desbocada, como nunca y como siempre.

Primera visión: Agradecimiento. Agradezco cada día mi presencia en este ahora, en este tiempo, con su secuela de vueltas y variaciones, con sus pretendidas distancias y su irrefrenable cercanía. Agradezco mi ventana, agradezco mi lugar en la historia, agradezco mi herencia inaudita, agradezco mi piel curtida y mi ojo de forastero. Agradezco cada segundo de esta vida deliciosa, con sus brotes de angustia y dolor inseparables, con sus destellos de luz inigualable.

Segunda visión: Siempre puedo elegir. He elegido mi ruta, he elegido mis cicatrices, he elegido a mi familia, he elegido mis caídas y mis levantadas, he elegido mis sueños y mis monólogos. He elegido mi furia y mi reposo. Cada día elijo mis conciencias y mis evasiones, mis distracciones y, sobre todo, mis énfasis. Allí es donde emerge la poesía con toda su estridencia cotidiana. 

Tercera visión. Ante lo irreparable, ante lo irrefrenable, ante la humanidad que me desborda, ante todo eso que no entiendo de mí mismo, que sorprende o juega con mi razón, ante todo eso, mi paz la hallo en el darme cuenta. Ya no busco consistencias totales, ni me cuelgo de culpas. Lo que me salva es darme cuenta de mis desvaríos, de mis trampas, de mis pequeñas miserias.

Regreso entonces a este mundo de mi contemporaneidad y digo, con todas sus letras, acentos y silencios, que soy un gran afortunado por habitar mi tiempo. 

Abre camino,

expulsa todo el aire,

cede pasión al fuego inescrutable,

desciende a tus infiernos cotidianos,

invita a la mirada y construye un jardín,

deja que el lodo limpie tus pupilas

y sonríe de nuevo. Estás vivo.

Cuéntame de lo que tú ves, querido Juan. Dispara tus primeras dudas y tus últimas certezas.

J.V.:– Me tomaste la palabra, Pavel, y empezaste por la poesía. Quiero decir que empezaste poético. ¿Seremos capaces de regresar a una prosa arrasada de miserias? Dejaré la pregunta suspendida. Has sido el oboe que pone el tono de la orquesta y desde ese la que tú mismo tomaste como concertino voy a tu pregunta. No sé si seré cuerdas o vientos, pero espero que vayan siendo las últimas, aquellas certezas que aún me queden. La duda ha sido siempre un signo de inteligencia. Más cuando hoy cualquier certeza se derrumbará en los próximos meses, semanas o días. Aparte de eso, elijo también vivir la vida intensamente. Elijo amar a quienes amo. Levantarme temprano y acostarme tarde y sentir que la vida es un caudal irrefrenable.

Afectado por el último artículo articulado que escribí con mi nieta, en mi primera visión veo a una juventud a la que le pedimos la responsabilidad de un planeta en cenizas. ¿Qué derecho tenemos a pedirlo? Pedimos también que salgan de los teléfonos celulares y que estén presentes. Les reclamamos una presencia plena cuando de niños, de carajitos, diría si estuviera en tu país, les invitamos a que jugaran con la tecnología, que se sumergieran en ella y nos dejaran tranquilos porque nosotros teníamos que construir la sociedad del futuro y nuestra propia subsistencia en ese presente. La tecnología fue su juego y hoy es su cobijo, el lugar en el que pueden trasladarse por el mundo, aunque no puedan pagar el pasaje de un bus.

Nosotros que hemos hecho juntos mapas de actores, sabemos que algunos son medulares, que otros son relevantes y que los no relevantes, esos que pueden ser multitud, pueden, sin embargo, influir en algunos de los anteriores y desde su invisibilidad cambiar el rumbo de las naves y el curso de las cosas. Tengo una segunda visión y es que todas y todos deben ser tenidos en cuenta, porque somos un sistema en el que lo colectivo no es una elección sino la atmósfera.

Lo diría en la prosa poética de ese venezolano que ambos admiramos, Rafael Cadenas “Voy de cerco en cerco. Atestiguo derrumbes. Busco lo que solo no puede encontrarse, y se hace tarde”. En este mundo acelerado solo tengo la prisa de que nos juntemos, con independencia de nuestros orígenes. Cadenas dice: “Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor”. El mío no fue un pueblo de serpientes, pero sí de vehementes, de grandes comedores y de enloquecidos de amor y de aventura. Siempre hay atributos que nos unen. No se puede demorar más la inclusión.

Y para no abandonar a Rafael Cadenas te diré que mi última certeza tiene que ver con la respuesta que él dio a la periodista María Ramírez Ribes, madrileña como yo y emigrada a Venezuela en 1963 en busca de una educación liberal que era posible en tu país de esa época e imposible en el mío. “¿Qué es poesía entonces?”, pregunto ella. “Se sabe lo que es poesía cuando ocurre el encuentro”, respondió él. Y esa es mi visión, tal vez porque es mi última esperanza: el encuentro.

Y ahora va de vuelta una pregunta que te hago usando un verbo en el que eres experto. ¿Cómo podemos bailar en el mundo que hay con las visiones que tenemos?

P.G.:– "Bailar con las visiones que tenemos". Me gusta la imagen y me gusta también la referencia a la atmósfera y los sistemas complejos. Bailar, en mi principal acepción, es un ejercicio de coordinación un tanto inconsciente, que se conecta con la música y el ritmo más que con el conteo de pasos o el seguimiento hilvanado del movimiento. Se trata de dejarte llevar por una percusión que es acompasada por la cadera y el paso rítmico: es la música la que nos guía.

Yo danzo con esta vida en varios niveles, buscando alguna armonía espontánea y cierta sincronicidad que percibas más con el estómago que con el cerebro. He escuchado hablar de que el estómago es otro cerebro, pero esto es tema de otro día. Se trata, entonces, de bailar con las discontinuidades frecuentes, con la volatilidad de nuestro entorno, con la incertidumbre exacerbada, con sorpresas impensadas, mientras procuras, cultivas, ciertos oasis de sosiego: el cariño y el éxtasis de la amistad, el florecimiento de los hijos, el brillo en los ojos de un alumno cuando le ayudas a ver cierta luz, el trabajo que deleita, el gozo conceptual de una prosa, el placer de ciertos hábitos primarios de fuegos y cocciones, la resolución de pequeños problemas caminando, sintiendo el pasto bajo tus pies y la luz que evoca los fuegos milenarios.

Es aquí donde aparecen las palabras "propósito" y "milagro". Se trata de diseñar propósitos y de invocar milagros, pequeños milagros cotidianos, admiraciones silvestres. El propósito alude a una ética, a unos valores, como el comportamiento prosocial, el cuidado del barrio, el agradecimiento, la cortesía anónima, la búsqueda de justicia, la tolerancia y el cuidado de las palabras cercanas a las identidades. El milagro alude a cómo invocamos una atmósfera, a cómo nos rodeamos de buenas vibraciones, a cómo atraemos lo humano con su cara más protectora y vital, alegre y rítmica.

Esto aplica a las personas y a las organizaciones. Propósito y atmósfera. Objetivos y clima. Disciplina y juego. Trabajo y diversión. Prosa y poesía. Explicaciones y suspiros. Sustos y sosiego. Suficiente preocupación y espontánea satisfacción. Reglas y cultura. Y que conste que no hablo del ying y el yang. Es algo más trivial, más pedestre. Propósito y milagro.

Uno se construye con pequeñas instituciones, reglas, hábitos, lo que en la teoría de juegos de llaman commitment devices, dispositivos para el compromiso, mecanismos que nos inventamos para controlar al animal interno que de a ratos busca llevarnos a su palacio de placeres y gulas, de inacción y reposo, de abulia y oportunismos. Como cuando cultivas la cercanía con un perro y de pronto te das cuenta de que con el perro caminas más, haces más ejercicio, liberas más oxitocina, despiertas con más sonrisas y te sientes más querido. Propósito y milagro. Como cuando una empresa logra ser certificada como Gran-lugar-para-trabajar, y al tiempo en esa senda se devela un clima interno grato, cierta comunión en la meta y la satisfacción. Cultivar el propósito para invocar el milagro.

La gente habla de las rarezas del mundo actual, de la volatilidad extrema, de la furia de las identidades, de la cancelación, del libertarianismo, de la inflación y los impuestos, del cambio climático y de la protección de las fronteras. Pero, ¿es realmente tan raro, tan nuevo, tan distinto este mundo? Siempre ha habido novedades y repeticiones. 

Háblame de las novedades y repeticiones que llaman tu atención. ¿De dónde provienen tus sorpresas, tus temores y tus visiones familiares?


J.V.:– Cuando respondes como respondes, sin saberlo me respondes. ¡Cuánta respuesta a por qué te elijo como amigo! Mis sorpresas, mis temores, las visiones que se repiten… Preguntas también por novedades y repeticiones. Puedo tomar esta última parte para decirte que, aceptando la idea de ciclos que regresan, no llego a considerarlos como repeticiones. Veo la historia humana y la mía propia como una espiral. Volvemos al mismo punto cardinal, pero lo vemos desde una cercanía o lejanía distinta. Todo cambia y nada cambia. Eso está al fondo de las aproximaciones filosóficas, de la misma forma que está repartido en nuestros propios hemisferios cerebrales.

Te preguntas si es tan raro este mundo y entiendo que apuntas a que sea tan distinto como para temerlo. Por mi propia teoría espiral no creo que haya que temerlo por sus novedades, por sus cambios o sus saltos. Mi temor no es con esa ocurrencia sino con la velocidad con la que ocurren los cambios y la duda de nuestra capacidad ante esa velocidad. A eso le temo. Es verdad que, a la vez, me fijo en los niños cuando toman en sus manos un teléfono celular y avanzan con él en pocos minutos como si tuvieran un chip instalado que yo nunca tuve. 

Siempre hemos soltado para poder volvernos a llenar. Me pregunto, ¿lo haremos tan rápidamente hoy y mañana? Por suerte, en mi adolescencia pasamos del baile lento y abrazados al rock and roll y el twist, su derivado. De abrazarnos a no tocarnos apenas, de cerrar los ojos ensoñados a tenerlos muy abiertos y, sin embargo, el romanticismo no fue dominado. ¿Podemos ser dominados por algo superior que nos aliene? Siempre mi primera respuesta interior es: no dejaremos que suceda. Pero al escuchar las noticias y leer los titulares del día siguiente sé que la preocupación está. Por suerte, llega mi perrita Mogyoro, me mira y en su mirada está la calidez de la esperanza. Es cierto.

Dicen los historiadores, Yuval Noah Harari, por ejemplo, que la gran ventaja del género humano es su capacidad de coordinación. Los sábados en la mañana en los que, mientras me afeito, no hay noticias en TV, veo programas de Animal Planet que contradicen esa ventaja. Miles de especies se coordinan con una capacidad envidiable. Nuestra auténtica superioridad está en el lenguaje, en el poder de la palabra. Y entonces aparece otro temor, el de los datos que nos hablan del empobrecimiento del lenguaje por primera vez en la historia de la que tenemos mediciones. Escribimos suprimiendo letras, baja la comprensión lectora. ¿Qué vendrá si la palabra deja de tener su fuerza creadora de realidades?, ¿la pura ciencia?, ¿la pura inteligencia racional frente a la inteligencia artificial?

Sorpresas tengo todos los días cuando llega la hora del crepúsculo, cuando el cielo se llena de pigmentos y la belleza se superpone a los rascacielos de Santiago, cuando mi propio corazón agradece el estar vivo. Entonces no me es necesario empezar a leer Historia de dos ciudades (1859) de Charles Dickens para comprender que de alguna forma siempre ha sido así:

Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto.

Una última pregunta Pavel, ¿qué rol juega la poesía en todo esto? Volvamos al embeleso.

P.G.:– La poesía, querido amigo, es una manera de conectarnos con el universo desde lo orgánico. La palabra permite que compartamos una clasificación del universo y la palabra hecha poesía permite traducir el universo con el cuerpo, respirar sentido. La poesía es la manera de comunicarnos a partir del símbolo que fusiona concepto, sugerencia y música. De allí, su poder de síntesis. 

La poesía lleva la palabra más allá de sus primeros límites para tocar el nervio. Por ello, es comprensible que también asuste o que no sea entendida. La poesía es un suspiro del lenguaje que exige cierto entrenamiento para poder detectarlo. La persona afina su ojo para identificar el hechizo de unas palabras que desatan tormentas, que crean fuegos y ráfagas heladas. 

Antes de la poesía escrita está la narración del universo en clave poética. Y esto último es un sortilegio de la mirada para identificar las infinitas combinaciones de concepto, sugerencia y música que la realidad le regala al ojo que ha cultivado su mirada. 

Tú hablabas del abismo de instantaneidad que abre la tecnología de nuestro tiempo. La poesía con sus necesarias repeticiones, con su invitación a la relectura, con sus revelaciones de trascendencia, con su follaje de significaciones, es el mejor antídoto para lograr no naufragar en la satisfacción instantánea del deseo.

Alba, gula, la espina y la sorpresa

que busco bajo el sol del mediodía,

y emerge como tarde en agonía

limpia la luz, borrosa la certeza.

Mi pregunta de cierre, Juan, ¿en qué piensas cuando agradeces a este tiempo inaudito que atestiguas?


J.V.:– La Real Academia Española (RAE) define “inaudito” como lo no oído. Especialmente, lo no oído hasta ahora. Su acepción segunda es lo sorprendente por insólito, escandaloso o vituperable. Yo sé que cuando me preguntas te refieres a la sorpresa, a lo que es difícil de imaginar desde nuestra lógica actual, a aquello que supera lo previsible. Y desde esa certeza, la última de este artículo, te respondo. 

Agradezco a este tiempo, en primer lugar porque es el tiempo real en el que vivo y respiro, en el que puedo oler los aromas y sentir los sabores, pero especialmente porque en su movimiento nos hace difícil vivir en la rutina del pensar y nos abre la posibilidad de ser creativos y creadores, y tener el ancestral sueño de ser dioses, aunque sea solo de nuestra propia vida. Agradezco porque podemos ser protagonistas de una nueva gesta.

Pareciera que estamos en un cambio de era. En este sentido, también abre un espacio inaudito y a la vez, como dijo el filósofo surcoreano Byung Chul Han en Capitalismo y pulsión de muerte (2019), ya no es posible una revolución como las que conocimos porque la dominación no se realiza con violencia. Es más sutil y “sigilosa”, usando la palabra de tu compatriota Moisés Naim. La dominación en vez de oprimir las libertades las utiliza, haciéndonos creer que estamos eligiendo. Dicho de otra manera, la gesta a la que me siento convocado tiene que ver con el cambio de conciencia.

La gran pelea está dentro de nosotros mismos en la contradicción de nuestros deseos y nuestros principios. Si hay una revolución es interior. Está en ese campo ignoto que nos llevará a encontrarnos con nosotros, es decir, yo y los otros. La luz y la sombra. Por eso, ya no quiero ser un guerrillero. Quiero ser el articulador de mis propios pensamientos. Entender que la trampa está dentro de mí puede llevarme a una conciencia que abarque el universo, a sustituir la idea de lo impensable por lo impensado.

Y sí, acepto la provocación silenciosa que haces cuando terminas la pregunta anterior con un cuarteto puro, el de los versos endecasílabos, y así lo continúo:

Noche, lujuria, clara oscuridad.

Vela encendida de lo que termina,

ansia de ser aquel que lo culmina,

sin importar su color ni su verdad.

Gracias, querido amigo por aceptar mi invitación. Ha sido un placer este intercambio en las imaginarias tumbonas de una playa en Los Roques.

Pavel y Juan salen de este diálogo sabiendo que con dos tercetos más pueden tener un soneto a dos manos y que no debieran dejar sus conversaciones poéticas. Juan va pensando que podrían convertir el artículo en un podcast a dos voces, incluso aprovecharlo para terminar el soneto y discutir con Pavel, que sea más cercano a los de Petrarca y o a los de Dante o con la libertad de los tercetos de Garcilaso o Gutierre de Cetina. 

Pavel, después de escuchar la referencia a Los Roques, ha empezado a caminar a ritmo de salsa y ron y será difícil que su atención regrese a las palabras, cuando es tan alegre y dulce el ritmo de las caderas y la sal de las olas. Juan, que ya sabemos cómo es cuando se focaliza, sigue pensando si el soneto debiera ser con estrambote o sin estrambote.