Juan Vera

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Articular la complejidad

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En el camino de la humanidad, el saber y la experiencia nos han servido para articular lo complejo, pero podríamos decir que también nos han servido para crearlo. En la actualidad notamos que la toma de decisiones, acuerdos y un ejercicio del gobierno cada vez más arduo ha generado individualismo, desesperanza y pasividad. Para salir de este fenómeno será clave entender sus características si queremos ser arquitectos de una nueva etapa de la historia.

Parecido no es lo mismo

Necesitamos ponernos de acuerdo en una distinción para establecer el sentido de este artículo. Se trata de la diferencia entre lo complicado y lo complejo, términos que podemos usar como sinónimos en el lenguaje coloquial, pero que entrañan sutiles distinciones sobre las que no hay un acuerdo general. Para algunos autores, un sistema complicado está compuesto por elementos diferentes entre sí que interaccionan de formas muy distintas. Para otros, un sistema complejo está constituido por elementos similares o iguales entre sí, pero donde los individuos añaden dificultad. 

En mi caso sostengo que son dos términos separados por la experiencia. Hablaremos de lo complicado cuando los desafíos que enfrentamos son el resultado de múltiples variables o de variables con múltiples elementos, pero conocidos. La complejidad, por otro lado, referirá a un escenario donde las variables y la combinatoria derivan en un escenario desconocido.

Dificultad y experiencia

Usaré “complicado” como sinónimo de “difícil”, pero siempre supondrá la existencia de formas de abordaje y de personas con los conocimientos para hacerlo. Solo necesitamos tiempo de ejecución, métricas apropiadas y modelos de seguimiento en la ruta elegida. Vivimos en tiempos donde las ciencias, la sociedad y la vida se han planteado como problemas cada vez más enrevesados, pero que con el esfuerzo necesario siguen teniendo resolución. Moisés Naim, el autor del libro “El fin del poder” plantea que transitamos “La revolución del más” y la define por tres variables:

  • Hay más cantidad de todo: países, tecnología, comida, ONG, religiones, partidos políticos, etc.

  • Hay más movilidad, lo que genera menos ámbitos cautivos. 

  • Hay más niveles de conciencia y entre los efectos positivos se produce un mayor rechazo al autoritarismo y una mayor proclividad a aceptar a quien es diferente. 

El saber y la experiencia nos han servido para tratar lo difícil, aunque también podríamos considerar que nos han servido para crearlo. La preocupación para muchos de nosotros es que ese exceso de complicación pueda llevarnos a situaciones donde el aumento de cantidad produzca obesidad social. Allí donde la toma de decisiones, acuerdos y el ejercicio del gobierno sea cada vez más arduo. Y como consecuencia, se genera el caldo de cultivo para la desesperanza, pasividad y desazón que entrega el espacio a quienes esperan esto para establecer su hegemonía. Es algo que resulta más fácil en una cultura que tiende al mínimo esfuerzo.

Complejidad y lo desconocido

Distinto a la dificultad, la complejidad se refiere al escenario donde aparecen variables y combinaciones de elementos que nos son desconocidas. No hay un camino claro para recorrer. Se requiere una actitud exploradora y de autoconfianza de que como sociedad somos capaces de encontrar opciones en la adversidad si sumamos diversos talentos. Necesitamos destreza, actitud y flexibilidad.

Ante la complejidad es fundamental articular visiones distintas. No nos sirve más de lo mismo. Requerimos de la esperanza al servicio de lo desconocido. Precisamos nuevos pensamientos y nuevas conversaciones, algo que la humanidad ha sido capaz de desarrollar a lo largo de toda su historia.

Cada vez más frecuentemente la complejidad se presenta como fatalidad. La sociedad está sumida en un egoísmo individual o grupal que sólo busca placer o riqueza. La política es mostrada como el camino para ocupar el poder y ejercer hegemonías. El uso mediático de la política se vuelve una sofisticada forma de maldad ante la que sólo cabe oponer bondad, fuerza y esperanza.

En la introducción del libro «Maldad líquida» Leonidas Donskis dice a Zygmunt Bauman:

“Es una estrategia sin estrategia, pues toda ella termina siendo un mero juego de lenguaje (…) para describir como la tecnocracia operaba disfrazada de democracia o como la política actual estaba desprovista de política real, reducidas ambas a una serie de juegos lingüísticos. Como tú, Zygmunt, escribiste en «Modernidad líquida», las actuales estrategias sin estrategia y la actual política sin política equivalen a una ética sin moral”.

La entrega al argumento de que todo está perdido, de que el ser humano es el auténtico mal y de que la política está comprada por los poderes económicos puede acabar con nuestra civilización. Lo mismo al darle aire a la idea de que la derecha busca su propio bien aunque mueran de hambre millones de seres humanos mientras se pudre la comida acumulada, o de que la izquierda predica un sistema caduco donde se socializa la miseria y se considera hereje a quien no forma parte de su religión ideológica. Entregarnos a cualquiera de estos imaginarios hace que nos volquemos hacia una vida individual, donde la persona se salva aun si la sociedad se hunde. 

Qué hacer frente a la complejidad inédita

Es muy posible que nos encontremos en un momento de complejidad y dificultad que la humanidad no ha vivido nunca. Por eso necesitamos de una fuerza constructora igual de inédita. Es el momento de reinventar una forma de vivir juntos, de hacer política, de hacer empresa o de vivir en comunidades más humanas. La maldad, dirían Bauman y Donskis, está en la intención de dividir y separar, desencantar y desamparar, en vez de buscar insuflar coraje y esperanza para ser arquitectos de una nueva etapa de la historia humana.

Sustituir el pesimismo por esperanza no significa pasar por alto el mal a nuestro alrededor ni ejercer una ingenuidad desinformada sino de sostener la profunda decisión de no rendirse, de aceptar el cáncer sin perder la decisión de vivir, y de volver al tamaño de lo que es humano y lo que es ser comunidad. Es pelear por una dimensión donde no somos masa sino personas con sueños que junto a otras generan redes y conversaciones donde el poder de la fuerza, sea por la imposición bruta o la de una mano oculta en un guante de sombras, sea sustituido por el poder del diálogo.

Articular la complejidad es volver a tener alternativas, recuperar el afecto y querer despertar cada mañana porque la vida nos espera.