Artículos Articulados

Arte y salud mental: una conversación virtuosa

Coautores de este artículo: Daniel Martínez Aldunate y Juan Vera

Juan y Daniel se han conocido en el último año y medio por su pertenencia al movimiento 3xi. Coinciden en varios chats en los que, poco a poco, se han descubierto con intereses comunes, como el arte y sus expresiones, y también por el tono sereno de pararse en la vida que ambos tienen.

Eso llevó a que Daniel le propusiera a Juan tener una conversación para conocerse más y hablar de quiénes eran, más que de lo que hacían. Hasta ese momento, se reconocían por sus profesiones. Juan como un conocido coach y Daniel como un conocido psiquiatra.

Pronto supieron mucho más de cada uno y el interés se potenció. Para Juan fue fascinante saber que Daniel preside la Fundación Somos Polen, cuyo objetivo es polinizar bienestar a través del arte y la salud mental, y que desde ella realizan un Diplomado de Arte, Desarrollo Personal y Bienestar Compartido. Para Daniel resultó de gran interés que Juan estuviese investigando sobre las conversaciones de articulación y sobre el impacto de la tecnología en la calidad humana de la vida.

Descubrieron también que ambos colaboran con la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile). Daniel dirige el Diplomado de Psicología Positiva y Bienestar y Juan forma parte del claustro de profesores del Magister de Habilidades Directivas.

Ambos se dieron cuenta de que necesitaban seguir hablando y descubriendo más puntos de convergencia. Daniel invitó a Juan a un encuentro de la Fundación Somos Polen en su casa, a la que asistirían diversos artistas y que para Juan fue realmente como recuperar ese hilo que requiere para sentirse pleno: La vida como arte y el arte en la vida.

Juan ha invitado a Daniel a escribir a dos manos este artículo articulado al que ha empezado a llamar “Arte y salud mental” aunque conforme lo escribe le resuena también “Arte y bienestar”. Será algo que deban acordar.

Como es su costumbre, Juan lanza la primera pregunta.

Juan Vera (J.V.):— Gracias, Daniel, por aceptar mi invitación y aunque quiero llegar pronto a hablar del arte mi primera pregunta es al psiquiatra. Me preocupa muy especialmente el deterioro que se está produciendo en la salud mental en el mundo. El escritor venezolano Moisés Naim habla de la “otra pandemia” porque afecta al planeta entero y a todas las generaciones, aunque parece que el grupo etario entre 18 y 24 años ocupa los primeros lugares. ¿Qué crees que está causando esta nueva realidad?

Daniel Martínez Aldunate (D.M.A.):— Hola, Juan y a todos aquellos que nos acompañarán en esta conversación articulada. En relación con tu pregunta, todos los estudios y presagios sobre la realidad de la salud mental en Chile y el mundo en los últimos años nos muestran cifras preocupantes. Naim habla de la pandemia de la salud mental, pero para muchos este es uno de los aspectos relevantes de la sindemia que estamos viviendo. La historia de los problemas de salud mental en Chile es larga, ya lo narraba poéticamente Carmen Gloria Berríos cuando nos decía: “Hay que hacer una ampliación en esta casa. Ya no hay donde guardar tanto silencio”. O cuando a comienzos de los años 90 nos retumbaba esa apocalíptica frase de los jóvenes angustiados de la película Caluga o Menta donde se decía: “Y ahora recién se acuerdan de los locos, ahora que nos volvimos locos”. 

Desde la evidencia de las cifras, el año 2017 fuimos inundados conceptualmente por el ensayo de Mario Waissbluth llamado “El Tsunami de la Patología Mental en Chile”. Allí se concluía la existencia de múltiples problemas de salud mental y sociales que anidaban parte importante de ese malestar social que se hizo incontenible el año 2019.  

En ese escenario frágil e invisibilizado se instaló la pandemia, generando la llamada sindemia que estamos viviendo. Con tantos tsunamis, estallidos y pandemias cómo no pensar que se produciría una conmoción cerebral y social que magullaría aún más nuestra salud mental. 

Si entendemos el universo emocional tan importante en la salud mental, como la resonancia afectiva de lo que nos pasa en nuestros mundos internos y externos, se hace evidente que tanta conmoción externa iba a perturbar nuestra salud, más aún si nuestro mundo interno se fue invisibilizando entre tanta materialidad y cultura del hacer-deshacer. Nuestros problemas de salud mental son el resonar de nuestros mundos internos y externos que entraron en crisis sindémicas. Lo externo se cosificó y lo interno se deshabitó, surgiendo un desequilibrio que frente a la actual realidad sísmica social y económica, generó un desplome emocional que se vistió en muchos casos de malestar, de angustia, de mal dormir y/o de desesperanza, es decir, de problemas de salud mental.  

Siguiendo la tesis del chileno Norbert Lechner, el malestar es una expresión de la modernidad, producto de la escisión entre el desarrollo y la subjetividad. Los individuos deben ofrecer pseudo soluciones biográficas frente a las contradicciones sistémicas y nuestra salud mental lo paga. En un mundo materializado, las contradicciones del sistema las pagamos personalmente a través de miedos, culpas, incertidumbres, malestares y somatizaciones que van generando problemas en nuestra salud mental. Como lo diría el sociólogo Tomás Moulian: “El consumo me consume”. 

En la sociedad actual aprendimos a buscar soluciones externas para nuestras necesidades internas. Frente a la angustia, la frustración, la impotencia, la pena y la incertidumbre tan humanas, aprendimos a responder evasivamente a través del alcohol y las drogas, el consumo y las compras compulsivas, la auto y sobre medicación, el placer y la gratificación instantánea. Pretendimos desarrollarnos y ser felices en un hacer y no en un ser, desconociéndonos. Como lo diría Carl Jung: “Quien mira hacia afuera, sueña. Quien mira hacia adentro, despierta”. Pareciera que cuando empezamos a no mirarnos y comenzamos a desconocernos. Nuestra salud mental se durmió y se enfermó.    

 
Juan Vera - Blog - Qué valor le das a lo relacional y a la comunidad en la crisis actual que tenemos de salud mental
 

Juan, considerando tu gran experiencia de coach en organizaciones y tu trabajo en políticas públicas, ¿qué valor le das a lo relacional y a la comunidad en la crisis actual que tenemos de salud mental?   

J.V:— Le doy todo el valor, Daniel. El ser humano no nació para vivir y sentirse solo. Somos seres gregarios y nos constituimos en relaciones con otros. Recuerdo que nuestra común amiga Alejandra Pizarro repetía contundentemente en la época en que la conocí en la Fundación Desafío, que nos educan para competir y ser independientes cuando en realidad lo que requerimos es comunidad.

Tomo tu pregunta y sigo algunas ideas generales para justificar mi respuesta, tanto a nivel organizacional como social. En primer lugar, la complejidad. Si el mundo actual es más complejo y estamos de acuerdo en que lo es, las respuestas que debemos dar requieren de más profundidad, de más aristas, de otro calado, de más inclusión de la diversidad y de más pluridisciplinariedad. Eso demanda una acción colectiva.

Sí, estamos más amenazados por causas distintas. Hemos hablado de la pandemia, pero volvemos a vivir una guerra, una amenaza nuclear, una incertidumbre económica, una gran inseguridad de empleo y la posibilidad de una desigualdad social creciente. Es lógico sentir la necesidad de protección y cuidado. Es insuficiente, por ello, hablar de autoprotección y de autocuidado. Surge un requerimiento comunitario.

Si, por otra parte, hay una invitación a tener sueños más grandes, requerimos más inteligencia colectiva. Una inteligencia que no se logra con la simple suma de talentos. Estudios de diversas universidades —expertos como Peter Senge, Marcial Losada, Otto Scharmer, Joseph Jaworsky y tantos otros— concluyen en que el factor fundamental es la calidad de las relaciones. Puede llamarse “capital social”, “campo social”, “vínculo de interdependencia”, “nexo”, pero en realidad tiene que ver con la existencia de una comunidad que comparte propósitos y afectos humanos. 

Y si necesitamos todo eso y a la vez vivimos una época de inmediatez, de ¡llame ya!, de que todo es desechable y las organizaciones y los gobiernos no están considerando la creación de vínculos y la despolarización como una estrategia o una política centrales, sin ser un experto en el tema puedo colegir que esa carencia es la fuente de un fuerte daño a la salud mental. 

Un síntoma de la carencia es la adicción a las redes sociales, un sustituto insuficiente que puede poco a poco ser una causa más de la soledad, el desasosiego y el desamparo. La imagen de grupos de personas, especialmente jóvenes, mirando sus celulares sin mirarse a los ojos representa esta ficción de estar juntos. Por eso me conmueve el verso de la poetisa chilena Carmen Gloría Berríos que desconocía y que te agradezco profundamente haberme compartido. “Hay que hacer una ampliación en esta casa. Ya no hay donde guardar tanto silencio”. Es una urgencia. La casa ya no es la casa común. Se ha llenado no solo de silencios, también de polarizaciones, dolores y desconsuelos.

Y por ello tu camino de relacionar el arte con la salud mental me llena de esperanza. Dime, Daniel, ¿cómo llegas a esa relación?, ¿qué experiencias habéis tenido?

D.M.A:— Juan, pienso que el arte y la salud mental son formas de visibilizar y descubrir la subjetividad humana, por lo cual a través de estos caminos podemos llegar a conocer la profundidad de nuestras vidas. El psicoanalista alemán, Erick Fromm lo decía magistralmente: “En el arte de vivir el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte. Es el escultor y es el mármol. El médico y el paciente”. A partir de esta mirada estoy convencido de que nos hace falta mucho arte y salud mental en nuestras vidas y que ambas vivencias se deben entrelazar en la vida cotidiana de las personas y de la comunidad, como lo expresabas anteriormente. El arte a través de sus sonidos, palabras, silencios, colores, texturas y movimientos, le regala a la salud mental un lenguaje para reconocer nuestro mundo interior y para promover nuestro desarrollo personal y social. 

Desde la ciencia hoy sabemos que el arte nos hace bien para nuestra salud física y mental, como lo confirma la reciente publicación de la OMS What is the evidence on the role of the arts in improving health and well-being?, que recopila 900 artículos científicos que demuestran los beneficios del arte para la salud, ya sea mediante la participación activa o pasiva en las artes escénicas, las visuales, la literatura, las artes en línea y la participación en actividades culturales. De acuerdo a esta revisión, el arte juega un papel crítico en la promoción de la salud, ayudando a prevenir la aparición de enfermedades mentales, aportando a su tratamiento y previniendo el deterioro relacionado con la edad. 

Producto de estos resultados la OMS desde el año 2020 invita a los gobiernos y autoridades a aplicar políticas que mejoren la colaboración entre los sectores sanitario y artístico. Qué importante sería, Juan, que estas evidencias no estuvieran invisibilizadas y que estos temas tan significativos para el desarrollo y el florecimiento humano y planetario, fueran prioritarios. 

Frente a la pregunta de qué experiencias he tenido, me gustaría ir a lo cotidiano y preguntar a quienes lean este artículo si el arte no los ha remecido en algún momento en sus vidas. Tal vez a través del recuerdo de un poema de amor en la adolescencia, una canción compartida en una fogata de verano o una junta de amigos con karaoke. Tal vez la alegría familiar de una tarde de circo o el recuerdo de un cuento infantil maravilloso o una novela intrigante. Quizás a través de una hermosa pintura, una foto de añoranzas, una película para llorarla una y otra vez, una comedia para no parar de reír, una canción para bailar sin parar o una obra de teatro para reflexionar. La lista seguramente podría ser interminable de como el arte nos ha acompañado a lo largo de la vida, ayudándonos a descubrir nuestras luces y sombras como lo diría Carl Jung, y en algunos casos nos ha permitido reparar heridas, curar malestares, transformar realidades y disfrutar de la vida, ayudándonos a florecer y a cuidar nuestra salud mental.

 
 

Juan, ahora que hemos estado navegando desde la materialidad a la subjetividad, ¿qué piensas tú sobre el aporte que podría tener el arte y la salud mental para nuestro desarrollo espiritual y el sentido de nuestras vidas?   

J.V:– De la salud mental sabes tú mucho más que yo, Daniel. Soy un profano en la materia, aunque últimamente he tenido conversaciones muy interesantes. Mi aproximación es la de un estado de calma que nos permite navegar en un mar revuelto. Alguna vez acuñé la frase de que “en un mundo líquido necesitamos ser sólidos para no disolvernos en él, para mantener nuestra identidad, para salvarnos, para flotar y no hundirnos”.

La salud mental me lleva a pensar en equilibrio como concepto y ante las crecientes turbulencias externas requerimos de que ese equilibrio esté dentro de nosotros. Hoy las tentaciones a vivir en las afueras son muchas y podemos abandonar ese hogar interior desde el que encontrarnos y encontrar junto a nosotros el sentido de nuestra vida. 

Cuando daba clases de dirección estratégica solía decir que la misión, esa declaración por la que se empezaban las planificaciones, estaba fuera, porque tenía que ver con el aporte a un requerimiento del entorno, pero el sentido estaba y está dentro, aquello que nos mueve y para encontrarlo necesitamos hablar con nosotros mismos, no distraernos con banalidades. Creo que todo ello está relacionado con lo que llamamos salud mental, una salud que considero profundamente enraizada con lo espiritual. 

El arte ha sido siempre para mí una revelación. Me ha admirado profundamente. Prefiero decir que me ha elevado. Crear es siempre una actividad poderosa. De alguna forma nos lleva más allá, nos permite sentirnos dioses por un momento, por una obra, por un destello, por la cercanía de la belleza.

Desde hace tiempo mis cursos online terminan con la lectura de un poema, con una música, con un video artístico, con el mensaje de que vivir es un arte y que aquello de lo que estamos hablando puede conectarnos con algo más grande y superior que está dentro de nosotros mismos.

Alguna vez en talleres muy prosaicos en los que era difícil sacar a las personas de sus roles, pedirles que escucharan en silencio una música con los ojos cerrados ha permitido cambiar la atmósfera e iniciar conversaciones desde un lugar distinto. Tú lo sabes bien, Daniel, porque juntos lo hemos vivido en algunos de los encuentros 3xi.

El concepto del sentido de nuestra vida ineludiblemente me conecta con grandeza y sentimiento. Todo ello, como tu decías, es interior. Tiene que ver con un lenguaje que se expresa con signos diferentes que llega más claramente al alma que al oído. Nos lleva a recorrer un camino para el que la racionalidad no es suficiente.

Es por eso que la fusión de lo mental con el arte me resultó tan interesante en las conversaciones en las que ha surgido nuestra amistad. Y aunque pueda resultar insistente y precisamente para no invisibilizar las evidencias como tú decías antes quiero preguntarte por experiencias concretas. Me serviría con una que pudieras contarnos un caso, una intervención. 

D.M.A:— Juan, al escuchar tu lúcida mirada de cómo se relaciona el arte y la salud mental con el sentido les quisiera compartir varias experiencias de arte que nos han hecho bien a nuestra salud mental y que le han dado mayor sentido a mi vida.      

Primero me gustaría traer a esta conversación al gran artista chileno de instalaciones Alfredo Jaar, quien me ha removido el sentido infinitamente. Lo conocí primeramente a través de su creativa obra estudios sobre la felicidad, situada entre 1979 y 1981, dónde a partir de la pregunta “¿es usted feliz?” en periodos oscuros de la realidad chilena, encontró la forma de consultarnos públicamente cómo estábamos emocionalmente sin que se notará. A través de instalaciones en gigantografías en la carretera y en los quioscos de diario, los chilenos pudimos tener un espacio reflexivo y emotivo de lo que estábamos viviendo. Así comienza una innumerable lista de instalaciones artísticas de Jaar reconocidas mundialmente que invitan a las personas a que nos cuestionemos el sentido de nuestra vida y de la sociedad que hemos construido. 

Cómo olvidar cuando proyecta en el año 1987 en la pantalla principal de Times Square en Nueva York la provocativa frase “This is not América” sobre el territorio de Estados Unidos, para recordarnos que América es todo el continente. O cuando en el año 1994, nos dice a través de un millón de copias fotográficas de una mirada desolada que el horror no tiene rostro en su Proyecto de Ruanda, que nos ayuda a visibilizar el dolor de un genocidio. Jaar es un artista del sentido que nos invita a hacernos preguntas o, como lo dice él: “El artista crea modelos para pensar el mundo”.                     

Como segunda experiencia me gustaría destacar la labor que realiza Música en Vena en España, que busca mejorar las estadías hospitalarias de pacientes, familiares y personal sanitario desde la cultura y la música en vivo, al lado de la cama y cerca de los pacientes. A través de estos mini conciertos de música y humanidad, se acompaña amorosamente a aquellas personas que están dolientes, dándole recíprocamente la posibilidad a los artistas de cumplir un rol social. 

La primera vez que conocí a Música en Vena fue a través de un video de una presentación del cantautor uruguayo Jorge Drexler, quien le cantaba amorosamente a un paciente que estaba en diálisis y a un neonato en una incubadora junto a sus padres. En esta experiencia a la vena, se trasfundía belleza, ternura y cercanía, generándose un espacio amoroso sanador e inolvidable. En Chile me ha tocado ver muchas experiencias parecidas hospitalarias, pero me gustaría destacar el trabajo de las sonrisólogas Carola Garabano y Susana Alegría del Hospital Sotero del Río, quienes llevan 16 años siendo parte del equipo de salud que atiende a los niños y niñas que sufren enfermedades graves. A través de intervenciones creativas y lúdicas en el hospital o en su patio externo Trapa Trapa, se crean espacios humanos de contención para que los pequeños puedan compartir sus penas y alegrías, y puedan permitirse seguir siendo niños a pesar del dolor. ¡Acuérdense si andan por ahí, de preguntar dónde está el Trapa Trapa y tal vez los atrape por unos instantes la alegría de volver a ser niños! 

También quisiera compartirles algunas experiencias de Somos Polen, una fundación que busca polinizar bienestar a través del encuentro del arte y la salud mental. Una intervención que ha cumplido un rol muy importante estos últimos años es la creación de Botiquines del Bienestar. Cuando nos hacemos una herida o nos duele la cabeza vamos a nuestro botiquín de primeros auxilios y buscamos un parche curita o un remedio para aliviarnos, pero, ¿sabemos qué hacer cuando nuestras emociones o salud mental se siente afectada? Para estos casos creamos un Botiquín del Bienestar, que te entrega herramientas simples y concretas del arte y del desarrollo personal para mejorar tu salud mental. Esta intervención de tipo lúdica, creativa y reflexiva invita a encontrar todo lo que te puede ayudar a estar más tranquilo, a desconectarte saludablemente, a vivir emociones relacionadas con el bienestar, a promover el desarrollo de tus fortalezas y a reconectar con tus propósitos y sentido. Esta útil experiencia de co-construcción de botiquines del bienestar, la pudimos realizar con los equipos de salud de gran parte del sistema público de regiones, con organizaciones laborales y educacionales, y con Juntos por la Infancia de 3xi, ocupando el arte un lugar protagónico en su implementación. Y como dijo el narrador que empieza este artículo otra intervención de Somos Polen es la creación del Diplomado de Arte, Desarrollo Personal y Bienestar Compartido, donde la ciencia y la experiencia artística se unen para promover Salud Mental. A través del encuentro del desarrollo personal con la música, la danza, la literatura, la dramaturgia y la fotografía, descubrimos y desarrollamos el arte que somos y que nos hace tanto bien para nuestra salud mental.            

Por último, quisiera compartirte, que al igual que tú, el arte me acompaña en mi vida personal, docente y laboral. En los últimos 12 años, en cerca del 80 % de las charlas, talleres y clases que doy en universidades y organizaciones, estoy muy bien acompañado presencialmente de algunos artistas; así son parte de estas comunidades afectivas de aprendizaje, músicos, cantautores, poetas, actores, bailarines y artistas circenses. La experiencia subjetiva y la evaluación objetiva concluyen que estos encuentros entre las artes y la salud mental nos hace bien a todos.

Juan, junto con empezar a despedirme y considerando que la vida está hecha de experiencias, también te invito a que me compartas aquellas vivencias donde el encuentro del arte y la salud mental removieron algo en ti. Tal vez son aquellas razones y emociones que nos han motivado a que tengamos esta conversación que da lugar a este artículo articulado.

J.V.:— Lo primero, Daniel, es decirte que quisiera conocer de cerca ese “botiquín del bienestar” porque me parece una fantástica iniciativa. Os felicito. Y sí, el arte estuvo pronto presente en mi vida y no como una mera observación estética. No fueron solo formas bellas, colores o sonidos armónicos, palabras que rimaban. Se manifestó como una excitación interior, como un asombro de que fuese posible expresar aquello para lo que yo creía que no había lenguaje. 

Fui un desastre para el dibujo, pero sentía que la poesía estaba a mi alcance y empecé a felicitar los cumpleaños de mi madre con versos que rimaban. Y rimando me surgían las palabras y la libertad de no tener que escribir siguiendo un orden lógico que siempre implicaba fronteras. Los sustantivos podían ser verbos y los verbos adjetivos.

Tal vez el primer momento en que el arte, la historia, la inmersión en un mundo de símbolos y narrativas produjo en mí un ciclón que me llenó de un sentido para mi vida fue el viaje escolar a Granada que hice cuando estaba a punto de cumplir 16 años. La visita a la Alhambra y los jardines del Generalife, caminar por el Albaicín, el flamenco en las noches del Sacromonte, me transformaron. Sentí donde estaban mis orígenes, la sensación de un nuevo poder, de un destino. Fue cuando empecé a decir que iba a ser profesor de Literatura en Granada y a leer apasionadamente a García Lorca y a toda la generación del 27 español.

La poesía dejó de ser una forma de expresión superior para convertirse en una vía de transformación social. Gabriel Celaya y su poema La poesía es un arma cargada de futuro se convirtió en un himno que podía sanar la abulia de una sociedad que aceptaba en silencio una dictadura injusta y violenta. 

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Hoy trataría de no definirla como un arma y si dependiera de mí la llamaría espacio o la llamaría camino.

Otro momento especial, muchos años después, fue entrar en Florencia en la Galería de la Academia del Arte y encontrarme frente al David de Miguel Ángel de más de 5 metros de alto y tener la sensación de que sobre su cuerpo cientos de millones de miradas de cientos de generaciones sintieron lo que yo estaba sintiendo y darme cuenta de la capacidad de unión de su figura, del arte como un instrumento de comunidad de sentimientos. Me sentí con los ojos inundados de nuevo. 

Podría darte muchos más ejemplos personales, pero para no pasarme de la extensión prudente de un artículo como este y no vernos obligados a pedir otro café termino diciéndote que a partir de todo ello empecé a incluir en mis talleres el arte, como ya he dicho antes. Invitar a actores para representar una escena de una obra teatral o a especialistas de auto-percusión para mostrar la capacidad de producir coordinación. Imagínate mi sorpresa al ver en tu fiesta a la líder de ese grupo Marina Mutis Parra, con quien he trabajado varias veces. He puesto a los directivos de empresas a pintar juntos un gran mural o formar uno con la suma de muchas obras colectivas y lograr que se sintieran co-creadores de algo posible y bello. La movilización de esas experiencias ha sido siempre invalorable.

¿Comprendes por qué no pude evitar invitarte a esta conversación? Muchas gracias, Daniel, por haberla aceptado.

***

Daniel y Juan se quedan durante un minuto mirándose en silencio., Ya no es sorpresa lo que sienten, sino la seguridad de que deberán inventar algo juntos. La tentación de relatarse con detalle experiencias e ideas locas, imposibles o arquitecturas sociales saludables. Seguir soñando, al fin, seguir soñando.

 

Juan Vera

Hacia un mundo más humano y sensible

Juan VeraComentario