Conversando con Daniel Innerarity

Las fragilidades imperceptibles de la democracia

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Innerarity y la necesidad de hacer más política:

En mi libro “Articuladores de lo posible” recojo el pensamiento de Daniel Innerarity y su idea de que ante las crisis políticas que nos aquejan a lo largo y ancho del planeta hace falta más política y no menos política.

En concreto, en el capítulo 15 de ese libro, cito textualmente un párrafo de su artículo “Hacer que pase” aparecido en el espacio Tribuna del diario español “El País” (5 junio, 2019). Ese párrafo empieza diciendo:

«Buena parte de los fracasos de la política y su particular impotencia tienen que ver con que el impulso cívico no ha tenido quien lo articule políticamente»

Esa carencia deja muchos espacios vacíos. Espacios que pueden ser ocupados por emociones sin propuesta o por propuestas sin la emoción de lo colectivo. Por eso, regresando a la conversación con el propio Daniel Innerarity cuyo relato inicié en un artículo anterior, abrí la pregunta sobre el riesgo que corre hoy la democracia.

¿Qué riesgos corre la democracia?

- Daniel, hace años leí el libro que escribiste con Javier Solana. “La humanidad amenazada: gobernar los riesgos globales”. Ya el título no sugiere un sentimiento de esperanza y lo relaciono con el temor que he empezado a sentir en los últimos años, cuando veo las encuestas realizadas en Latinoamérica a jóvenes entre 14 y 18 años, en las que más del 50% consideran que la democracia no es la forma de gobierno que de forma indiscutible da la mejor respuesta para una sociedad más libre, inclusiva, desarrollada y justa ¿Ves tú realmente amenazada a la democracia? ¿por qué? – Le pregunto.

- Pues sí Juan, si me pidieras que diese una respuesta en términos de sí o no, yo te diría sí, sí la veo amenazada. Si la pregunta fuera ¿la ves amenazada en el mismo sentido que estaban, por ejemplo, los países latinoamericanos, en vísperas de los golpes de estado, de los pronunciamientos militares, o de los regímenes iliberales que se han sucedido a lo largo del tiempo?, yo te diría no. 

Es decir, creo que la democracia hoy en día está amenazada, no tanto por agentes externos, por golpes de estados o por pasiones del tipo que sea, sino por razones que son aparentemente menos graves, pero que al final son más letales, como son la apatía, la desconfianza, la ineficacia o la incapacidad de dar respuesta razonable y equilibrada a las demandas de la ciudadanía. 

Eso es lo que, a mi juicio, está amenazando más nuestra convivencia democrática. 

Si pensamos que los peligros de la democracia tienen que ver con que un conjunto de hombres armados asalten el Palacio de Invierno, dejaremos de prestar atención a determinadas fragilidades que se producen dentro de ella y que tienen que ver con otros asuntos mucho más relevantes, a los que me acabo de referir.

Se produce, entonces, un momento de silencio, todos los oyentes que desde el mosaico de zoom escuchan, están atentos. Me surge el pensamiento de la necesidad de animar a conversaciones en las que se rompa esa apatía, en las que se haga notar que en su raíz está la decisión, posiblemente involuntaria, de abandonar la cancha en la que se juega el partido de la convivencia. ¿Tiene algún sentido? ¿Se plantea algún escenario alternativo? 

Me pregunto cuál es la narrativa o las experiencias a las que damos poder que tienen el efecto de la flauta de Hamelin y me viene la imagen de la fila de niños sin voluntad que se dirigen al despeñadero. ¿Cuáles son las notas de esa melodía que nos impiden decidir ser parte de la construcción de un espacio en el que vivir juntos sea el gran objetivo?

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Daniel Innerarity amplía su respuesta.

- Esa desvitalización, esa desconfianza generalizada en todas las elecciones que hay en la vida política, esa incapacidad de los sistemas políticos democráticos para acometer las reformas y transformar las sociedades, generan el trasfondo de que la democracia se haya convertido hoy en día en una especie de régimen del estancamiento, donde nada se cambia, nada se mueve. Creo que van más por ahí las dificultades, que por las amenazas de un ataque “expreso”, que además identificaríamos enseguida y que, probablemente, nos llevaría a salir en defensa de nuestras ideas. – concluye.

- En el capítulo 16 de tu libro “La política en tiempos de indignación” te refieres a lo que queda de la izquierda y la derecha. Quiero señalarte una frase que hizo que detuviera mi lectura para subrayarla: “Cualquier posición política es irremediablemente incompleta. Las ideologías políticas, por muy nuestras que sean, implican siempre un desgarro”. Esa palabra “desgarro” caló hondo en mí y me lleva en este momento a otra frase atribuida al poeta griego Teócrito de Siracusa, que ha circulado en estos días por el chat de este círculo de lectura que te escucha: “Las personas libres tienen ideas, los sumisos ideologías”.

¿Qué desgarros estamos viviendo hoy?

- Ese es otro gran tema que tenemos que pensar, para darle una respuesta adecuada. El tema del “populismo”, que en buena medida se ha convertido ya en una palabra que significa demasiadas cosas y es difícil de manejar. Por eso me refiero a democracias iliberales, porque es más fácil de registrar y de identificar. Hay populismos de derecha y populismos de izquierda, incluso hay actitudes populistas en todos los partidos políticos y en todos los agentes políticos. 

Efectivamente ése es un gran problema que tenemos y que no tiene una solución en el corto plazo. Estoy muy expectante, como todos vosotros supongo, con lo que pase en el vecino del norte. Para mí es muy significativa la derrota de Trump, y esperanzador que llegue un político más equilibrado al gobierno, pero al mismo tiempo me preocupa el hecho de que Trump haya tenido tantos votantes, que haya tanta gente en EEUU atendiendo y comprando un discurso de esa simplicidad. 

Esto me lleva a pensar que el populismo es una mala solución a unos problemas persistentes, cuando son irreales las soluciones, y a veces no son reales los problemas. 

Innerarity se refiere entonces a problemas reales que tienen que ver con el desplazamiento de un grupo considerable de la población a otras formas de mirar y de elegir, personas que tienen que ver con la desigualdad, personas que tienen que ver con la polarización política, personas que tienen que ver con la dificultad de comprender una realidad profundamente compleja. 

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Las reflexiones de Christophe Clave.

Esa dificultad para comprender me recuerda las reflexiones del profesor de estrategia de la HEC de París, una de las principales escuelas de gestión del mundo, Christophe Clavé, que en varias ocasiones se ha referido a ese número creciente de la población que no percibe la necesidad de fundamentar sus creencias en argumentos racionales.

La inmediatez a la que empujan las redes sociales, la educación basada en el hacer más que en el pensar, el papel discutible de los medios de comunicación, más orientados al rating que produce el sesgo negativo de nuestra actividad cerebral que a equilibrar un nivel de conciencia de la autorresponsabilidad, avalan algunas de las conclusiones de Clavé:

“Los estudios han demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de describir sus emociones a través de las palabras. Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible”.

“El nivel de inteligencia medido por las pruebas disminuye en los países más desarrollados. Muchas pueden ser las causas de este fenómeno. Una de ellas podría ser el empobrecimiento del lenguaje. Varios estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento de la lengua: no sólo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo”.
 

“Cuanto más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento. Si no existen pensamientos, no existen pensamientos críticos. Y no hay pensamiento sin palabras. ¿Cómo se puede construir un pensamiento hipotético-deductivo sin condicional? ¿Cómo se puede considerar el futuro sin una conjugación en el futuro?”.

Pero vuelvo a las palabras de Daniel Innerarity y su preocupación por una sociedad que puede privilegiar acciones a veces muy poco razonables, como a su juicio las de Donald Trump. 

- Eso habla de que el trabajo democrático es un trabajo más constante, un trabajo más paciente, no es cuestión sólo de ganar unas elecciones, es cuestión de construir una sociedad civil que entienda las cosas. Por poner un ejemplo, seguramente Trump no ha sido reelegido a causa de la pandemia. La pandemia fue enfrentada por Trump de una manera muy simplista, incluso con un gran desprecio hacia el valor de la ciencia y el valor de los juicios expertos acerca de lo que estaba pasando. 

Bueno, ¿qué está pasando? ¿qué ocurre en la sociedad norteamericana? ¿qué ocurre en otras sociedades como la española o en otros lugares del mundo, en los que se da tan poca autoridad a la ciencia y a los expertos? 

Yo no soy partidario de un régimen político tecnocrático en absoluto, pero seguramente el hecho de que haya tanta gente que recela de la ciencia, que recela de los expertos, tiene que ver con ciertos errores que hemos cometido. Tiene que ver también con una propiedad general del mundo contemporáneo y es que se ha convertido en ininteligible para buena parte de los ciudadanos. Uno de los objetivos políticos más relevantes de la política contemporánea debiera ser volver a hacer inteligible la política, que la política sea entendida por la gente. 

La solución tecnocrática, la solución elitista, la forma de pensar basada en “la gente se ha vuelto a equivocar, la gente no tiene razón, la gente es muy torpe”, es una malísima solución. Hoy la sociedad no se puede arreglar sin contar con la gente, sin contar con que entienda y apoye una renovación de la política.

Y en esto tenemos un equilibrio difícil de encontrar entre liderazgo y legitimación popular, pero sin una de las dos cosas, los graves problemas que tiene la democracia, no se pueden ni se van resolver.

Escucha atenta y coincidencia.

Escucho con mucho respeto estas últimas declaraciones de Daniel Innerarity. Escucho desde la coincidencia y a la vez con la prevención de que en vez del acercamiento al equilibrio que propone, sin duda basado en la proximidad y el diálogo, basado en una nueva conciencia y un nuevo lenguaje, pueda optarse por esto que ha empezado a llamarse el capitalismo de la vigilancia.

No podemos dejar que surja la sombra fundada del miedo a la tecnología o a una ciencia que puede desarrollar sus descubrimientos, con independencia de la ética o de consideraciones sobre la posibilidad real del cerebro humano de adaptarse, en el corto plazo, a la velocidad del mundo que vivimos.

Me consta que Daniel no quiere sobredimensionar estas alertas, pero requerimos estar atentos a lo que Shoshana Zuboff plantea en su libro “La era del capitalismo de la vigilancia.  La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder”, me refiero puntualmente a esa extracción de datos de nuestras mentes para monetizarlos y llegar a mostrarnos una ficción que pueda moldear el futuro a nuestras espaldas. Zuboff recoge una inquietante frase de Byung- Chul Han: 

“Pienso que estoy leyendo un ebook, pero en realidad el ebook me está leyendo a mí”

La conversación con Daniel Innerarity continuó y será materia de un nuevo artículo, será una excusa para seguir la reflexión sobre el poder, sobre la política, sobre la convivencia y el misterio de ser humano en un espacio que en algunos momentos pareciera no pertenecernos, como si fuésemos habitantes de un mundo desconocido o del nuevo hemisferio de un cerebro que creamos por la veleidad de ser dioses, sin percatarnos de la fragilidad de nuestra esencia.

 
Círculo de lectura

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Juan Vera1 Comment